miércoles, 15 de diciembre de 2010

CONSEJO NACIONAL DEL MLN, 19 DE DICIEMBRE 2010, CD DE MEXICO






Convocatoria

Consejo Nacional
19 de diciembre de 2010




Compañeros y compañeras

De conformidad con los Estatutos del Movimiento de Liberación Nacional en el capítulo XI relativo al Consejo Nacional y su artículo 36 e incisos a), b), c), d) y e), y en cumplimiento de los acuerdos del pleno del Comité Ejecutivo Nacional del pasado 20 de septiembre de 2010, se emite la siguiente convocatoria a:


Consejo Nacional

Que se efectuará el 19 de diciembre de 2010 en la Ciudad de México, en el Auditorio Valentín Campa, ubicado en Monterrey 50, Col. Roma, México DF (Cerca del Metro Insurgentes), a partir de las 10 am.
Bajo la siguiente orden del día:
1. Registro de asistencia.
2. Instalación formal del Consejo.
3. Balance de las actividades de 2010, análisis de la coyuntura y tareas.
4. Asuntos generales.
5. Clausura de los trabajos.
Podrán participar todos los miembros del Consejo Político Nacional y los del Comité Ejecutivo Nacional; los integrantes de las Comisiones de Economía y de Cultura; así como representantes de cada una de las agrupaciones y organizaciones nacionales, estatales y municipales, sociales y políticas, que forman parte del MLN y las que soliciten su incorporación, así como, los invitados especiales.
Los asuntos no revistos en esta convocatoria serán aprobados por el Consejo en pleno.
Fraternalmente.

PS. Se menciona que habrá un receso para la comida que será ofrecida a los participantes.

Comité Ejecutivo Nacional
Movimiento de Liberación Nacional

México, D. F., a 12 de diciembre del 2010.



