La
tentación de la primavera
Déjese aquí cuanto sea recelo;
Mátese aquí cuanto sea vileza.
Dante, La divina comedia
La tragedia del Rey
desnudo y la “fábrica de sueños” en quiebra
La irrupción de los
jóvenes que hoy dan vida al Movimiento #YoSoy132 (M132) echó por tierra el
escenario político electoral construido a lo largo de seis años por el gobierno
de Felipe Calderón y sus aliados: el Partido Revolucionario Institucional
(PRI), el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), el Partido Nueva Alianza
(PANAL), el gobierno de Estados Unidos y las multinacionales, entre las que
destacan Televisa y TV Azteca. De acuerdo al plan, la
disputa electoral debía darse entre los principales partidos de la derecha: el
PAN y el PRI; con un candidato triunfador que ganaría la contienda por un
amplio margen de votos relegando al candidato de la izquierda electoral y
progresista a un lejano tercer lugar. De esta manera garantizarían la
continuidad y la radicalización de las reformas estructurales de derecha, relegitimando al viejo
régimen oligárquico, priísta-panista, que nunca acabó de transitar a la
democracia.
A estas alturas, el
proyecto de una sucesión presidencial pactada y regulada por las fuerzas
abiertamente derechistas ha fracasado. Los jóvenes del M132 contribuyeron
decisivamente a derrumbar toda posibilidad de legitimar electoralmente la
victoria de Peña Nieto y del régimen oligárquico; de justificar el proceso de
ocupación nacional o de recolonización que a nombre del libre comercio y de las
reformas estructurales derechistas se viene dando desde hace 30 años.
Sin legitimidad
electoral, los efectos de las crisis políticas derivadas de las elecciones
fraudulentas y los “golpes de estado técnicos” de 1988 y 2006 y de la rebelión
zapatista de 1994 difícilmente podrán superarse. Sin un triunfo electoral
convincente, los rasgos antidemocráticos, antinacionales, ilegales y
autoritarios del régimen tienden a pasar a primer plano con el consiguiente
desgaste de los aparatos del estado y de los medios de comunicación que lo
soportan. Sin la coartada de la legitimidad electoral, es imposible seguir
ocultando que el viejo régimen político oligárquico priísta-panista transita
hacia la implantación de una nueva dictadura civil militar, propia de una
economía criminal.
En el nuevo sistema
de dominación neoliberal, el terror de estado ha pasado a ser el eje de
las políticas de control social y territorial ensayadas por los últimos
gobiernos bajo el disfraz de una guerra contra la delincuencia. Guerra
calificada como de cuarta generación por diversos analistas
políticos y que formalmente fue declarada por Vicente Fox, Felipe Calderón y
George Bush en 2006. Como lo han constado
numerosos estudiosos, en la campaña de terror estatal confluyen fuerzas
institucionales estatales y poderes facticos, ejércitos y policías articuladas
con empresas y bandas delictivas que operan bajo la tutela del estado mexicano
y estadounidense a través de la CIA, la DEA y otros organismos extranjeros.
En ese nuevo tipo de
guerra, que en el caso mexicano debe ser calificada como terrorismo de estado,
los medios de comunicación juegan un papel de comando, de dirección que no
tenían en épocas pasadas. De apoyadores, apologistas y cómplices pasaron a
ocupar un papel dirigente, a participar directa y sistemáticamente en el diseño
de estrategias
para el combate contra quienes son catalogados de “enemigos internos”. Puede
decirse que estas empresas, como Televisa y Azteca, entre otras, operan como
mercenarios a sueldo de gobiernos, empresas y personajes como Peña Nieto. Con
la diferencia, con respecto a los “soldados de fortuna” a quienes únicamente
les importa la paga y les tiene sin cuidado si comparten o no los intereses o
la ideología de sus patrones; en cambio, en el caso de las televisoras y otras redes
privadas, sus dueños y los empleados de primer nivel son parte de uno de los
bandos y comparten, en lo fundamental, los fines y la ideología de los
gobiernos y partidos de derecha que los contratan.
