Cúpulas obreras se han corrompido: Cárdenas
Cuauhtémoc Cárdenas, reflexiona en entrevista con Excélsior sobre su trayectoria política, la situación que vive la izquierda, Pemex y el sindicalismo mexicano, entre otros temas
27/04/2014 08:05 Pascal Beltrán del Río
Primera de dos partes
CIUDAD DE MÉXICO, 27 de abril.- “Costó, por lo menos, 600 muertos” construir el Partido de la Revolución Democrática (PRD), la izquierda que no existía en el país hasta 1989, sin embargo, hoy es una fuerza política “en declinación que puede todavía recuperarse”.
De esta forma reflexiona en entrevista con Excélsior el líder moral y cofundador del PRD Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien rechaza que competirá por la presidencia nacional del partido justificando que una contienda interna significaría “una división menor o mayor” que, a toda costa, debe evitarse.
Cuauhtémoc Cárdenas cumple 80 años este 1 de mayo, cuatro días antes del 25 aniversario del PRD. Es “un año más” celebrando con la familia, dice el ingeniero, pero otro día más para analizar “cómo anda el país, qué nos toca hacer, cómo estamos retrocediendo”.
Agrega que pareciera ser nuevamente el México de antes, “donde la consigna era ‘sigamos la directriz del señor Presidente y ningún otro principio’”. También expone que a través de los años se ha permitido que la violencia crezca, sobre todo en el estado donde empezó su carrera política: Michoacán.
Su onomástico coincide con el Día del Trabajo, conmemoración que “casi ya no se marca” por los mexicanos, pues, en las últimas décadas, las cúpulas obreras se han corrompido y entregado a los gobiernos.
Explica entonces que pese a tres celebraciones próximas (dos nacionales y una personal) los mexicanos, el PRD y él no tienen “mucho que celebrar”.
—Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, muchas gracias por la entrevista.
—Pascal, qué gusto que estés aquí con nosotros.
—Cuénteme qué significa para usted cumplir 80 años.
—Pues uno más simplemente. Un año más, una oportunidad de estar ese día con la familia, principalmente, y con algunos amigos, pero es un día como todos los cumpleaños.
—Sin reflexiones sobre la vida, su trayectoria...
—Bueno, éstas son de todos los días, Pascal, de cómo anda el país, qué nos toca hacer, cómo estamos retrocediendo, pues eso es desafortunadamente todos los días, porque no hay mucho que celebrar en estos últimos tiempos.
—Ingeniero, por ahí leí que usted nada todos los días…
—No todos los días, pero tres o cuatro veces a la semana trato de hacer algo de ejercicio.
—Su rutina personal…
—Es rutina, para un problema de espalda o de rodilla, y esto ayuda.
—En estos años usted me dice que reflexiona todos los días sobre el pasado, e imagino también sobre el presente y el futuro, pero refiriéndonos al pasado, ¿hay algo que usted hubiera hecho de manera distinta?
—Creo que las cosas que se hacen, las cosas que yo he hecho, pues se han hecho en función de lo que se ha debido y de lo que se ha podido. La vida de todos los días tiene una rutina, tiene un trayecto más o menos preestablecido, con la posibilidad de cambiar en cualquier momento. Pero creo que no, creo que lo que he podido hacer o lo que he hecho lo hubiera hecho en cualquier forma; si se hubieran presentado las circunstancias de otro modo, pues también hubiera sido seguramente distinta la forma de actuar.
—¿Hay alguien que haya sido importante para usted que por distintas circunstancias haya dejado de ver por olvido, por una separación y que quisiera usted volver a ver?
—En primer lugar a mis padres, que fueron en todos los sentidos formadores y guías cariñosos, todo lo que uno puede tener, y desde el momento en que faltaron, siguen haciendo falta.
—¿Y amigos, en general?
—Pues también algunos amigos se han quedado en el camino, otros, por circunstancias de la vida, han seguido rumbos distintos; con algunos nos hemos vuelto a reencontrar, con otros no, y con otros hemos seguido juntos por muchos, muchos años.
—¿Alguna separación que personalmente le haya pesado…?