Contexto actual



a).- Neoliberalismo y crisis de los estados nacionales
Las reformas neoliberales emprendidas por las oligarquías criollas y estadounidenses con el respaldo de sus gobiernos y los organismos internacionales, precipitaron la crisis de las formaciones nacionales, en particular de los viejos estados nación surgidos de los movimientos de independencia y de un sinfín de revueltas liberales y plebeyas. El neoliberalismo desató nuevos procesos de recolonización en la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños.
Pérdida de soberanía alimentaria, procesos de desindustrialización, desnacionalización y privatización de las fuerzas productivas nacionales se conjugaron para darle un nuevo sentido a las relaciones de dependencia de la economía mexicana con respecto a los centros imperialistas.
El capitalismo neoliberal generó transformaciones sustanciales en la composición de clases y el comportamiento y estructura de estado mexicano. La oligarquía mexicana acabó por trasnacionalizarse, por diversificar sus mercados y modificar sus pautas organizacionales, en un contexto de fusiones y nuevos esquemas asociativos con capitales extranjeros de origen estadounidense, canadiense y español. El agringamiento, la identificación cultural con el imperio estadounidense de las capas burguesas, de su intelectualidad y de su clase política, alcanzó niveles no vistos en los últimos 100 años; a tal grado, que la mayoría de los empresarios nacidos en México se han convertido en meros apéndices de empresas multinacionales y de sus gobiernos.
Mientras tanto, en el contexto de un dispositivo de carácter estratégico promovido por el gobierno de Bush y profundizado por la administración Obama,  el estado mexicano, de por si autoritario, experimentó profundas transformaciones de carácter regresivo. Así,  la lucha contra la narco-insurgencia ha pasado a ser el vehículo de la ocupación político militar del territorio nacional, de la implementación de una dictadura civil y de la prevención de posibles levantamientos e insurrecciones. En los últimos 4 años el ejército pasó a ocupar un lugar clave dentro de la escena política pública. Se le ha capacitado para el control permanente del territorio, los mandos han entrado en una espiral de enriquecimiento sin precedentes. Se han creado cuerpos dentro de la Armada y el ejército, que parecen recibir órdenes directas del Pentágono. Todos los servicios de información, inteligencia y el equipamiento han sido diseñados con la participación directa de Washington. Al igual que en otros países con fuertes crisis internas como Honduras, en México, se está creando una nueva fuerza armada, totalmente subordinada a Estados Unidos, que operaría por cuenta propia, en el caso de que las contradicciones políticas inhabilitaran otras áreas del aparato estatal.     
Las elites burocráticas y militares, al lado de los poderes públicos, de las jerarquías eclesiásticas y de sus partidos, en mayor o menor grado, convalidaron el asalto a la soberanía nacional. El marco constitucional que amparaba y promovía la independencia política del país, la industrialización, el control de los bienes naturales y el ejercicio de los derechos laborales y sociales, fue suprimido de facto. Las reformas políticas que se han sucedido en los últimos 40 años, a raíz de las revueltas populares, han sido limitadas y excluyentes. El fraude electoral, la corrupción, el clientelismo y la exclusión de representaciones políticas no liberales: indianas, comunitarias o socialistas, persisten como componentes estructurales del régimen político oligárquico. No obstante, en las elecciones presidenciales de 1988 y 2006 las elites oligárquicas fueron derrotadas por una coalición de fuerzas nacional-populares acaudilladas por personajes liberal progresistas. En ambos sucesos, los errores políticos y las vacilaciones de la izquierda socialista y liberal, contribuyeron a la consumación del fraude electoral.
La crisis estructural del estado nación y la inoperancia de los viejos sistemas de regulación y legitimación social heredados del nacionalismo revolucionario priísta, ha sido enfrentada desde el régimen con la implantación progresiva de una dictadura civil. “Democracia” restringida, asistencialismo, manipulación mediática, despojo-privatización de los bienes públicos y sociales; militarización de la vida cotidiana, guerras entre mafias político-empresariales y la aplicación del concepto de “enemigo interno” a los movimientos políticos y sociales de oposición, abren paso a la dictadura civil y a la invasión directa del ejercito y policías estadounidenses. 
La recolonización del país, la nueva ocupación integral de nuestro territorio, opera también como desmantelamiento y destrucción de los sujetos nacionales, de las clase trabadoras, de las comunidades rurales y urbanas; de sus identidades e ideologías, de sus sistemas de organización gremial y política y de sus modos de representación comunitaria y ciudadana. En la estrategia neocolonial se conjugan descampesinización, desindianización y precarización laboral con el vaciamiento de los derechos de ciudadanía, que han sido reducidos al ámbito electoral y a las políticas asistenciales y clientelares.
b).- Nuevo ciclo de luchas por la liberación nacional y social.
En pleno enseñoramiento del capitalismo neoliberal, en contra de los pronósticos de quienes festinaban en 1989 el triunfo absoluto de la burguesía y del sistema capitalista sobre las utopías comunitarias, una grieta en la hegemonía de las elites criollas y estadounidenses se fue abriendo paso. El “Caracazo” venezolano de 1989, dio pie a un nuevo ciclo de luchas por la emancipación nacional y social en América Latina y el Caribe. En México la insurgencia electoral y social de 1988-89 tuvo un efecto parecido. Emergió un nuevo sujeto histórico, una especie de movimiento democrático nacional que, dependiendo de las circunstancias de cada país, se mantuvo en el horizonte del liberalismo progresista o evolucionó hacia posturas nacionalistas populares, indianistas y socialistas.
La evolución de los acontecimientos durante las últimas dos décadas confirmó la conexión entre los sistemas de dominación de las oligarquías criollas y el imperialismo yanqui; reveló la existencia de un sistema neocolonial que difícilmente será liquidado sin el levantamiento, sin la segunda independencia de los países de la región. En un cierto sentido, guardadas las proporciones, transitamos tiempos similares a los vividos durante las guerras de independencia; semejantes a los que engendraron las revoluciones y levantamientos sociales en buena parte de nuestros países a lo largo de los siglos XIX y XX.
c).- Crisis capitalista y ofensiva burguesa
