domingo, 1 de abril de 2012

Universitario de la piel a la médula. José Narro Robles. La jornada. 1ro de abril de 2012


Universitario de la piel a la médula
José Narro Robles
Foto
El rector José Narro ofrece condolencias a familiar del doctor Carpizo. En la guardia de honor estuvieron los ex rectores Guillermo Soberón, Juan Ramón de la Fuente y Francisco Barnés de CastroFoto José Antonio López
L
a tarea que me han encomendado es cruel y complicada. Lo es porque debo dar, en nombre de todos, un adiós a un gigante de nuestro país.
Lo es porque me inunda el dolor y porque temo que la fuerza me abandone. Lo es en virtud de que los sentimientos de agobio nublan mi razón.
Hoy es un día triste, muy triste. Padecemos la ausencia de un ser muy querido. Nos hemos reunido para recordarlo, para sumar nuestra pena y también para expresar el orgullo que sentimos por un ser extraordinario. Lamentamos la desaparición del doctor Jorge Carpizo.
La lamentamos profunda y sinceramente. A causa de ella, todos hemos perdido. De muchas y muy diversas formas, a todos nos falta algo desde ayer. Todavía no nos reponemos de la terrible noticia. Es muy temprano para aceptar la fatalidad. Por esto nos hemos congregado, para compartir la desesperanza, para apoyarnos en el dolor. Para rendir un homenaje al doctor Carpizo.
Su vida fue extraordinaria. Nació en 1944 en Campeche y en su terruño realizó, entre 1951 y 1959, sus estudios de primaria y secundaria. En 1963 ingresó a la Universidad Nacional, la perla de sus amores, para cursar sus estudios de derecho. El 9 de febrero 1968 presentó su examen profesional, con el que obtuvo el título correspondiente. Su destacada trayectoria, reconocida por alumnos y maestros, le permitió configurar un jurado fuera de serie, presidido por don Mario de la Cueva e integrado por Luis Recaséns, Jorge Sánchez Cordero, Niceto Alcalá Zamora y Castillo y el maestro Héctor Fix Zamudio.
Luego de obtener la maestría en la London School of Economics and Political Science de la Universidad de Londres, realizó sus estudios doctorales en la Facultad de Derecho de nuestra Universidad, donde el 21 de agosto de 1978 se graduó de doctor. Fue profesor de derecho constitucional en su querida facultad y también impartió cátedra en la de Ciencias Políticas y Sociales, al igual que en otras instituciones de educación superior como profesor o conferenciante invitado.
A lo largo de su vida profesional alcanzó, desde muy temprana edad, responsabilidades extraordinarias. Fue secretario del Instituto de Investigaciones Jurídicas, subdirector general de Asuntos Jurídicos y Abogado General de la UNAM, antes de cumplir 30 años. En nuestra institución también fue coordinador de Humanidades, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas y rector entre 1985 y 1989.
La investigación y la vida académica fueron su mayor área de interés y como parte de los productos de su trabajo son numerosas sus aportaciones al pensamiento jurídico y democrático del país. Sus contribuciones al derecho constitucional son bien conocidas en México y más allá de sus fronteras. Sus obras más importantes fueron traducidas a otras lenguas y tuvieron repercusiones no sólo en la doctrina jurídica, sino principalmente en la vida colectiva.
Su reconocida capacidad también la proyectó fuera de la Universidad. En los años sesenta laboró en la Secretaría de Educación Pública y a fines de los ochenta fue ministro de la Corte. Poco después fue el fundador y primer presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, procurador general de la República y secretario de Gobernación durante el año que cambió la historia de México.
Para describir a Jorge Carpizo faltan sustantivos y adjetivos. Fue un referente, un líder, un guía y un ejemplo a quien vamos a echar de menos en los grandes momentos del país. Se trata de un personaje que fue recio, serio, profesional, dedicado, comprometido, valioso y valiente, estudioso e innovador. Nunca fue, me consta, un hombre cautivado por el poder y menos todavía dispuesto a la autocomplacencia, a la comodidad, a hacer concesiones cortesanas.
Sobresalía por su inteligencia y don de gentes con sus amigos, con las personas correctas, con los que mostraban una conducta positiva. Era duro con sus detractores, con los que se desviaban del cumplimiento de la norma, con los que aprovechaban en beneficio personal una posición, con los que mentían o tenían un comportamiento francamente delictivo.
Hombre de gran capacidad de análisis y de síntesis, constantemente rechazaba la retórica intrascendente. Todo el tiempo estuvo comprometido con la verdad y la justicia, con la ética y los valores laicos, con el trabajo y la defensa de la dignidad de las personas.
Siempre dispuesto a encabezar causas justas, fue un ser primordialmente congruente. Con él era muy difícil equivocarse. Una línea recta articulaba su pensamiento con su decir y con su hacer. No había el menor punto de quiebre en esas dimensiones.
Fue alumno de grandes maestros y mentor de estudiantes sobresalientes, investigador conocido, querido y reconocido en México y fuera del país. Para muchos de quienes asistimos a este acto de homenaje a su biografía, Jorge Carpizo fue un puente entre generaciones. Él nos acercó con muchos de los grandes universitarios, con científicos y creadores, con intelectuales y políticos. También lo hizo con las nuevas generaciones, con sus alumnos del aula, del cubículo, de la vida, que lo seguían con fidelidad por haber sido genuino y generoso.