—No, no podría hablar de eso. Yo creo que todas las separaciones que pudieron haberse dado en mi vida han sido explicables, quizá no deseadas, no deseadas por mí en muchos casos, o en algunos casos porque no han sido muchas las separaciones, pero yo diría muy comprensibles de acuerdo con las decisiones que cada uno ha tomado.
—Cuando salió usted del PRI hubo gente que le dio la espalda…
—Bueno, cuando salí del PRI hubo gente con la que tenía un trato cordial que, efectivamente cambió de formas, cambió de estilo, empezó a comportarse respecto a mí de manera distinta, pero eso era comprensible de acuerdo con los intereses que cada quien tenía, y también te permite valorar a las personas y valorar, entre comillas, a las amistades.
—Las que están en las buenas y las malas…
—Las que están en las buenas y las malas.
—Ingeniero, nació un Primero de Mayo; debe ser una fecha muy importante para usted...
—Pues mira, sobre todo importante cuando iba yo a la escuela, porque era un día feriado.
—No tenía usted clases.
—No tenía clases.
—Y ya creciendo, la implicación…
—Pues ya creciendo, entendiendo la significación del Primero de Mayo, la lucha de los trabajadores por sus derechos y, pues qué te puedo decir, el gusto de haberme adelantado un mes a lo previsto por mi madre para llegar precisamente el día primero.
—Oiga, el Primero de Mayo pues se festejaba de otra manera en el México de hace unos años; casi ya no es un día que se marque políticamente, ¿qué piensa usted al respecto?
—No es un día que se marque, Pascal, porque los últimos gobiernos no han sido favorables a la expansión y el fortalecimiento de los derechos obreros. En los últimos decenios no ha habido mucho que celebrar para la mayoría del pueblo mexicano. Las celebraciones (y lo pongo totalmente entre comillas) de las cúpulas obreras corruptas, entregadas a los intereses contrarios a los trabajadores, los desfiles dizque obreros de esas cúpulas sindicales, pues yo diría que no tienen mucho que celebrar, y desafortunadamente muchos gobiernos a lo largo del tiempo compartieron esa fecha con justamente esas cúpulas que se habían eternizado, y que algunas siguen eternizadas en los distintos organismos sindicales.
—¿Es bueno que aquella forma oficialista, la de festejar el primero de mayo, ya no exista?
—Yo creo que sí, es bueno que esa forma no exista, pero debería haber una mayor presencia de los movimientos obreros independientes.
—¿Cómo siente el sindicalismo en México en estos tiempos?
—Desafortunadamente muy reprimido, muy limitado por el Estado mismo, por las propias cúpulas sindicales que están caminando junto a un Estado que no es favorable con los intereses de los trabajadores y, en general, a los intereses del país, y pues con la necesidad de revitalizarse, como creo que le sucede al movimiento sindical de prácticamente todo el mundo, o al menos en el mundo occidental en estos momentos.
—Del sindicato de Pemex
—Pemex, que ha sido una institución importante para el país y sobre todo de la que usted ha hablado y escrito mucho—, ¿qué opinión tiene?
—Pemex, que ha sido una institución importante para el país y sobre todo de la que usted ha hablado y escrito mucho—, ¿qué opinión tiene?
—Que como todos los grandes sindicatos del país, electricistas, etcétera, tendría también que buscar cómo democratizarse, cómo tener más participación las bases trabajadoras en las decisiones sindicales y por lo tanto tener más autonomía como organización de los trabajadores petroleros.
—Parte de la debilidad que pudiera tener Pemex tiene que ver con lo que ocurre en el sindicato…
—Parte de la debilidad y defensa de los intereses de Pemex, de los verdaderos intereses de Pemex… Pemex como un organismo estatal vinculado a una actividad estratégica, que por cierto le han quitado esa calidad las últimas reformas y que yo espero podamos revertirlas. Sí haría falta un sindicato más fuerte, más independiente que interpretara (me refiero a las direcciones, a las distintas direcciones sindicales) mejor el verdadero sentir de los trabajadores respecto a cuál debiera ser la política petrolera del Estado mexicano.