La salida burguesa a la crisis general del capitalismo, a sus aspectos económicos en particular y la superación de las fracturas de la dominación oligárquica, únicamente pueden lograrse con la regresión generalizada de las condiciones de vida de las clases populares y de las capas bajas de la burguesía. La precarización laboral, el empobrecimiento de las masas populares y la destrucción y decadencia de amplias franjas de pequeños y medianos propietarios, junto a la depredación de los bienes naturales, son la otra cara del capitalismo “limpio” y de la nueva regulación financiera, comercial y productiva diseñada por los equipos de asesores de las grandes potencias.
Una regresión de tal magnitud únicamente puede alcanzarse con el estrechamiento de las libertades civiles y los márgenes de soberanía de nuestros países y naciones. Con el aniquilamiento o desarticulación de los sujetos democrático-nacionales y revolucionarios que en cada país libran la lucha por la liberación nacional y social. La puesta en marcha de dictaduras civiles militarizadas y mafiosas como ocurre en México, Colombia, Perú, Haití, Honduras o de intentonas golpistas como la de Ecuador, por citar algunos casos, tienen esa finalidad. En ese contexto, las estrategias de “Unidad Nacional”, de alianzas de la “izquierda” con los partidos oligárquicos y los procesos de invasión político militar desatados con los Tratados de Libre Comercio, el Plan Mérida, la Alianza para la Seguridad de América del Norte, la puesta en circulación de la IV Flota de los Estados Unidos y la instalación de bases militares estadounidenses en Colombia, Costa Rica y Perú, son aspectos de la nueva cruzada colonial.
No cabe duda que los efectos de la ofensiva capitalista se han resentido con crudeza en nuestro país. En poco menos de 4 años de gobierno usurpador el número de  pobres creció en 10 millones, los ingresos de trabajadores y capas medias disminuyeron en casi un tercio y aumentaron en tres millones los nuevos desempleados; una porción de ellos forma parte de los 7 o más millones de jóvenes que no trabajan ni tienen escuela. Al mismo tiempo, las bases naturales, económicas, jurídicas y culturales en que se sustentan las posibilidades de desarrollo nacional continúan involucionando. La dependencia alimentaría, el despojo de los bienes nacionales y la desarticulación sistemática de todo proyecto o propuesta de soberanía económica, política y cultural,  condenan a  las mayorías a vivir en situaciones de pobreza, inseguridad, discriminación y explotación semejantes a las vividas en épocas de servidumbre y dictadura abierta. En el corto plazo, la recuperación económica tan cacaraqueada por el gobierno ha perdido empuje, todo indica que la economía nacional seguirá deprimida y que será hasta fines de 2011 o de 2012 que México recuperará el nivel alcanzado en 2008. Mientras tanto la crisis social seguirá avanzando con su cauda de miseria y desolación; con sus reconversiones productivas y laborales que pueden hacer palidecer, por su violencia y extensión, el reciente despido de 46 mil trabajadores electricistas y la agresión en contra de los mineros. El desmantelamiento de Mexicana de Aviación, la destrucción de su Contrato Colectivo, la reducción de su plantilla de personal en casi dos tercios y el traslado de la Planta Volkswagen de Puebla a Guanajuato junto a los 14 parques industriales que interactúan con ella, son dos ejemplos de lo que estamos hablando. En esa misma línea se hallan reformas como las del ISSSTE y la ACE, o el intento silencioso de cancelar 300 mil plazas de trabajadores de base en la Secretaria de educación Pública.  
d).- Movimiento de masas
La contraofensiva de las oligarquías nativas y extranjeras propinó una serie consecutiva de descalabros a las resistencias antineoliberales. Entre 2006, 2009 y lo que corre del presente año, se acumularon una serie de derrotas que debilitaron y fragmentaron a los principales núcleos de movilización social y política. Una a una, muchas de las resistencias fueron sometidas a consecuencia de los golpes del enemigo y de los errores políticos de las fuerzas antineoliberales. Al fracaso de la lucha contra el fraude de 2006, le siguieron el naufragio de la Otra Campaña, los descalabros de la APPO, de los trabajadores públicos y de los docentes que no pudieron detener la reforma a la Ley del ISSSTE y la reforma educativa. Algo similar ocurrió con el movimiento en defensa del petróleo. Todos estos procesos junto al declive de la izquierda institucional en las elecciones de julio de 2009, prepararon el golpe al Sindicato Mexicano de Electricistas y a los trabajadores mineros de Cananea y Pasta de Conchos, entre otros.
Las agresiones del enemigo han sacado a relucir en toda su crudeza las limitaciones del campo antineoliberal. El extravió ideológico y la perdida de perspectiva estratégica es notoria. Frente a la dimensión de la ofensiva capitalista y las formas que adquiere, se hace evidente el agotamiento o el envejecimiento de muchos de nuestros proyectos, esquemas y formas de acción política. Incluso podemos hablar de una crisis general de todas las propuestas hasta ahora ensayadas, de su imposibilidad para catalizar y conducir el acumulado histórico producido en los últimos 22 años de gigantescas movilizaciones. Cabe recordar que durante ese periodo se produjeron dos fraudes en las elecciones presidenciales y la insurrección del EZLN, además de levantamientos cívico-populares en Atenco, Lázaro Cárdenas, la Universidad Nacional y Oaxaca. A lo que debemos sumar miles de movilizaciones contra las reformas y proyectos neoliberales, sin faltar operativos militares de diversos grupos guerrilleros. Sin embargo el resultado político es pobre si lo comparamos con los avances alcanzados por otros movimientos del continente.
f).- Transito a la democracia, liberación nacional y hegemonía popular
 Ahora es evidente que las reformas neoliberales y el proceso de implantación de la dictadura civil, no puede detenerse y menos retroceder sin desalojar del gobierno a las fuerzas neoliberales. Pero también, al menos en el caso mexicano, cada vez es más claro que una salida patriótica y popular a la crisis del estado nación y al desastre neoliberal no podrá lograrse desde posturas liberal-progresistas o socialdemócratas. En ese sentido no es aventurado hablar de un cierto agotamiento histórico de los sujetos burgueses y de sus alternativas. Los segmentos y movimientos sociales burgueses, por más nacionalistas que pudieran parecer, han sido y son incapaces de dar concreción a la tareas de la liberación nacional y el transito a la democracia. El cumplimiento de esas tareas, será fruto de una nueva conducción política, de un nuevo bloque social encabezado por los “plebeyos”, por las comunidades originarias, por el mundo del trabajo, de una nueva mayoría progresista.