Él supo ser maestro, discípulo, jefe, colaborador y ante todo amigo muy querido. Un gran amigo como pocos hay en la vida. Un amigo solidario y compartido. Un amigo entusiasta y divertido. Un amigo sin par.
Jorge Carpizo fue muchas cosas, pero se destacó en especial por ser un universitario, uno de los nuestros, uno de los mejores que yo haya conocido. Universitario con la mente y con el alma. Universitario desde la piel hasta la médula. Fue igualmente un mexicano excepcional. Por eso nos deja un hueco enorme. México y la UNAM han perdido a uno de sus hijos más grandes, por eso nuestro luto y nuestro dolor.
Todo lo que emprendió lo hizo bien. A lo largo de su vida y su trabajo nunca pasó inadvertido, siempre destacaba y sus aportaciones en muchos campos son notables. La academia y la cultura, la democracia y la justicia, el magisterio y los derechos humanos están llenos de ejemplos de sus aportaciones. Fue un hombre capaz de imaginar, de proponer, de convencer, de ejecutar, de evaluar y de corregir.
Se trata de un personaje de nuestra actualidad, preparado, culto, con sensibilidad y capacidad de decisión. En la Universidad Nacional y en muchas áreas fue rector. Él sigue siendo rector en nuestra casa y fuera de ella.
Fue un hombre honesto y honorable. Siempre aportó, nunca sacó ventaja personal alguna. Es un ejemplo de probidad. Ahí esta su austeridad en su vida personal. Ahí está su forma de ser y de conducirse en todo, en su hogar, en el trabajo, en la cotidianeidad. Su calidad de vida dependía de la paz interior, de su consistencia, nunca de los símbolos externos y menos de la frivolidad.
Dos ejemplos nos dejó por escrito hace 20 o 30 años y ahora procedo a recordarlos:
El 1º de mayo de 1989 y en virtud de la designación que recibió como ministro de la Suprema Corte de Justicia, el doctor Carpizo decidió renunciar a su plaza de investigador titular C de tiempo completo.
Podía haber pedido una licencia. En este sentido refirió una serie de consideraciones que muestran su estatura moral y la dimensión de su afecto por el instituto. Por eso paso a revisar lo que él escribió en su carta de renuncia y selecciono cinco de sus argumentos y cito textualmente su carta:
1. “Presento la renuncia y no solicito licencia por considerar que, jurídica y moralmente, es lo procedente.
2. “Me duele profundamente tener que retirarme jurídicamente de nuestro querido instituto. Él es parte de mi existencia y en él he pasado los años más agradables de mi vida. Me propongo continuar académicamente ligado a él.
3. “Desde 1965 he estado físicamente y moralmente muy cerca del instituto. Cuando en octubre de 1967, el maestro Héctor Fix-Zamudio me invitó a colaborar como su secretario del instituto, me sentí muy honrado y al aceptar estaba decidiendo algo muy importante: realizaría una carrera académica dentro de la Universidad Nacional.
4. “Durante los tiempos difíciles de mi rectoría siempre sentí la solidaridad y afecto del instituto, lo cual mucho me animó. En este sentido quiero dejar constancia de la lealtad y devoción universitarias de usted (se refiere a Jorge Madrazo) y del maestro Héctor Fix-Zamudio.
5. Hoy, el destino me aparta jurídicamente de la Universidad, del instituto y de la Facultad de Derecho. Sin embargo, tengo toda la intención de continuar, sin ninguna relación jurídica, cerca del instituto y de la Facultad, que siento son una parte importante de mí.
La otra muestra que forma parte de su expediente universitario se remonta a los años 70, cuando, joven y sin que le sobrara el dinero, recibió un incremento por concepto de su antigüedad como académico.
Al considerar que el aumento le correspondía sólo en su tarea como profesor y no en su plaza de investigador, se dirigió al director general de personal para que “…a la brevedad posible se me descuenten las cantidades que me han sido indebidamente cubiertas”.
La respuesta del área técnica correspondiente corrigió su obsesiva pulcritud; cito la respuesta: Su antigüedad académica es una sola y los pagos que sobre el particular le ha hecho la universidad son correctos.
A la familia del doctor Carpizo, a sus amigos y compañeros de aventura, mis sentimientos más profundos de solidaridad. La tranquilidad me alcanza cuando pienso en lo que hizo y en lo que creyó. La angustia me inunda cuando comprendo que no lo veré ya más. Sus enseñanzas y su fortaleza me cobijan, su pérdida me abruma y me conmociona.
¿Qué vamos a hacer sin sus consejos y sin sus propuestas? ¿Qué vamos a hacer sin su lucidez y determinación? ¡Qué falta nos genera su partida anticipada! ¿Por qué tenía que pasar? ¿Por qué teníamos que perderlo de forma tan prematura? No estábamos preparados para ello.
No es posible alcanzar la resignación que reclama nuestra aflicción.
Concluyo recordando la frase de don Alfonso Reyes pronunciada en la despedida luctuosa del maestro Antonio Caso, la cito: Ha de pasar mucho tiempo para que el polvo se organice en otra estructura de igual excelsitud y fineza. Para Jorge Carpizo, universitario magnífico, nuestro recuerdo permanente y el reconocimiento de todos a su obra, a su ejemplo, a su lucha de siempre en favor de la dignidad humana. Hoy, hoy es un día muy triste. El primero que vivimos sin la presencia física de Jorge Carpizo
Por mi Raza Hablará el Espíritu

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