—A partir de sus primeros recuerdos y lo que usted conoció después, ¿cómo era ese México de hace 80 años?
—Era un México más pequeño en todos los sentidos, es decir, si hablamos de cifras de crecimiento; decía algún anuncio de radio: ‘20 millones de mexicanos no pueden estar equivocados’. Ser un país de la quinta o sexta parte de la población de lo que actualmente tenemos, ciudades más pequeñas, la Ciudad de México mucho más pequeña, yo creo que andaba alcanzando el millón de habitantes, sin congestionamientos de tránsito. Un país que —esto es importante señalarlo— estaba avanzando, progresando; la gente estaba mejorando en sus condiciones de vida, en lo general con el reconocimiento de los derechos obreros, con la Reforma Agraria, con las medidas y programas del Estado, con los esfuerzos también de mucha gente que en el campo privado estaba empujando el progreso del país, y esto se mantuvo por muchas décadas, después de cuando yo nací.
—Sus primeros recuerdos son en el rancho La Hormiga, después llamado Los Pinos por un lugar de Tacámbaro, donde sus padres se conocieron.
—Se conocieron, y habían quedado en que la casa que tuvieran le pondrían el nombre de Los Pinos, en recuerdo a ese primer encuentro.
—¿Cómo era ese lugar, ingeniero, cómo lo recuerda?
—Primero era una casa más modesta, es la que se llama Casa Lázaro Cárdenas, que ahora está incluso remodelada. Era una casa mucho más sencilla en aquella época, con un jardín muy amplio, desde luego, sin barda, había apenas una malla de ciclón y un seto de truenos alrededor del predio, no entraba nadie. En la puerta había un portero, había una pareja que se relevaba; no había guardia militar dentro de Los Pinos. Era una vida mucho más sencilla, una vida de familia la que teníamos interiormente, por más que había un espacio pequeño de oficina. Yo creo que serían unas tres habitaciones amplias para la oficina del Presidente, algún secretario que trabajaba con él, y eventualmente un trabajador más, pero dentro de Los Pinos no había una oficina amplia o edificio como hay actualmente.
—¿Su cuarto estaba ahí mismo, en la casa, en la planta de arriba?
—En la casa, en la planta alta de la casa.
—El general venía a Palacio Nacional a trabajar...
—Venía de despachar desde temprano, en la mañana. Yo, a los cuatro o cinco años, lo acompañaba a veces hasta Palacio y luego me regresaba. Generalmente llegaba a comer entre cuatro y cinco de la tarde y en la noche trabajaba en la oficina de Los Pinos cuando no tenía alguna razón para ir a Palacio.
—¿Qué amigos tenía usted en esa época?
—Muchos, muchos amigos, algunos que he conservado y otro que he perdido hace pocos años, pero algunos que he podido conservar todavía, como Raúl Castellano… El que he perdido fue José Altamirano, abogado laboral que se dedicó a su profesión por muchos años. Raúl Castellano vive todavía, compañero y amigo, hijo de un colaborador de mi padre. Sí había un buen grupo de amigos en esa época con quienes yo convivía, y aparte había un grupo de muchachos y muchachas que mis padres habían invitado a estar en Los Pinos, con quienes por razones de edad no convivía yo tan frecuentemente, pero que ahí jugaban y estaban con nosotros, con los más pequeños en el jardín.
—Usted empieza a ir a la escuela antes de que termine el sexenio del presidente Cárdenas…
—Yo empiezo a ir a la escuela, a un jardín de niños en la colonia Del Valle, Brígida Alfaro, que todavía existe, ahí está, y ahí me llevó mi padre a inscribir y que yo hiciera un año.
—Porfirio Muñoz Ledo también estaba en esa escuela.
—Entiendo que Porfirio estaba también en esa escuela, pero no recuerdo muchos nombres de esa escuela. El abogado al que me he referido, José Altamirano, también estudió en esa escuela, nos llevó mi padre a inscribirnos a los dos...