La información
periodística y la verdad histórica quedan secuestradas, se trasladan al campo
de guerra donde son manipuladas por los grandes medios de comunicación. Los
asesinatos, secuestros, golpizas, despidos y las amenazas sufridos por los
periodistas que osan desafiar este modelo, no son accidentales, forman parte de
las operaciones terroristas contra el enemigo interno y contra la verdad, para
la construcción social del miedo. Por eso México es uno de los lugares más
inseguros para el ejercicio del periodismo. La pretendida neutralidad u
objetividad de las empresas de información es inexistente.
No obstante el poder
del enemigo, el despertar juvenil ha modificado sustancialmente la coyuntura
electoral del 2012. Luego de la movilización del 11 de mayo en la Universidad
Iberoamericana y el 19 de mayo contra Enrique Peña Nieto, la disputa dejó de
ser entre el PRI y PAN, para convertirse en una disputa entre Peña Nieto y
López Obrador, y en una contienda de amplios sectores sociales contra el
candidato priísta.
A partir de esas
fechas se produjo un cambio en el ambiente político nacional y en la
correlación de fuerzas. Algo semejante a lo ocurrido en diferentes países de
América Latina donde los neoliberales recalcitrantes han sido desplazados del
gobierno por levantamientos civiles, donde participan partidos, movimientos y
dirigentes tradicionales o institucionales, al lado de movimientos sociales y
civiles llamados independientes.
En México, tal vez
más que en otros países de Latinoamérica, no es posible vencer a la oligarquía
y a sus partidos sólo con votos, cuidando las casillas, se requiere del
alzamiento civil pacífico, complemento indispensable para el triunfo de una opción
electoral no oligárquica.
Antes de la irrupción
juvenil Andrés Manuel tenía escasísimas posibilidades de remontar al candidato
priísta. Gracias en gran medida al M132 la tramoya construida por los medios de
comunicación y las encuestadoras se vino a pique con todo y candidato priísta,
colocando en un verdadero aprieto a las multinacionales y a quienes promueven
la escalada de reformas para consumar el saqueo del país. La primera línea de
sus ejércitos en esta batalla, los medios de comunicación privados, está
mellada.
En las nuevas
circunstancias de derrumbe de la conjura mediática, Peña Nieto y el viejo
régimen priísta panista ya perdieron las elecciones y la oportunidad para
relegitimar electoralmente el sistema de dominación. No tienen como justificar
la legitimidad y la legalidad de una victoria electoral en el nuevo contexto.
Una vez que ha sido derribada la superioridad virtual de Peña Nieto, la
percepción generalizada en la opinión pública, que hasta hace unos días
dependía de los medios, es la de que el PRI sólo puede triunfar a través del
fraude y la imposición; por medio de un golpe de estado menos “técnico” y más
violento.
La bestia está
acorralada, por eso han desatado una virulenta contraofensiva.Avanza el nuevo
cerco informativo contra todo movimiento opositor y el empleo de la violencia y
de cuerpos de choque contra los que se atreven a encarar a Peña Nieto es cada
vez más frecuente; al igual que las cooptaciones de grupos panistas y
experredistas. El manejo de la imagen para ocultar el número de participantes y
el sesgo informativo dado a la marcha del 10 de junio de los anti Peña Nieto,
que intenta presentarla como una movilización que mayormente rememora la
masacre estudiantil de 1971, es un ejemplo de manipulación del trato mediático que viene.
Pero no todo es
invisibilizar, satanizar, golpear, cooptar y dividir a sus opositores. En su
ofensiva todo se vale y todo puede ser aprovechado, particularmente nuestras
debilidades: desde los errores, soberbias e intolerancias de Javier Sicilia o
del mismo Obrador, hasta los desplantes anarquizantes y ultraizquierdistas.