 En el momento actual, en medio de la regresión social y de la desarticulación de las resistencias populares, resaltan las limitaciones del gremialismo, pero también de las posturas electorales y aún armadas. En el caso de movimientos gremiales, sindicales o no, destaca su incapacidad para asumir desde sus propias fuerzas la lucha por el gobierno y el poder, tanto en términos institucionales como extrainstitucionales. En la lucha institucional por el gobierno, tanto los moderados como los partidarios del poder popular o del socialismo, han marchado a la cola de la izquierda institucional, a remolque de los liberales progresistas o socialdemócratas. Los movimientos sociales que se precian de radicales suelen oponer la lucha electoral a la lucha social, aunque, a hurtadillas,  siempre participan de ella bajo la guía de los neocardenistas y neopriistas. En muchas situaciones los discursos del poder popular, del socialismo o del nacionalismo revolucionario, han servido para encubrir prácticas economicistas, sindicaleras y peticionistas. Hasta ahora, no se ha asumido por cuenta propia la lucha electoral, ni se ha avanzado hacia la ruptura y el choque con la oligarquía y el estado. Poco o nada se ha hecho en dirección del levantamiento cívico popular o, en el caso de quienes así lo conciben, de la preparación de la insurrección. Ni siquiera se ha sido capaz de construir un discurso nacional, una propuesta ética e intelectual para disputar la conducción hegemónica a la burguesía en sus diversas modalidades.
Necesitamos innovar. La superación de la fase regresiva en la que nos encontramos presupone un nuevo ascenso de masas y de nuevas propuestas de construcción que rompan con las inercias del dogmatismo, los infantilismos de izquierda y las dinámicas gremiales y localistas. Hoy un nuevo ascenso de la lucha social y política esta en marcha, pero siguen ausentes las fuerzas políticas y los movimientos sociales que sin prejuicios y vacilaciones, asuman la lucha por el gobierno y el poder, por la liberación nacional y el socialismo.
g).- ¿Por dónde pasa en estos momentos la rearticulación del movimiento social?
En el terreno de las resistencias sectoriales destacan las resistencias contra los efectos y causas  de la crisis socio ambiental, en particular las que se agrupan en la Asamblea Nacional de Afectados y Alternativas Ambientales que reunió a casi 200 grupos y comunidades y a más de 1300 asistentes en su última asamblea de septiembre. Otra posibilidad de reagrupación sectorial es el de la CNTE que experimentó serios problemas desde 2008. Sin embargo hoy es factible superar su dispersión si colocamos en el centro los intereses laborales, educativos y sindicales de sus miembros y si ponemos fin a procesos de división montados en intereses personalistas y de pequeños grupúsculos que practican el paralelismo en contra de las secciones democráticas y de la propia CNTE. Un referente sectorial de primera importancia sigue siendo el Sindicato Mexicano de Electricistas. Aunque su situación es difícil la resistencia de casi 30 mil trabajados incluidos los jubilados ha desgastado al gobierno de Calderón y todavía tienen posibilidades de alcanzar una salida negociada, lo que en las circunstancias actuales sería un triunfo.
En el caso de las resistencias locales destacan los compañeros de San Salvador Atenco, los mineros de Cananea, la Policía Comunitaria y del CECOP contra la presa la Parota en Guerrero, la resistencia indígena y campesina de Chiapas, sin faltar innumerables luchas municipales y de otro tipo que se registran en el país y que según algunos analistas suman más de 2 mil. A nivel nacional destaca la iniciativa del Congreso Social que congrego a más de 1500 participantes en febrero del presente año en representación de buena parte de los referentes nacionales. Si bien es cierto que no pudo llevar adelante su plan de acción sigue siendo una oportunidad de confluencia en torno a una plataforma de lucha por el gobierno y el proceso de la Nueva Constituyente. El principal riesgo que enfrenta es el intento de algunos grupos de burocratizarlo y de convertirlo en expresión de intereses puramente electorales de tipo personalista para obtener prebendas, diputaciones o jefaturas de gobierno como ha sucedido con otras instancias unitarias. Otro esfuerzo de confluencia es la Asamblea Nacional de la Resistencia Popular principal promotora del Congreso Social. En los últimos meses se ha convertido en la principal referencia articuladora de los movimientos que asumen la defensa del SME, las demandas de mineros, de la CNTE y de los movimientos antineoliberales más decididos a enfrentar las reformas gubernamentales.
En otra dimensión la de movimientos multisectoriales con plataformas político-sociales de lucha por el poder popular y la liberación nacional y social, prácticamente los únicos que se han mantenido y han crecido en los dos últimos dos o tres años, son quienes se agruparon en el Movimiento de Liberación Nacional. El Frente Nacional de Lucha por el Socialismo también se ha mantenido aunque sufrió algunas separaciones. La Organización Nacional del Poder Popular prácticamente está desmantelada; mientras el CEND-SNTE ha pasado a ser un grupo más dentro del movimiento magisterial. Otras fuerzas que se presentan como organización no gubernamental y social no han logrado superar la coordinación episódica, ejemplo de ello es el Foro Social Mundial, la Alianza Social Continental, entre otros. Mención aparte merece el Movimiento por la Soberanía Alimentaria, que sólo sirve para hacer gestiones generales ante el poder legislativo y hacer algunas protestas muy puntuales. Las diferencias en su seno son tan fuertes que imposibilitan su conversión en un movimiento cohesionado, dispuesto a la acción permanente y autónoma. Las disputas electorales y su pasividad ante las agresiones gubernamentales en contra del  SME, mineros y Mexicana de Aviación lo han paralizado casi por completo.
Un elemento nuevo es la iniciativa de un sector de la dirección del SME y de otras organizaciones sindicales y sociales para construir una Fuerza Política de naturaleza partidaria que luche por el gobierno y el poder desde los trabajadores y el pueblo. Una fuerza anti-oligárquica, autónoma e independiente de las corrientes liberal-progresistas y socialdemócratas de la izquierda institucional. 
h).- La coyuntura electoral
La coyuntura electoral presidencial y algunas coyunturas electorales locales agudizarán las contradicciones interburguesas y puede convertirse en un espacio de articulación del descontento acumulado. El problema que debe resolver el movimiento social es  la integración de un bloque político-social que tenga condiciones de actuación propia, no sujeta a la voluntad de y los caprichos de los liberales progresistas. No se trata de tener una fuerza para negociar dadivas como ya hacen muchos que antes eran furibundos enemigos de toda participación electoral. Se trata de tener una fuerza propia que haga las alianzas necesarias y que, sobretodo, esté en condiciones de actuar en el marco de una oleada que sólo puede triunfar si se prepara para expulsar a los neoliberales del gobierno. Esto es lo que debemos discutir a nivel local y nacional con fuerzas reales, que pesen intelectual, ética y políticamente, dispuestas a luchar por el poder, el gobierno y la revolución democrático-nacional.   
             