—La primaria, ingeniero…
—La primaria fue un tanto
desordenada, por llamarle de algún modo. La empecé en Jiquilpan (ese fue el año en que mis padres habían dejado la Ciudad de México y nos fuimos a vivir a Michoacán), la hice entre Jiquilpan y Pátzcuaro el primer año, porque ellos se movían principalmente entre estas dos poblaciones, entonces estaba inscrito en la escuela en Jiquilpan y Pátzcuaro porque pasaban un mes o tres semanas en estas poblaciones.
desordenada, por llamarle de algún modo. La empecé en Jiquilpan (ese fue el año en que mis padres habían dejado la Ciudad de México y nos fuimos a vivir a Michoacán), la hice entre Jiquilpan y Pátzcuaro el primer año, porque ellos se movían principalmente entre estas dos poblaciones, entonces estaba inscrito en la escuela en Jiquilpan y Pátzcuaro porque pasaban un mes o tres semanas en estas poblaciones.
“Terminé el primer año en la escuela que se llama Francisco I. Madero de Jiquilpan, ahí empecé el segundo año y ahí mi padre fue a hacerse cargo de la comandancia de la región militar del Pacífico.”
—En Baja California Sur...
—En Norte, en Ensenada. Pero primero había la idea de que fuera a Mazatlán, entonces me fui a segundo año a Mazatlán, después me fui a Ensenada y a mediados de año regresó a México. Terminó esta comisión, se vino hacer cargo de la Sexta de la Defensa y entonces regresé a Jiquilpan, pero como el noroeste en esa época tenía un calendario distinto al del centro del país, cuando yo llegué allá estaba el segundo año terminando y yo lo terminé a mediados de año en Ensenada y llegué a Jiquilpan a tercer año, a mediados de año también, y de ahí nos vinimos a México y aquí estuve en tres escuelas.
—Todavía en primaria.
—En tercer año de primaria, primero en Santa María, porque llegamos a la casa de mis abuelos, después nos fuimos a vivir a Guadalupe Inn, al sur de la ciudad, y entré a una escuela que estaba cerca de la casa, después tuve ahí un problema y me cambiaron a otra escuela en San Ángel, la escuela Porfirio Parra, y terminé tercero de primaria. Entonces, primero, segundo y tercero fueron muchas escuelas.
—Muchos cambios, lo cual para un niño de primaria incide en no poder tener amigos…
—No, pues afortunadamente hice amigos en todas partes, y luego mantuve a los amigos, aquí en México.
—¿Cuánto tiempo permanece en la Ciudad de México?
—A partir de ahí, el cuarto año ya entro al Colegio Williams, ahí hago del cuarto año hasta el tercero de secundaria. Son seis años de escuela, y la preparatoria la voy hacer a Morelia, en el colegio de San Nicolás de la Universidad de Michoacán.
—¿Cómo era ser hijo de un ilustre expresidente?
—Significó primero el que quizá los compañeros notaban o parecían sentir alguna diferencia, pero yo creo que el trato amistoso, etcétera, hizo que no significara nada y fuera un compañero más de todos. Con muchos del Colegio Williams —unos cuantos diría yo ahora— nos seguimos reuniendo desde que salimos en 1948; terminamos la secundaria, pero nos hemos seguido reuniendo, todavía nos seguimos viendo un puñado de compañeros de esa época.
—¿Cómo se llevaba el general Cárdenas con los presidentes, con Ávila Camacho, con Alemán, con Ruiz Cortines, cómo era la relación?
—Yo creo que había una relación cordial. Con el general Ávila Camacho había sido su colaborador cercano, había una amistad familiar, y pues mantuvo una relación además de colaboración. Fue primero comandante de la región del Pacífico y luego secretario de la Defensa Nacional hasta que terminó la guerra, el día que se firmó el armisticio con Japón, que Japón se rindió, pues en ese momento él presentó su renuncia y a los pocos días seguramente le fue aceptada y no volvió a tener ningún cargo militar.
—Suelen hacerse, trazarse diferencias muy grandes entre el cardenismo y el alemanismo…
—Sí, efectivamente, yo creo que hubo un fuerte retroceso, sobre todo en materia agraria, educativa; hubo una reforma en materia agraria aprobada en los primeros días del gobierno del licenciado Alemán, a fines de diciembre de 1947, que fue votada y propuesta esa reforma por quienes después serían presidentes, López Mateos y Díaz Ordaz.
