Discurso del Compañero Dr. Sergio Quiroz Miranda
Presidente
del Comité Nacional Preparatorio del
VI
Encuentro Internacional del Pensamiento Critico
Volver a
Marx
Ciudad de México 7
de mayo 2016
“…Un partido ajeno al dogmatismo y al verticalismo; un partido en el
que la democracia signifique tomar realmente en cuenta la opinión de cada uno
de sus miembros. Un partido ajeno a las decisiones de ordeno y mando. Y que
sustentado en el reconocimiento a la diversidad de pensamiento supere la nociva
practica del unanimismo en la toma de decisiones y las sustituya por el debate
y la razón, la critica y la autocritica
revolucionarias. Si somos capaces de esta elevada tarea podremos decir a las
nuevas generaciones misión cumplida y habremos entregado en sus manos un
valioso instrumento para garantizar un futuro y un presente basado en el buen
vivir para todos. Esta es la tarea y debemos cumplirla….
Cd. De México, 7 de mayo
2016
Dr. Sergio Quiroz
Miranda
Camaradas todos:
Esta es la sexta edición de los encuentros
Internacionales del Pensamiento Crítico volver a Marx.
En una sociedad mediada por una profunda
alienación, en una sociedad caracterizada por el totalitarismo del pensamiento
único en la que todo hasta la vida cotidiana y familiar, se concibe bajo la
premisa de la utilidad mercantil capitalista, los Encuentros volver a Marx son un espacio de oxigenación del espíritu
libertario, son un espacio de necesaria liberación, pero son también un lugar
donde se pueden recargar las pilas de la construcción de sueños y utopías y
tomar fortaleza para seguir dando la lucha
por un mundo mejor.
Entonces ¿acaso
los marxistas, los socialistas, los comunistas somos ilusos soñadores,
constructores de utopías irrealizables? Nada más alejado de eso. Somos
soñadores porque resistimos la aplastante ideología del fin de la historia, la
resistimos y la superamos; y porque
estamos convencidos de que más allá del capital está la posibilidad real de un
mundo en el que las relaciones humanas se construyan sobre los principios de la
solidaridad, la ayuda mutua, la fraternidad; en este objetivo somos soñadores
de mundos nuevos porque el capitalismo ha sido incapaz de arrebatarnos la
capacidad de soñar y construir proyectos sociales por los que estamos
dispuestos a luchar hasta lograrlos.”… Cambiar el mundo amigo Sancho, no es
locura ni utopía sino justicia….”
Nuestra utopía es fundada, nuestra utopía es
fincada en análisis crítico científico de la realidad. Somos comunistas, marxistas, socialistas porque
aprovechamos las bondades de la ciencia social para analizar las
contradicciones del capitalismo y llegar a las conclusiones de que ha llegado a
una etapa en la que solo puede ofrecer destrucción de la naturaleza, desempleo,
hambre, insalubridad y muerte a los habitantes del planeta. Y convencidos de
ello nos hemos propuesto llamar al mundo entero a salvarnos de la barbarie
construyendo un modo social nuevo; y ese modo social nuevo tiene que eliminar
las causas de la desigualdad, de la justicia social, de la depredación de las
relaciones humanas. Ese sistema social
nuevo tiene que apoyarse en la socialización de los medios de la producción y
del cambio; ese sistema social nuevo tiene que eliminar la propiedad privada de
las fábricas, de las grandes industrias, de las grandes corporaciones y
ponerlas en manos de la sociedad.
Y a ese mundo que hoy es realmente posible
lograr, nosotros en el Partido de los
Comunistas Mexicanos lo hemos denominado: SOCIALISMO HUMANISTA Y DEMOCRATICO.
Pensamos que le debemos poner los apellidos de humanista y democrático. Tal vez
en otra época saldrían sobrando porque algunos dirían que suena a tautología o
a pleonasmo, porque el socialismo es esencialmente democrático y es
esencialmente humano. Pero justificadamente o no los experimentos realizados en
la ex Unión soviética, en los países de Europa del Este y en otras latitudes, y
repito justificadamente o no, han carecido de democracia y no han puesto al ser
humano en el centro. Tal vez el tiempo no fue suficiente, tal vez el entorno
tan hostil en el que se desarrollaron lo impidieron. Como quiera que sea,
trascendieron como regímenes en los que lo socialmente apagó y elimino lo individual. Trascendieron
como regímenes en los que las decisiones se tomaron sin considerar la opinión
de cada persona. Por ello cuando hablamos de socialismo lo hacemos pensando en
un nuevo régimen en el que desaparezcan las condiciones antidemocráticas y de
opresión, desaparezcan las condiciones de alienación y explotación y en su
lugar se instale un nuevo humanismo y una nueva democracia
Desde nuestro punto de vista, no compartimos el análisis de quienes
sostienen que la crisis del socialismo es una prueba del fracaso de la teoría
del materialismo dialectico e histórico, o un fracaso de la teoría marxista en
general. Discrepamos también de quienes sostienen que la Revolución socialista
de octubre de 1917 fue un error histórico.