Noviembre 7, 2010.


Tesis sobre la coyuntura política 2010-2012

1.- El agravamiento de las pugnas al seno de los diversos estratos de la burguesía; la persistencia de fracturas y divisiones dentro de los partidos burgueses y de sus burocracias; el recrudecimiento de la crisis social; la crisis de legitimidad y legalidad del gobierno de Calderón y de todo el régimen político oligárquico; las contradicciones desatadas por la guerra intermafiosa, el proceso de implantación de una dictadura civil, la militarización y la creciente injerencia político-militar de la Casa Blanca; la crisis del estado nacional; la fragilidad de la recuperación económica en Estados Unidos, México y el resto del mundo; la catástrofe socioambiental; el crecimiento de la frustración y el enojo social; la existencia de un acumulado histórico de organización y experiencia política de movimientos sociales y políticos tendencialmente antineoliberales, a pesar de los descalabros ocurridos entre 2006 y 2010; la sobrevivencia de grupos guerrilleros y las disputas suscitadas en torno a los procesos electorales de los próximos dos años, nos permiten hablar de la existencia de una coyuntura política, donde la lucha por el gobierno y el poder pasan al primer plano en las agendas de las potencias extranjeras y de todas las clases sociales, partidos, movimientos sociales, civiles y políticos que se mueven dentro de nuestro país.
2.- En torno a la disputa por el gobierno y el poder se dirimen los principales intereses del imperialismo, de la oligarquía mexicana, del resto de la burguesía, de la clase trabajadora rural y urbana y del pueblo todo. Para el imperialismo estadounidense, en el marco de su estrategia global y regional, resulta fundamental la prolongación de la guerra intermafiosa que paulatinamente habrá de desembocar en una dictadura civil y en una guerra de contrainsurgencia en contra de la nación y de quienes particularmente hagan frente al despojo de los últimos recursos productivos, financieros y naturales que le restan al país. Para las trasnacionales yanquis, canadienses y españolas, es de primera importancia la permanencia en el gobierno del panismo o la llegada de una variante hibrida o priísta que les garantice el acceso a las últimas reservas de petróleo, gas, agua, biodiversidad oro, plata, uranio y otros metales, que piensan sustraer en un tiempo record. Necesitan la continuidad de políticas gubernamentales que sigan facilitando la entrada masiva de dólares devaluados y sin mayor respaldo productivo, para, en complicidad con los sectores más parásitos y reaccionarios de la alta burocracia estatal y de la burguesía, acabar de apoderarse de todo tipo de empresas y presupuestos públicos: electricidad, aviación, comunicaciones, servicios financieros, presupuestos educativos, de salud, vivienda y de protección ambiental, entre muchos otros. Por no hablar de la fuerza de trabajo juvenil, que llegará a su punto más alto en cuanto a número en los próximos años.
Las disputas por qué facción de políticos se hace de la presidencia también es crucial para los intereses económicos de corto plazo de los grandes oligarcas y para un sector emergente de burgueses apadrinados por los panistas. Las pugnas entre los grupos oligárquicos encabezados por Slim, Azcárraga y Salinas Pliego por mencionar sólo a quienes de forma evidente han protagonizado los más recientes pleitos por el control de los servicios de comunicación, en realidad están conectadas con una amplia gama de peleas, al lado o en contra de empresas extranjeras que se disputan los yacimientos mineros, petroleros y demás campos de inversión, lícitos e ilícitos. Los alineamientos de políticos de diverso signo, los supuestos desplantes de secretarios de estado o del espurio, más que a caprichos o fobias están vinculados a proyectos de inversión, a la obtención de grandes riquezas a cortísimo plazo. En tales condiciones la contienda por la jefatura del gobierno y por el control de algunos gobiernos estatales es a muerte. Los más indignos y despreciables por su grado de entreguismo, son los más conspicuos aliados de Washington. Aún falta mucho por ver: episodios como el secuestro de Diego Fernández, los asesinatos de candidatos a gobernadores, los ajustes de cuentas entre narco-empresarios y narco-militares, los dimes y diretes entre la ultraderecha confesional y la ultraderecha gerencial sólo son el preámbulo de mayores sobresaltos y de probables acomodos políticos que hoy podrían parecernos descabellados.
Otros sectores de la burguesía media y pequeña, sin faltar algunos grandes que a pesar de sus fortunas no pertenecen a la oligarquía, enfrentan mayores incertidumbres en un ambiente donde la competencia inter-empresas y la lucha por los recursos estatales es feroz. Sus fidelidades políticas, a pesar de su conservadurismo, son poco consistentes; si la recuperación económica se debilita, como todo apunta, es probable que algunas franjas tomen partido por algún tipo de promesa “populista”, polarizándose con aquellas franjas de la burguesía media y pequeña abiertamente fascistas.
3.- Por la gravedad de la catástrofe, de los peligros y dificultades que enfrenta el pueblo y la nación y por el carácter reaccionario de los proyectos imperiales y oligárquicos, el corto plazo se ha convertido en el largo plazo para la mayoría de los mexicanos y mexicanas. No hay futuro si no se detienen las políticas neoliberales, si no se les saca del gobierno. En las actuales circunstancias las luchas en defensa de las comunidades indígenas y campesinas, de la tierra, el agua y el aire, de los derechos laborales, el empleo, la democracia, la soberanía energética y alimentaría, se han tornado directamente políticas. No tienen ninguna posibilidad si no se articulan a la disputa por el gobierno y el poder. La base ética, jurídica, productiva y natural sobre la que es posible pensar la nación y la sobrevivencia y desarrollo del pueblo está a punto de ser arrasada por completo. Para muchos, hablando de los trabajadores, de los pobres, de los excluidos y de lo que nos queda de nación, la coyuntura de 2010 y 2012 es decisiva.