Además de las ingenuidades y la mala fe de quienes aconsejan a los jóvenes el
limitarse a los puros aspectos procedimentales del juego electoral, en aras de
despojar a la lucha por la democracia de sus contenidos de justicia social y
soberanía nacional, de su carácter antineoliberal y tendencialmente
anticapitalista; de su naturaleza anti Peña Nieto. Personaje que en este
momento es el representante más notable del partido de la guerra, la violencia
y el terror de estado; la viva encarnación del enemigo principal: la oligarquía
y el imperialismo estadounidense y español.
El M132 ha exhibido
los límites de la videocracia, la fragilidad y el avanzado proceso de
putrefacción del sistema político y económico oligárquico; sus tendencias
dictatoriales profundamente represivas. Su incapacidad para mantener bajo
control su propio terreno, el de la lucha electoral inequitativa y trampeada;
acompasada por la manipulación mediática. Estamos de nuevo, de cierta manera,
en 1988, 1994 y 2006, ante la posibilidad de derrotar a la oligarquía en el
terreno electoral y de romper la inercia dominante: el desastre neoliberal y la
ocupación neocolonial.
Hablando de fraudes y
traiciones: ¿podemos derrotar la imposición que viene?
No hay lugar para las
ilusiones, “los amos de México” han perdido una batalla, muy importante, pero
no la guerra. No han aceptado la posibilidad de la derrota electoral y si se
ven obligados a reconocerla, será bajo la forma del mal menor. Acostumbrados a ganar
y a que cuando pierden arrebatan, han radicalizado el terror mediático. Nada
puede existir si no es nombrado por ellos. Pero también afinan toda la
maquinaria del fraude electoral: las compras de votos, acarreos, relleno de
urnas, extravío de centros de votación, trampas cibernéticas y el uso
generalizado de sus grupos de choque, institucionales e irregulares. La compaña
para reposicionar a Vázquez Mota, de emparejarla con Obrador después del
segundo debate, en es una variación de la estrategia original de Televisa a
favor de su candidato Peña Nieto.
Si bien, en estas
elecciones no está en cuestión el poderío económico de la oligarquía mexicana y
de los capitales extranjeros, ni de muchas de sus prerrogativas políticas; sus
planes de ocupación y despojo del país, que van de la mano con sus proyectos
para mantener y elevar sus ganancias en el contexto de nuevas recesiones
nacionales y planetarias, pueden verse afectados gravemente si pierden el
control del gobierno en un contexto de insurgencia civil no mediatizada.
Fenómeno que ya está ocurriendo.
Y como tontos no son,
invierten una parte importante de sus fuerzas con el fin de aislar a cada uno
de sus enemigos; de separar sus causas y de desaparecer las reivindicaciones
generales, para mantenerlos en terrenos de lucha favorables a la
instrumentación del fraude y la imposición.
En primer lugar,
persiguen sitiar al movimiento más dinámico, potencialmente más incontrolable,
al M132. Reducirlo a movimiento estudiantil, evitar su conversión en movimiento
popular, en Asamblea del Pueblo Mexicano contra el fraude y la imposición de
Peña Nieto. De lograrlo achicarían las oportunidades de Andrés Manuel. En
segundo término, presionan al movimiento encabezado por Obrador, para que se
mantengan en los estrechos marcos electorales impuestos por ellos; pero
también, en la medida de sus posibilidades, apuestan a que las bases de la
coalición progresista: PRD, PT, MC y MORENA, no rebase las teorías y las
prácticas políticas donde “las masas” sólo operan como fuerza de presión, sin
direcciones propias y sin autonomía política y programática.
Debemos tener
claridad del tamaño de la fuerza que necesitamos para hacer fracasar el fraude
y la imposición. La tarea es similar a la implicada en el desconocimiento y
caída de un gobierno, de un presidente. El tamaño de la movilización y la
entereza debe ser similar a las alcanzadas en Brasil, Argentina, Ecuador o
Bolivia. En México, el problema no ha sido el tamaño, el número, sino las
direcciones. Pero siempre, el primer paso, una vez que existe la decisión, es
el número de los movilizados y la dirección o las direcciones. Más si estamos
pensando realmente en una salida legal y pacífica.