Para nosotros queda muy claro que la construcción
del socialismo fue una hazaña histórica que revelo y demostró al mundo entero
la gran capacidad y el gran poderío de la clase trabajadora cuando es capaz de
unificarse para asumir el poder político y económico de una nación. Fuera de
todo romanticismo nos queda claro que el socialismo demostró que
productivamente es un régimen superior en el que la riqueza se distribuye de
manera más justa, llevando al mínimo el registro de desigualdades sociales. Es
falsa la apreciación de que el socialismo es improductivo, pues las cifras del
crecimiento de la productividad estable del PIB de la Unión Soviética desde
1927 a la década de los ochenta nos indican todo lo contrario. En su breve
tiempo de desarrollo el socialismo fue capaz de construir una poderosa nación
que por su poderío industrial y militar liberó al mundo de la amenaza del nazi
fascismo infringiendo una derrota total a un costo elevado de más de 20
millones de vidas de parte del campo socialista; para después erigirse en una
superpotencia económica, política y militar.
Sin caer en el simplismo de la crítica burguesa de
sostener que el socialismo fue incapaz de competir con el capitalismo en la
producción de mercancías y artículos de consumo necesarios para elevar el nivel
de vida del pueblo, nosotros partimos de considerar que el corto tiempo de vida
del socialismo, apenas 7 décadas, fue capaz de muchas hazañas en el terreno de
la producción, pero no hay que olvidar que el inicio de la construcción de este
nuevo régimen social no se dio en una nación de un capitalismo que hubiera
desarrollado ampliamente las fuerzas productivas y en el que como lo precisa
Marx se hubieran agotado las potencialidades de desarrollo porque habrían
llegado a límite máximo, sino que se construyó el nuevo régimen en una sociedad
semifeudal que fue la Rusia zarista, con una clase obrera casi inexistente, una
nación con alto nivel de analfabetismo, devastadas sus fuerzas productivas por
la guerra.
En ese país de escaso desarrollo con un capitalismo
en apenas su etapa mercantil es donde la inteligencia y el liderazgo de Lenin
se propusieron y lograron construir el socialismo. Por estas razones Gramsci
expreso que la revolución de octubre fue una revolución que “violó” los
presupuestos marxistas de que un nuevo régimen surge cuando el existente ha
agotado las potencialidades de su desarrollo. En la Rusia Zarista no solo no se
habían agotado las potencialidades del capitalismo sino que este apenas estaba
en su etapa de formación inicial, en la etapa de la acumulación originaria del
capital, aunque justo es reconoce que Gramsci comprendía perfectamente que Marx
previó solo lo previsible y por tanto la revolución de octubre es la expresión
de que el marxismo no es un dogma sino una guía para actuar en las condiciones
cambiantes del mundo.
Esto explica también por qué razones Lenin
estableció la llamada Nueva Política Económica y que algunos con miopía
política juzgaron como una expresión de retroceso o reformismo, consistente en
llamar al capital extranjero a participar en la nueva sociedad y esto explica
también el origen del atraso del país en la producción de mercancías para el
consumo que no fueran las absolutamente necesarias para vivir.
Otro de los factores de esto que denominan
falsamente “incapacidad del socialismo “para producir los mismos bienes que el
capitalismo, lo fue sin dudas el régimen de acechanza, vigilancia extrema y
provocaciones de invasión territorial de los países imperialistas contra el
nuevo estado socialista. A este estado como sabemos se le denomino “guerra
fría”, el que no por no usar cañones o bombas dejaba de ser de consecuencias mortales
para los pueblos acechados; precisamente esa guerra fría obligaba a la Unión
Soviética y al campo socialista a construir una escala de prioridades en la
producción y en el primer lugar estaba la industria militar para mantener a los
enemigos bajo control, sacrificando la producción de otras industria de bienes
de consumo considerados en esas circunstancias no de urgente necesidad.
En cuanto al déficit en el desarrollo de la
democracia política interior ningún estado puede desarrollar libremente su democracia
en una situación de acecho, de amenazas a su seguridad interior, y de
violaciones frecuentes a su soberanía territorial. Podemos decir que el régimen
del socialismo real en su breve y corta vida garantizo el bienestar colectivo,
atendió a las necesidades colectivas de pleno empleo, de salud, educación y
deporte; pero el tiempo fue insuficiente para subsanar las fallas en cuanto a
cubrir necesidades no consideradas urgentes, y lo mismo para atender las
necesidades de un desarrollo democrático.
Examinado este entorno político en el que se
desarrolló el socialismo real, podemos resumir que:
En el socialismo real el poder, la nueva democracia basada en los soviets que
eran el nuevo poder democrático, con el tiempo se deformo para convertirse en
un poder burocrático, en manos de una elite que estableció un régimen de
dependencia jerárquica y una disciplina cuartelaría en la sociedad; un régimen
que no socializo los medios de la producción sino que los puso en manos del
Estado formado por esa elite burocrática, en consecuencia en vez de
socializarlos los estatizó lo cual no es lo mismo.