El desarrollo de una estrategia para expulsar a los neoliberales del gobierno y perfilar un nuevo poder es vital. Resignarnos pensando en el 2018 o en dejar indefinido el tema de cómo nos hacemos del gobierno para salir de la catástrofe a la que nos empujaron la mayoría de la clase política y los grandes empresarios, nos convertiría en cómplices.
4.- En la coyuntura 2010-2012 se agolpan y entrecruzan contradicciones de todo tipo: el desgate de la hegemonía estadounidense y la crisis del estado-nación por decirlo sintéticamente, pero también un acumulado de luchas históricas y de enconos sociales que pueden estallar alrededor de los procesos electorales ligados a la sucesión presidencial. Si bien la coyuntura histórica que vivimos no es puramente electoral, las posibilidades de irrupción generalizada de grandes segmentos de la población, susceptibles de ser ganados a una política antineoliberal, tiende a gravitar en torno a las luchas por los gobiernos locales y por la presidencia. Todo tipo de movimiento social y civil, aun los abstencionistas deliberados, se están pronunciando o se pronunciaran por algún tipo de opción a jugar en la lucha por el gobierno y el poder, por alguna forma de participación en los comicios venideros. A favor o en contra, con autonomía e independencia o a la cola de algún caudillo o partido, por medios pacíficos o violentos. Con todo y que la situación pudiera parecernos desventajosa, en los procesos electorales venideros existe la posibilidad para un bloque social progresista de disputar el gobierno a los partidos y fuerzas directamente oligárquicas y proimperialistas.
5.- Tal vez estamos en la antesala del cierre del ciclo de luchas que abrió la puerta al desplazamiento del gobierno de los partidos directamente oligárquicos por la vía electoral y el levantamiento cívico. A contracorriente de lo que muchos piensan, nuestro país fue pionero en el proceso de cambios progresistas en América Latina. En 1988 la oligarquía fue derrotada en el terreno electoral a contracorriente de la mayoría de los pronósticos y del ambiente de derrota y desarticulación que privaba en el movimiento social y político progresista y de izquierda. Guardadas las proporciones algo similar ocurrió en 2006. Hoy, en medio de la decadencia estadounidense, de la crisis general que padece el capitalismo, del desgaste extremo del régimen político oligárquico y del contexto geoestratégico en que se ubica México, los cauces para un cambio de gobierno con perfiles antioligarquicos se han estrechado. Las urgencias del imperio, las opciones por la violencia de importantes segmentos de la burguesía y de las burocracias políticas y militares, junto a la regresión generalizada en los índices de vida y de las condiciones legales de participación política tienden a cancelar el -ya de por sí- limitado marco de participación legal. Sin embargo, creemos que es indispensable no darse por derrotados, que es necesario defender lo avanzado en más de 20 años de luchas; poner en acción el acumulado histórico fruto de las luchas de 1988-89, de 2006, de la insurrección del EZLN en 1994, de las miles de resistencias civiles y antineoliberales protagonizadas por el movimiento social en el SME, la CNTE, Atenco, Mineros, UNT, APPO, CGH, en las iglesias progresistas, los movimientos ambientales, indígenas y campesinos, de mujeres y en defensa de los derechos humanos.
6.- En las actuales circunstancias dar por cancelada la posibilidad de sacar a los neoliberales de los gobiernos locales y del gobierno federal a través de la movilización electoral y social es hacerle el juego a los sectores golpistas y ultraderechistas que aliados con la Casa Blanca empujan al país hacia la dictadura cívico-militar. Sin bien el estado de derecho agoniza, en la medida que la Constitución es violada sistemáticamente, sería una equivocación renunciar a los márgenes de lucha política que por más reducidos que sean, aún permiten enfrentar a quienes han optado por la violencia y por la puesta en marcha de un plan de guerra en contra de los movimientos y organizaciones populares y progresistas. Si reparamos en los procesos de lucha de clases registrados desde 1988, uno de los puntos débiles del régimen político oligárquico, priísta-panista, es su incapacidad para respetar su propia legalidad; su impotencia para que las luchas interburguesas y las resistencias populares sean canalizadas a través de los procesos electorales y de procedimientos legales e institucionales sin poner en riesgo la estabilidad del régimen político y la dominación oligárquico-imperialista. En esos resquicios de participación política es, en las condiciones actuales, por donde transitan y pueden triunfar quienes luchamos por la democracia, los derechos del pueblo y la salvación nacional.
El estado yanqui y quienes instrumentan la implantación de la dictadura y los preparativos de una nueva guerra sucia contra el pueblo de México, al amparo de la supuesta guerra contra el narcotráfico, están maquinando provocaciones y a la espera de cualquier pretexto con el fin de generalizar sus operativos violentos contra la resistencia popular progresista. La mejor manera de prevenir y enfrentar una regresión aún más violenta de las libertades políticas, es recorriendo la ruta por donde transitan millones de mexicanos y mexicanas. Seguir por esa ruta nos prepara para cualquier eventualidad, para lo peor si es el caso, al lado de quienes pueden refundar al país.