—En ese tiempo lo que se esperaba de un expresidente es que no interviniera.
—Que no interviniera en las cuestiones de política diaria y desde luego de política electoral. Eso sí fue una disciplina que mi padre se impuso, de no tener ninguna intervención en política de carácter electoral, pero cuando él creía que en materia de petróleo o en materia de reforma agraria tenía que decir algo, lo hacía, pues siempre había oportunidad de decirlo en alguna entrevista, artículo, la invitación que le hacía algún grupo para reunirse con él.
—Y eso tiene que ver con el hecho de que cuando regresa Plutarco Elías Calles al país siendo el presidente el general Cárdenas…
—Regresa cuando es Ávila Camacho presidente.
—Sí, pero hay una declaración de Plutarco Elías Calles que provoca un cambio en el gabinete del general Cárdenas.
—Bueno, eso es muy al principio del gobierno, en el principio del gobierno el general Elías Calles pretende seguir interviniendo en los asuntos del Ejecutivo, viene un choque entre los dos, entre el presidente y el general Calles, mi padre le pide la renuncia a todo el gabinete.
—A los pocos meses...
—En junio de 1935, a los seis o siete meses de estar en el gobierno le pide la renuncia a todo el gabinete, hace algunos cambios importantes. El general Calles va a Estados Unidos, regresa y luego sigue habiendo algunos problemas y se decide que el general Calles salga del país. Esto es, no se procede como se procedía en épocas anteriores de resolver esto con uno o varios balazos, sino como la salida del general Calles del país acompañado de tres civiles.
—¿Se vuelven a ver?
—Se vuelven a ver justamente cuando México declara la guerra y mi padre acababa de aceptar la Secretaría de la Defensa Nacional en Palacio Nacional. Ese día se reencuentran cuando el general Ávila Camacho convoca a todos los expresidentes a presidir este acto de que México declarara la guerra y muestran la unidad en torno al Presidente. Ahí se encuentran, y relataba mi padre que al estar despidiéndose todos del presidente de la República, habían subido a su despacho, el despacho presidencial, él se había apartado a platicar con alguna persona ahí en ese sitio y cuando ya se iba el general Calles, el general se regresó a despedirse de mi padre y después entiendo que se vieron un par de veces, no sabría decirte exactamente cuándo, un par de veces, porque el general Calles murió en 1945.
—¿Cuál ha sido para usted el sexenio más complicado en términos de que el general Cárdenas no compartiera la política del gobierno, tuviera mayores diferencias?
—Sin duda los sexenios de López Mateos y Díaz Ordaz, cuando mi padre fue un defensor y una persona que estuvo continuamente insistiendo en que se liberara a los presos políticos, a los ferrocarrileros, a Siqueiros, a Filomeno Mata, después a los del 68, fueron sin duda los años de relación más difícil de él con el gobierno, siempre manteniéndose en el gobierno. Creyendo que sin una ruptura brusca tendría más facilidad para lograr que salieran. No lo logró; fue yo creo una de las más grandes frustraciones que él se llevó, el no haber logrado que los presos políticos hayan sido puestos en libertad, pero hay muchas constancias en sus apuntes y constancias públicas de que estuvo insistiendo en la liberación de los presos políticos.
—¿Por qué Ingeniería?
“Seguramente porque me tocó acompañar a mi padre en muchas ocasiones cuando hacía visitas. En muchos periodos de vacaciones, sobre todo en las vacaciones largas que teníamos a fin y principios de año, invitaba a la familia y también algunos amigos, de paso amigos míos, a hacer algunos recorridos, y en esos recorridos era frecuente que visitara algunas obras que se habían hecho en su gobierno, que fuera a visitar algunas obras que estaban en construcción, que eran proyectos importantes para el país. Seguramente por esto y las pláticas con él, después el que él se haya hecho cargo en el 47 del desarrollo de la cuenca del río de Tepalcatepec, en Michoacán; fundamentalmente era un proyecto de desarrollo pero con mucha vinculación con la ingeniería. Seguramente todo esto me llevó a estudiar ingeniería y a entender además que la ingeniería no es sólo técnica, sino que también tiene muchas vinculaciones con las cuestiones sociales, desde que se tiene que trabajar con gente para los diseños, para las construcciones, para organizar una obra, para atender no sólo lo meramente técnico, sino los servicios que tienen que ir con una construcción grande, hospitales o servicios de salud; todo esto me llevó seguramente a la ingeniería y a interesarme por cuestiones del desarrollo regional, etcétera.
