Orgullo lésbico-gay: avances y pendientes
C
omo cada año, la celebración del Día del Orgullo Lésbico-Gay congregó ayer a cientos de colectivos y a miles de ciudadanos aislados en las calles de distintas ciudades del mundo, incluida esta capital. Es pertinente reconocer que la marcha de este año se produce en un entorno de avance significativo en el reconocimiento de los derechos de las personas no heterosexuales a escala internacional: un botón de muestra se produjo el pasado 17 de junio, con la aprobación, en el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, de una resolución que aboga por poner alto a la discriminación de los seres humanos por su orientación sexual o identidad de género, y que contó con el respaldo de los países de la Unión Europea; de naciones latinoamericanas como México, Guatemala, Cuba, Ecuador, Chile y Argentina, y de Estados Unidos.
Particularmente destacable, por lo que hace al concierto internacional, es el cambio de matiz registrado en el país vecino del norte hacia los derechos de las llamadas minorías sexuales: el viernes pasado, el presidente estadunidense, Barack Obama, señaló que las parejas homosexuales merecen tener
los mismos derechosque cualquier otra pareja en el país, declaración que empata con la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en el estado de Nueva York. En todo caso, no debe soslayarse que estos cambios y adecuaciones a los enfoques mundiales y a las legislaciones de los países y las regiones del mundo, lejos de ser una dádiva de los gobiernos o los organismos multinacionales, son resultado de décadas de movilizaciones de ciudadanos homosexuales, lesbianas, bisexuales, travestis y transgéneros en todo el mundo, y que constituyen, en ese sentido, muestras de un avance civilizatorio impulsado
desde abajopor la sociedad civil.
México, por su parte, no ha permanecido ajeno a este proceso: en las últimas tres décadas, y mediante la presión y movilización social, los integrantes de la comunidad lésbico-gay, bisexual y transgénero del país han ido conquistando visibilidad y respeto en el conjunto de la población y, desde esa posición, han emprendido la batalla por el reconocimiento de sus derechos y por la adecuación de los marcos legales con la realidad de una sociedad moderna, plural y diversa. En el ámbito social, este proceso ha tenido eco en la disminución de actitudes homofóbicas, que han pasado a convertirse en elementos de vergüenza y reprobación colectiva. En el terreno jurídico, son destacables las adecuaciones a la legislación civil del Distrito Federal que permiten los matrimonios entre personas del mismo sexo, reconocen a éstas el derecho a la adopción y abren la posibilidad de los cambios de nombre y de identidad a las personas transgénero.
Con todo, sería erróneo afirmar que el país ha superado ya su carga de intolerancia, fobias y discriminación contra los individuos con orientaciones no heterosexuales. En diversos ámbitos, especialmente en el interior de la República, la condición de homosexual, lesbiana, bisexual o transexual sigue significando un calvario social, laboral y familiar para quienes la ostentan; en la mayoría de las entidades del país se mantiene una discriminación jurídica que les impide legalizar sus relaciones de pareja, e incluso en instituciones nacionales como el IMSS y el ISSSTE persisten las resistencias a aceptar como derechohabientes a los cónyuges de trabajadores que sean integrantes de matrimonios entre personas del mismo sexo.
Otro aspecto reprobable en el panorama nacional es la ausencia de un registro oficial para los crímenes por homofobia que se cometen en México, pese a que el país ocupa el segundo lugar, por debajo de Brasil, con mayor número de ese tipo de delitos: tal omisión pone en entredicho el pretendido afán legalista de sus acciones de seguridad pública y su compromiso con el estado de derecho.
La persistencia de las actitudes arbitrarias y discriminatorias –por tanto, ilegales– de la autoridad, y de rescoldos de violencia e intolerancia asociadas a la homofobia, dan realce a la vigencia y la necesidad de expresiones cívicas como las registradas ayer en distintos puntos del orbe. Cabe esperar que éstas sigan contribuyendo al avance de las sociedades en el reconocimiento de su propia diversidad.
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