A la pregunta de si
es posible derrotar la imposición por medios pacíficos, a pesar y en contra de
la oligarquía mexicana, las fuerzas imperiales y el gobierno; se debe responder
afirmativamente. Es factible porque ya lo ha sido en otros países desde 1979 a
la fecha. A través de levantamientos civiles por saturación. Por la
convergencia de una gran cantidad de actores, de diverso signo social e
ideológico, en pos de echar por tierra a la tiranía, al despotismo. La
multitud, la masividad y una o varias direcciones, pueden neutralizar a los
aparatos de violencia mediática y represiva.
La opción por el cambio,
por la resistencia civil pacífica, no es elegir la pasividad, la ausencia de
fuerza, voluntad y organización y menos, la pretensión de alguno o de algunos;
de calificar y decidir de modo unilateral el tipo de acciones pacíficas a
emprender. Sin embargo, tampoco se trata de dar rienda suelta a las tendencias
anarquizantes e izquierdistas. En nuestra circunstancia, la de enfrentar a un
enemigo experimentado, sin escrúpulos, aún poderoso, el tema de la dirección es
fundamental para lograr el cambio por la vía pacífica. Las asambleas, la
discusión democrática, el acatamiento a los acuerdos y el control de los
representantes es fundamental para combatir y superar las provocaciones de
dentro y de fuera.
Debemos ser
conscientes y cuidadosos, sin caer en el conservadurismo, ante un enemigo
empeñado en que respondamos a su violencia con violencia; a sus disparos con el
equivalente, para así desatar la represión; tengamos cuidado, estemos al alba,
desarrollemos la organización y la unidad, para que la masividad y la
consciencia permitan la victoria de nuestro pueblo.
Con lo acumulado por
cada uno de los movimientos actuantes en la coyuntura: Movimiento Progresista,
M132, SME, Mineros, CNTE, Proclama por el rescate de la Nación y otros, no
basta para garantizar la masividad suficiente. Se requiere su convergencia en
torno a puntos centrales, aunque cada quien marche según su agenda particular.
Es más, aunque por su naturaleza pudieran existir varias direcciones, las de
los movimientos civiles y sociales y las partidarias; lo fundamental es la
convergencia y la convocatoria a todo el pueblo. Hasta ahora, dejar la
conducción en manos de los partidos electorales no ha bastado y no bastará para
resolver los problemas de dirección y organización de una lucha que para tener
probabilidades de éxito, también debe desprenderse de los gremialismos y
sectarismos de los movimientos sociales y civiles hasta ahora conocidos.
Hoy están dadas las
condiciones para la emergencia de nuevos actores y para la transformación de
los tradicionales, al menos temporalmente, en aras de sacar a los neoliberales
del gobierno. Ya después habrá ocasión para rediscutir las rutas de la
transformación y quienes serán los actores protagónicos.
Cuando
la historia nos alcanzó
El M132 no es un
accidente, al igual que el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad y, de
manera más limitada, la lucha contra la reforma regresiva de la Ley federal del
Trabajo desplegada en 2011, entre otras iniciativas, expresa la tendencia de la
sociedad mexicana al levantamiento civil ante el desastre nacional. Tendencia
que se ha exacerbado a pesar del reflujo del movimiento social, civil y
electoral que se configuró a partir de las derrotas de 2006. En ese sentido el
M132, más que ningún otro movimiento, rompe con la inercia defensiva, “gremial”
y electoral, no nacional; hablando en términos de representación política y
ética del interés general o del “bien común”, que ha predominado en las luchas
de los últimos años. Y, por lo mismo, tiene la oportunidad de intentar tomar el
cielo por asalto; el chance que perdió el Movimiento por la Paz, de traducir el
acumulado histórico en acción y propuesta viable para superar el desastre
nacional. Si no es el M132, serán otros movimientos y otras las formas en que
dicho acumulado histórico se manifieste, porque el pueblo mexicano no es
masoquista como algunos suponen, olvidadando la experiencia historia reciente y
lejana.
