Lydia Cacho
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Mario Marín terminará su sexenio el 31 de enero; gran parte de la sociedad poblana celebrará su salida y espera que Moreno Valle se atreva a juzgarlo por malversación de fondos, protección a la delincuencia organizada y corrupción. Sin embargo, los más cautelosos advierten que eso no sucederá porque al interior del Revolucionario Institucional hay un acuerdo para proteger a todos sus exgobernadores en aras de la “unidad nacional”.
Beatriz Paredes, presidenta del PRI, estuvo en varias ocasiones en Puebla para negociar con Marín tanto las candidaturas locales como la futura dirigencia del partido en ese estado, con la mira estratégica para las elecciones del 2012. Unos meses antes, una legisladora priísta me confió que llevó a Paredes parte de las evidencias del caso Succar-Nacif, entre ellas fotografías de niñas de cuatro años siendo abusadas por diversos adultos en Cancún. Asegura que le expresó a la dirigente: “esto es lo que Marín protege”.
En marzo pasado Paredes lo celebró públicamente al decir: “Mario Marín, a quien ninguna tempestad pudo hacer vadear tu decisión y tu barca de servir a Puebla con firmeza, con vocación popular”.
Luego, el 20 de noviembre en la ceremonia de toma de protesta del CDE poblano, la dirigente expresó: “Felicito a Mario Marín por haber gobernado con los valores e ideario revolucionario en cada una de sus acciones de gobierno”. La tranquilidad de Marín, quien siendo gobernador protegiera, con el uso de la Procuraduría de su estado y del Poder Judicial, a las redes de pornografía infantil, no es gratuita ni ilusoria. Paredes le ha prometido al Góber precioso una senaduría plurinominal.
En Puebla se percibe un ambiente de fuerza social y exigencia. Los actos de corrupción de Marín, como los de otros gobernadores, no solamente se relacionan con la protección de la pornografía infantil sino con fraudes, extorsiones a empresarios, desvíos de recursos públicos y otros más. Lo notable en este caso que movilizó a miles de personas en Puebla en 2006, es que transparentó claramente cuáles son los temas que los políticos y las cúpulas partidarias están dispuestas a negociar. La violencia contra mujeres, niños y niñas es uno de ellos, y en particular la trata de personas y la explotación sexual de adolescentes, que se han incrementado en todo México, pero cuyo fortalecimiento en Tlaxcala y Puebla durante los últimos cinco años es notable.
Mientras el país pasa por momentos difíciles que mueven a la ira y la exasperación de millones ante la aparente imposibilidad de romper las redes de corrupción y protección mafiosa desde las cúpulas del poder, estos políticos se nutren de esa confusión, del enojo y la angustia social. Me parece que el secreto para seguir adelante es justamente no ceder ante la tentación de rendirnos por los casos concretos de impunidad, no cegarnos con el enojo.
Cuando Kamel Nacif daba órdenes en las llamadas telefónicas a los operadores de Marín para que me torturaran “hasta volverme loca, hasta que pida perdón”, buscaba justamente que olvidara la razón por la que deseaban eliminarme: haber dado voz a las víctimas y asegurar su protección para que esas niñas y niños no siguieran en manos de los tratantes.
Cada vez que los partidos coludidos y los políticos salen ilesos de juicios populares y judiciales, mandan ese mensaje: hasta volverles locos, hasta que pidan perdón por enfrentar a los poderes fácticos. A pesar de ello algunas cosas buenas suceden en México. Por eso el electorado derrotó en las urnas al clan de Marín. Puebla no será la misma.
La sociedad ha adquirido conciencia sobre el abuso infantil y sus medios lograron posicionar el tema de la infancia. Ahora les tocará exigir al nuevo gobernador políticas públicas contra la trata de personas, tanto sexual como laboral.
Es evidente que la sociedad nunca dejará de intentar tener gobiernos honestos y efectivos, pero lo cierto es que estos políticos tienen un poder limitado, temporal, sin liderazgos morales. La sociedad unida, en cambio, es capaz de generar cambios de largo plazo. A eso habrá que apostarle sin quitar la mirada de Moreno Valle y sus promesas.
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