—¿Y a participar en política en qué momento lo decide, en qué contexto?
—Yo creo que participar en política no electoral siempre que tuve alguna oportunidad.
—Movimiento de Liberación Nacional...
—Círculo de Estudios Mexicanos, primero, que era simplemente un foro de discusiones, de reflexión, donde había mucha gente que sabía de cosas, yo iba ahí de joven a aprender más que nada, después en el Movimiento de Liberación Nacional que no tenía un carácter electoral y finalmente, ya faltando mi padre, en ese momento el candidato López Portillo me invita a ser candidato a senador por Michoacán, pues acepto y decido participar, y de entonces para acá ha sido actividad política, política en la que me he desarrollado. Ya no sólo técnica o técnica política, sino principalmente de carácter político.
—En aquellos días que dice usted que en el Círculo iba a escuchar, a aprender, ¿a quién admiraba políticamente?
—Había mucha gente muy importante y muy interesante en México, esto es Alonso Aguilar y Fernando Carmona, economistas muy destacados, maestros eméritos de la universidad; el doctor Guillermo Montaño, un oncólogo conocido; el doctor Enrique Cabrera, hijo de Luis Cabrera, cardiólogo también, que murió, por cierto, muy joven; el ingeniero Manuel Mesa Andraca, que fue de los fundadores o que echó a andar el proyecto de Chapingo como escuela de agricultura; el ingeniero Jorge L. Tamayo, un geógrafo muy destacado en el país, en fin, mucha gente a la que había que aprenderle muchas cosas.
—Bueno, pero decide participar como candidato del Senado…
—Así es.
—¿Qué quería usted lograr en ese momento?
—Para mí se abría una oportunidad de conocer más a fondo y de vincularme más con Michoacán; sin duda ésta fue la razón principal que me llevó a aceptar esa propuesta del candidato López Portillo. Yo le dije que tenía mucho interés en colaborar en algún cargo en el Ejecutivo, pero que no me atraía mucho lo del Legislativo. Él me dijo “por qué no acepta el reto de una elección”, y le dije: “Pues si esto le sirve a su campaña voy, pero repito, yo quisiera estar en una cuestión más dinámica, más cerca de usted”. Y eso se lo dije además cuando terminó la campaña, ya con resultados electorales. Pero me permitió recorrer Michoacán; no era frecuente que los candidatos a senador en esa época recorrieran todos los municipios, yo recorrí los 113 municipios del estado, todos los distritos que había en aquella época, muchas comunidades pequeñas donde los candidatos a senador no iban, y esto me permitió una vinculación con Michoacán que no tenía. Conocía yo muchas partes por razones familiares, por haber acompañado a mi padre en muchos recorridos, pero no había ido a los 113 municipios ni recorrido con todo cuidado, diría yo, las ciudades principales, las colonias de Morelia, de Uruapan, de La Piedad, de Zamora.
—Un Michoacán que había vivido conflictos en el gobierno de Arriaga Rivera, ¿qué estado era ese de Michoacán?
—Mira, había vivido conflictos que afortunadamente la mayor parte de ellos se habían superado. Yo recibí, debo decir, un estado tranquilo, había algunos que empezaban a darse con la delincuencia, pero nada parecido a lo que hay actualmente.
—Ya desde entonces…
—Ya desde entonces, principalmente por las informaciones que se tenían de tráfico y cultivo de mariguana, más que otra cosa, algo de amapola, pero en fin, en una dimensión mucho muy menor a lo que tenemos actualmente.
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