Discutir sobre si el
M132 es puramente coyuntural, el enojo de los de la Ibero, u obedece a causas
estructurales es un tanto irrelevante, porque evidentemente ha resultado de
ambas circunstancias. Su proyección estratégica dependerá de la eficacia y la
coherencia de su actuar político y cultural, del grado de certidumbre que
generen sus propuestas y acciones cotidianas.
Los jóvenes en
movimiento son la acumulación de agravios, el estado de crisis permanente de la
economía mexicana, el desastre y la emergencia nacional y el enojo social
resumido en el proverbial “estamos hasta la madre” de Sicilia. Personifican el
largo andar de las luchas del pueblo mexicano por la democracia, la justicia
social y la soberanía nacional, que son, en nuestras condiciones, las únicas
formas de luchar por la libertad o el socialismo al lado de las mayorías.
Particularmente el M132 da continuidad a las reivindicaciones democráticas que
se instalaron como dato permanente de la historia nacional desde fines de los
años 50 con las protestas de ferrocarrileros, maestros, telegrafistas y
petroleros. Por lo mismo, incorpora todo el legado dejado por las resistencias
pacíficas y armadas, populares y estudiantiles de 1968 y 1971 entre otras.
La democracia y el respeto a la Constitución
formal e imaginaria, han sido uno de los motores de las luchas del pueblo
mexicano desde aquellos días, la evidencia más palpable de la incompatibilidad
de la dominación oligárquica basada en el capitalismo monopolista, con las aspiraciones
nacionales y humanas de los mexicanos y mexicanas.
Sin embargo, en la
continuidad se asoma la ruptura. Cuando los asambleístas del M132 se asumen
herederos del magonismo-villismo-zapatismo, están dando un paso más adelante
con respecto a todos los movimientos civiles, sociales y políticos
progresistas, antioligárquicos y socialistas tradicionales. Identificarse con
esa tradición los coloca tendencialmente más allá del liberalismo progresista
de índole juarista o cardenista, los sitúa en la senda de la vertiente plebeya,
igualitaria y comunitaria representada por las rebeliones indígenas, por
Hidalgo, Morelos y Guerrero. Vertiente que, en las actuales condiciones,
algunos llaman poscapitalista. Los pone de lado de las corrientes radicales, de
las historias de los rebeldes que a lo largo de 500 años alimentaron lo que hoy
nombramos como historia de México, del otro México, del profundo, del
pretendidamente olvidado. En fin, los coloca en el campo de los que desean ir a
la raíz, al fondo de los problemas. Difícilmente podía ser de otra forma, la
dimensión de la catástrofe social empuja hacia la búsqueda de salidas radicales
que sin la participación masiva, profundamente democrática no tendrán mayor
éxito. La crisis actual es más grave que las de Independencia, Reforma y
Revolución; no tiene solución si no tensamos la cuerda, si no actuamos
creativamente, si no “inventamos”. La simple repetición de recetas liberales o
dogmas de socialistas o comunistas eurocéntricos nos conducirá a callejones sin
futuro.
Saber que o quien
somos como pueblo es el punto de partida de la conciencia nueva; asumirlo,
sentirlo, comprenderlo es el otro paso. Desde el eurocentrismo liberal y
burgués, o, desde el dogmatismo de los socialistas eurocéntricos; en el mejor
de los casos se pueden saber, entender los rasgos particulares, las matrices
culturales y de clase que dan forma a nuestra identidad, pero no asumirlas. La
salida la podremos construir si la proyectamos dando prioridad a los
sacrificados de siempre: los indígenas, los indígenas-mestizos, los
trabajadores, los jóvenes y las mujeres; no existe otra manera de hacer
justicia e innovar.