7.- En México para ganar las elecciones a la presidencia no bastan los votos y menos cuando el resultado es desfavorable a la oligarquía y el imperialismo. La única posibilidad que tiene el Movimiento Democrático Nacional de ganar una elección presidencial depende de su capacidad de abordar la lucha electoral en el contexto de un alzamiento o de una insurgencia cívica-popular. Las derrotas poselectorales de 1988 y 2006 así lo prueban, lo mismo que las experiencias progresistas en otros países de América Latina. Las estrategias exclusivamente electorales o electoreras están destinadas al fracaso. Se requiere una avalancha de votos, pero también la existencia de un movimiento socio-político que pueda hacer valer sus triunfos con acciones de masas, donde la huelga política, el control de territorios, de vías de comunicación, las tomas de presidencias municipales, la generalización de los instrumentos de comunicación popular y toda la gama de formas de lucha legales se empleen para hacer valer la ley; no a modo de catarsis o de estratagema de apaciguamiento del descontento ciudadano. Mantener la ilusión de que se puede hacer frente a la oligarquía y al imperialismo en el terreno electoral con un movimiento especializado en cuidar urnas y denunciar irregularidades es repetir los fracasos de 1988 y 2006.
8.- Para ganar el gobierno necesitamos de la construcción de una mayoría progresista, para lograr este objetivo no alcanza con postular a un caudillo o un candidato. Se requiere tejer una red de alianzas y compromisos, la conformación de un sujeto político social con posibilidades de triunfo.
Cuando hablamos de Proyecto de Nación o de un Nuevo Pacto Social nos referimos a un nuevo bloque nacional popular, a las personas, los ciudadanos y comunidades; a las aspiraciones, acuerdos y compromisos entre las clases sociales y las organizaciones sociales civiles y políticas que lo integran. No es un listado de demandas o buenos deseos emitidos por un candidato o un comité de notables, que recogen las opiniones de quienes que a titulo individual o en grupos tienen alguna observación. En un cierto nivel el Proyecto de Nación es una especie de programa donde los componentes expresan los objetivos políticos y los beneficios económicos y culturales que esperan alcanzar en un lapso de tiempo determinado. El Proyecto de Nación no es neutro, es un aspecto de un plan de lucha en contra de los enemigos del pueblo y la nación, contra sus principales instrumentos de poder político, económico y cultural. Debe, por tanto, ser específicamente antimperialista y antioligarquico. Proponerse el desmantelamiento del régimen político oligárquico y su reemplazo por un régimen de democracia participativa; junto a la restitución y ejercicio inmediato de los derechos de  soberanía y justicia social contemplados en la Constitución de 1917. En ese horizonte la Nueva Asamblea Constituyente habrá de expresar una nueva correlación de fuerzas y de poderes sociales y públicos contrapuesta a la vieja república oligárquica, racista y neocolonial. Una nueva correlación de fuerzas favorable a la aspiraciones de las clases trabajadoras del campo y la ciudad; de los pueblos originarios; de las organizaciones de trabajadores migrantes; de las mujeres y hombres que luchan contra el régimen patriarcal y por el respeto a la diversidad sexual;  de las iglesias progresistas y sus comunidades y de grupos empresariales: grandes, medianos y pequeños que compartan el nuevo proyecto de país.
9.- Las experiencias suscitadas de 1988 a nuestros días, por no ir más lejos han mostrado las enormes potencialidades de la lucha popular, pero también sus limitaciones. Se ha puesto en evidencia la imposibilidad del Movimiento Democrático Nacional para consumar sus triunfos si depende exclusivamente de las concepciones y métodos de lucha de los sectores liberal-progresistas y socialdemócratas que han acaudillado y dirigido los levantamientos o  irrupciones electorales en 1988 y 2006. En esos momentos se ha pecado de caudillismo, de conservadurismo, de confianza en los métodos puramente parlamentarios; menospreciando la acción extraelectoral y los métodos y formas de organización y lucha del movimiento social.
De otra manera y con sentidos de clase diferentes, las dirigencias y las bases de luchas obreras y populares tan importantes como las del magisterio, los universitarios, los electricistas, los mineros, la APPO, el zapatismo y otras semejantes, han pecado de cierta dosis de anarcosindicalismo por decirlo de forma esquemática. De sectarismos, gremialismos, localismos y dogmatismos, que poco han ayudado a comprender las nuevas realidades políticas que se gestaron desde 1988 y 1994. Las cuales eran propicias para disputar la conducción del país a los oligarcas a través de una gran alianza de todos los componentes del Movimiento Democrático Nacional, con fuerte presencia de los sectores populares no liberales.
Para nosotros, lo más lastimoso del asunto, ha sido nuestra incapacidad de articular un movimiento relativamente homogéneo que sea continuidad de quienes en la Colonia, la Independencia, las intervenciones extranjeras, la Reforma, la Revolución y las resistencias contemporáneas han representado la otra cara de la historia. El rostro indígena, femenino, insurgente, obrero y popular, que en cada gran lucha ha pugnado por ir más allá del liberalismo: hacia la liberación nacional y social.
10.- Una visión parcial, sectaria y mecánica sobre los procesos de acumulación y los modos de medir las correlaciones de fuerzas, nos empujó a separar y a contraponer los avances de la izquierda institucional, del sindicalismo reformista, con los registrados en las resistencias civiles sociales, indígenas, campesinas, populares y en el sindicalismo nacionalista y radical. A ello contribuyó ampliamente el patrimonialismo, la burocratización, la derechización y las corruptelas de los funcionarios gubernamentales de izquierda y de sus partidos, pero también la cerrazón de muchos contingentes del movimiento social que se oponían y se oponen a discutir los temas de la lucha electoral, el gobierno y el poder. Aunque a trasmano la mayoría de ellos participa a modo de clientela o de invitado de segunda clase como ocurre en los estados en que el movimiento social es fuerte: Oaxaca, Michoacán, Distrito Federal, Chiapas o Guerrero.