“Para
todos todo, para nosotros nada”
No cabe duda, el M132
también es parte de la nueva ola de movilizaciones que recorre el mundo, a modo
de respuesta a las consecuencias de la crisis capitalista, de sus guerras y sus
regímenes despóticos. Digamos que es un nuevo movimiento histórico que lucha
contra el capitalismo neoliberal a partir de propuestas y acciones nacidas en
sus contextos particulares, pero que tendencialmente avanzan hacia el encuentro.
La ausencia de futuro, el desempleo y el empleo precario, la violencia
sistemática, el gran miedo que todo lo invade y el actuar impune y arbitrario
de multinacionales y gobiernos, están en la base del movimiento; de modo
semejante a los suscitados en otras latitudes. Sin embargo en nuestro país, por
no hablar de América Latina, se adivinan rasgos y antecedentes propios como los
protagonizados por nuestro pueblo de 1988 a la fecha. Dicho sin ánimo de
minusvalorar los movimientos de indignados y los ocupas de otros países, pero
sí de destacar la creaciones de Nuestra América.
Por sorprendente que
parezca, en la “inexperta” y juvenil explosión asoman atisbos de madurez no
vistos en movimientos de su tipo. Lo decimos por muchos de los representantes y
por la base que lo nutre. El Twitter y otras redes sociales dan cuenta de ello,
a la hora de seguir las discusiones en las asambleas, al igual que las
manifestaciones públicas, donde un nuevo sentido común se manifiesta en
consignas y actitudes. En estas situaciones, cierto anonimato sirve para
desarrollar la autoevaluación de los colectivos y de las personas que los
forman.
Internet, comunidad
virtual cibernética, que parecían ahogar en el autismo social a millones de
jóvenes, ahora se articulan con la asamblea, con el “cara a cara” de las
reuniones y de las movilizaciones callejeras, los brigadeos y las discusiones
infinitas. En ese orden-desorden, en ese nuevo sistema de comunicación, de
intersubjetividades reveladas, las posibilidades de concienciación, de alfabetización
política de las que hablaba Paulo Freire, se disparan. En ese sistema la
asamblea mantiene un lugar referencial central. Es el espacio de la
deliberación, del encuentro directo de todas las posturas y pasiones, que
permanecerá como referente en la medida que no se convierta en un lugar aparte.
Como sucede en otros
movimientos, en las asambleas no están todos los que son; no obstante pueden
ser lo suficientemente representativas para que todas las voces confluyan
y para que las mayorías se vean
reflejadas. Este nuevo sistema democrático en ciernes puede ser más
desarrollado que el promovido por los viejos socialistas, con sus pedagogías
unidireccionales. El acceso a la información múltiple, a la reflexión puede ser
más autogestiva y omnipresente, lo cual no excluye los procesos de conducción,
coordinación y aún de centralización, necesarios para darle continuidad al
movimiento como ente orgánico y para solucionar algunos de los problemas que
impone el enemigo, en un contexto de terrorismo de estado y de reocupación de
nuestro país.
A diferencia de los
movimientos más recientes, obreros y civiles, la forma en que presentan sus
demandas tiene poco de gremial. El empleo y la educación quedan subsumidos en
una plataforma general, más parecida por la forma con el pliego reivindicativo
de las movilizaciones estudiantiles de 1968, donde la demanda de libertad a los
presos políticos, la desaparición de cuerpos policiacos y la derogación de los artículos de la Constitución
que servían para tipificar la protesta como delito de disolución social,
ocupaban el lugar central. Consiente o instintivamente saben que “sus” demandas
no pueden lograrse sin la solución de los problemas nacionales, sin
desplazar de la conducción del país a
los responsables del desastre. Sus hechos los plantan de frente, dejando de
lado falsos abstencionismos, ante la lucha política por el gobierno que se
libra actualmente.