Para muchos la fase de la acumulación de fuerzas, es decir la etapa que precede al cerco y la derrota de los enemigos del pueblo, se ha convertido en una frase y la repiten sin parar toda la vida. En ese modo de pensar que se precia de radical, porque el único momento en que la acumulación de fuerzas llega a su clímax es cuando se produce la insurrección armada, es en realidad conservador por no decir reaccionario. En ese esquema la posibilidad de disputar gobierno y de generar espacios de poder popular, en tiempos no insurreccionales desaparece o debe quedar en manos de los reformistas o lo utopistas. Y si nunca llega la insurrección todo mundo habrá de quedarse en la acumulación de fuerzas hasta el final de los tiempos. Mientras esa opinión predomina los funcionarios de la izquierda institucional se sienten complacidos y más aún la burguesía y sus representantes políticos. Así los trabajadores renuncian al protagonismo y a su derecho  de cosechar los frutos de sus luchas económicas y políticas; su derecho a usarlas como medio de disputa por el gobierno y la supremacía nacional.
11.- Sin la existencia de un movimiento o sujeto radicalmente popular, autónomo, independiente de los liberales progresistas y los socialdemócratas que hoy hegemonizan a los partidos de la izquierda institucional, será muy difícil vencer al imperialismo, a los oligarcas y a sus partidos, iglesias y fuerzas represivas, en las próximas elecciones presidenciales; pero también, en las contiendas por derechos laborales, ambientales, agrarios y comunitarios. El nivel de la disputa subió de nivel como lo muestran los golpes y descalabros de los últimos años.
En el terreno de las luchas electorales donde la izquierda puramente institucional ha triunfado en municipios y gubernaturas, usando a modo de clientela al movimiento civil y social, los progresos para la causa popular han sido mínimos y los costos muy altos; por ejemplo, la permanencia de los gobiernos liberal progresistas del PRD en la Ciudad de México ha propiciado el fraccionamiento del movimiento urbano popular. Mientras en Zacatecas, Chiapas y Guerrero se dan situaciones de franca regresión.
La única manera de avanzar hacia la solución de los problemas cotidianos relacionados con la seguridad, el salario, la comida, la educación, la salud, el empleo, la tierra, la vivienda, la democracia, la dignidad personal y nacional es luchando desde los trabajadores y el pueblo, con independencia de los liberales de izquierda, progresistas o socialdemócratas, por el gobierno y el poder del pueblo. Salvar a la nación y avanzar hacia la emancipación social: hacia la construcción de un país sin pobreza, sin racismo, sin opresión de la mujer y sin explotadores, no está en las manos de los liberales, por más progresistas que sean. Sólo desde los sectores más explotados y excluidos, puede provenir la entereza, la pasión y el saber necesarios para salvar al pueblo todo. Sin romper con los liberales de izquierda debemos asumir desde nosotros la disputa por el gobierno en todos los niveles, la lucha por la representación ética e intelectual de la nación.
12.- En ese contexto la iniciativa de los compañeros del Sindicato Mexicano de Electricistas y de otros compañeros del movimiento social para crear una Fuerza Política es de gran importancia dentro del campo popular. Tiene la posibilidad real de crear un nuevo tipo de unidad dentro de lo movimientos sociales, de fusionar las luchas sectoriales, locales y particulares con la disputa por recuperar la fuerzas productivas de la nación, transformándolas para adecuarlas a las necesidades verdaderamente humanas de los mexicanos y mexicanas. Puede servir de puente entre las tradiciones libertarias, democráticas y comunitarias que nuestros pueblos desarrollaron a lo largo de 500 años y las resistencias actuales. Y sobre todo, puede contribuir a superar las prácticas y las ideas que pretenden condenarnos, a los trabajadores y el pueblo a la condición de subalternos, de clientelas electorales, de fuerza de presión en manos de la burguesía, de sus partidos y caciques.
13.- ¿Qué hacer? Organizar una fuerza político social autónoma, desde la que se tracen programas políticos y planes de acción nacionales, estatales y por sector y se pacten alianzas de tipo electoral y extra electoral, es la tarea principal para poder actuar como fuerza autónoma en la coyuntura 2010-2012. Sobre esa base debemos actuar dentro del movimiento social apoyando en particular las resistencias de electricistas, mineros, petroleros y de los trabajadores del sector aeronáutico, educativo y de la salud. La construcción de una nueva central a partir del Frente Sindical Mexicano, del Sindicato Minero, de las secciones democráticas de la CNTE que así lo dispongan y de otros sectores en lucha es de primera importancia. De igual modo, resulta crucial apoyar el crecimiento de la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales, la consolidación de la Asamblea Nacional de la resistencia Popular y los trabajos del Congreso Social. Además de las luchas regionales que se libran en diferentes estados de la República por los derechos de los pueblos originarios, de las mujeres, de los trabajadores rurales y urbanos, de los jóvenes y  contra la militarización, por el respeto a los derechos humanos, la libertad de presos políticos y la presentación de desaparecidos, entre otros.
Desarrollar los preparativos para participar en la disputa de los gobiernos estatales y locales donde el movimiento social cuenta con una fuerza importante: Nayarit, Michoacán, Chiapas, Morelos y Distrito Federal por citar algunos casos.
14.- En cuanto a la candidatura presidencial para el 2012, es conveniente intercambiar puntos de vista con los sectores de la izquierda institucional que se deslindan de los pactos y las alianzas con Felipe Calderón, los partidos oligárquicos y sus satélites como el verde y el panal. Además hay que generar espacios abiertos con pueblos originarios y todo tipo de organizaciones sociales, civiles, empresariales, del mundo de la cultura, con medios alternativos, para discutir las salidas al desastre nacional y el tipo de gobierno que requiere el pueblo de México y la ruta para alcanzarlo.
Noviembre 7, 2010.











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