El para todos todo y
el para nosotros nada del magonismo y del zapatismo histórico y contemporáneo
renace, no como convicción doctrinaria, sino como la única posibilidad de
remontar la crisis histórica. Es una cuestión de sobrevivencia y de principios
éticos, de coherencia. Por ello colocan en el centro al enemigo principal
personificado en Peña Nieto. Hacen política y toman partido en la disputa por
la nación, por el “partido” de las mayorías a través de una plataforma que
recoge, en la medida de sus posibilidades, los reclamos de las mayorías.
A pesar de la
cortedad del camino recorrido y de la provisionalidad de sus formulaciones, en
el M132 se asoma una concepción de la democracia que articula en un todo la
lucha electoral con los procedimientos y concepciones de la democracia
participativa y lo que ahora conocemos como poder popular. El control de los
representantes, la revocabilidad y la asamblea se conectan con nuevos
instrumentos de comunicación e información. Pero no se quedan ahí, el sustrato
de estos “procedimientos” esta dado por una fuerte conciencia sobre la justicia
social, la soberanía nacional y la necesaria reconstrucción de los equilibrios
socioambientales. Una nueva ética parece emerger y aunque aún es parte de la
tentación de la primavera, de consolidarse, por el grado de universalidad de
muchos de los discursos, tiene la oportunidad de plantear nuevas salidas a las
grandes contradicciones que el capitalismo elevó a niveles de antagonismo tal,
que amenazan con la destruir la vida en el planeta.
Participar
electoralmente, de forma razonada y consiente es su resolución, combinada con
el antipeñismo. De ello resulta una consecuencia obvia a la hora de emitir el
voto y de pelear por evitar el regreso del partido que representa al viejo
régimen. No son apolíticos, ni siquiera apartidistas; en realidad toman partido
por las causas más generales y no evaden el bulto al explicitar contra cual
opción electoral militan. En una coyuntura donde sólo hay dos candidatos: Peña
Nieto y Andrés Manuel, rechazar al primero lleva a votar mayoritariamente por
el segundo.
Más que ser
antipartido, cuestionan la simulación partidaria, la que convirtió a las
organizaciones políticas en instancias despóticas, en agencias de colocación y
en amasijo de todos los pragmatismos; sin más principio que el dinero y el
estatus, traicionando los ideales de los primeros partidos que fueron hechura
de la clase obrera en el S XIX. Los
integrantes del M132 rechazan la simulación ideológica de los autonombrados
partidos, de sus dirigencias que, dejando de lado los principios que dicen
defender, se esfuerzan por representar y ocupar el “centro” político, el
disfraz con que se encubre la derecha partidaria, la oligarquía mexicana y el
imperio.
Ser M132 es la
oportunidad, tal vez excepcional, de sintetizar de forma creativa los dos
ámbitos de nuestro ser social, el nacional y el universal. De representar el
drama, la catástrofe nacional, que es universal, junto a la voluntad y la
determinación ética de no rendirse, de no perecer como pueblo, como especie. De
germinar y florecer el M132 puede ser el encuentro con los indignados del
mundo, sin pretensión de dar lecciones, pero también sin estar obligados a
copiar, a caer prisioneros de modas o desplantes que dejan de lado la
coherencia y el sano sentido práctico de los principios éticos y la acción
política.
Marcos Tello Chávez
12-VI-2012
En Ciudad Juárez el
28 y 29 de junio de 2012 se llevó a cabo la primera Audiencia del Tribunal
Permanente de los Pueblos, con la participación de un jurado internacional
compuesto por personalidades de reconocida solvencia moral y académica. Ahí se
presento un documento que entre otras cosas da cuenta de forma detallada del
proceso de “recolonización” que vivimos:
“El despojo y depredación de México; Libre comercio y desviación de poder como
causas de la violencia estructural, la impunidad y la guerra sucia contra los
pueblos de México. Acusación General de la sociedad civil ante el Tribunal Permanente de los Pueblos”
Puede consultarse en la siguiente dirección: http://www.tppmexico.org/
Fazio, Carlos. “La territorialidad de la
dominación” aparecido en La jornada,
en tres artículos a partir del 14 de mayo de 2012.