Esta situación generó vicios que se promovieron
desde la propia burocracia tales como la simulación, la delación, la obediencia
ciega y la sumisión como requisitos para estar y ascender en la elite
burocrática. Estos vicios sustentaron también el nocivo culto a la personalidad
del dirigente en turno. Se deformo así
la esencia democrática del socialismo y del leninismo.
Podemos sostener que el socialismo real fue capaz
de garantizar el bienestar económico y material de la sociedad pero sacrificó
las necesidades y atención de los individuos, a la vez que la democracia del
pueblo devino en una democracia dirigida centralista en manos de un breve
grupo; con lo cual se debilito el carácter y la esencia humanística del
socialismo.
Hoy a más de dos décadas de la caída del campo
socialista, en el partido de los
comunistas Mexicanos después del análisis que en el seno del partido hemos
realizado podemos sostener en primer lugar que la teoría de Marx sigue siendo
la guía para la acción válida para transformar revolucionariamente la sociedad,
y que lo ocurrido en el campo socialista encabezado por la Unión Soviética y
Europa del Este no invalidan ni afectan
la validez del marxismo, por el contrario nos indican que cuando el marxismo
deviene en burocratismo o en dogmatismo los resultados son contrarios a los
ideales de una sociedad superior al
capitalismo, nos indican además que no puede haber socialismo si el bienestar
colectivo no se complementa con el bienestar de cada uno de los miembros de la
sociedad, nos indican que el nuevo régimen socialista no puede subestimar el
desarrollo individual. Nos indican que la construcción del socialismo no se
puede alejar de la consigna de Marx y Engels escrita en el manifiesto del
partido comunista: “…Y a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus
antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de
cada uno condicione el libre desarrollo de todos…”
¿Qué significado tiene para los comunistas
mexicanos esta consigna de Marx de construir una nueva sociedad en la que se
potencia el libre desarrollo de cada uno?
Significa para nosotros que no se pueden nulificar
los derechos individuales en aras del interés colectivo. Lo que sí está
justificado sobradamente es privilegiar los derechos colectivos para poder
garantizar los derechos individuales, pero de ninguna manera nulificarlos. Esto
significa que los individuos en el socialismo tenemos garantizados derechos
sociales de manera efectiva como el derecho a la educación, a la salud, al
empleo bien remunerado, a la vivienda, etc. Pero también tenemos derechos
individuales como el de la libre expresión de las ideas, como el derecho a
escuchar y ser escuchado, el derecho a disentir dentro de los cauces y las
normas legales, el derecho a opinar y que nuestra opinión sea tomada en cuenta,
todos estos derechos en el marco de una reglamentación que garanticen que no
atentan contra los derechos colectivos o sociales.
Considerando este análisis en el partido de los
comunistas mexicanos concluimos que las dos principales fallas del socialismo
real fueron la relativa a garantizar un régimen democrático en el modelo de una
nueva democracia, la democracia del pueblo; y desde luego el déficit en lo
relativo la esencia y carácter humanístico del socialismo. Por estas razones la
propuesta de objetivo histórico para el siglo XXI es un nuevo modelo de
socialismo que subsane estas omisiones que justificadamente o no, ocurrieron en
el socialismo real, y consecuentemente la propuesta del socialismo del siglo
XXI lo hemos denominado: SOCIALISMO HUMANISTA Y DEMOCRATICO.
Con base en esta propuesta podemos contestar la
siguiente pregunta: ¿Entonces cómo concebimos el socialismo humanista y
democrático?
En primer término como un régimen humanista esto
significa construido por los seres humanos y para el desarrollo y crecimiento
de los seres humanos; y esto significa desarrollar el ser social pero no a
costa del ser individual sino como la condición para que el primero se
desarrolle. Por lo que no solo implica un régimen económico superior sino un
régimen que propicie el desarrollo y crecimiento de todas las potencialidades
del ser humano, físicas, mentales y de sus valores morales, estéticos y
filosóficos sobre todo los relativos a la cosmovisión del universo sustentados
en el progreso de la ciencia y la tecnología.
Un régimen que oponga a la lógica del dinero y el
capital la lógica del humanismo, la lógica de la racionalidad socialista, la
lógica de la cooperación y el trabajo colectivo y comunitario como bases del
nuevo sistema social. En consecuencia un régimen que no sea como hoy una
tranca, un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas sino una
palanca y una plataforma para su impetuoso desarrollo.
Pero este desarrollo impetuoso de las fuerzas
productivas no se puede concebir sin considerar el cuidado, preservación y
protección de la tierra y el medio ambiente. El socialismo no está como el
capitalismo presionado a conseguir ganancias a costa de lo que sea, en este
caso de la destrucción de la naturaleza, por el contrario existe una coherencia
filosófica, económica y política entre la política y la preservación de la
tierra y el medio ambiente. Eliminada la lógica del capital no hay impedimento
alguno para que todo tipo de crecimiento economice, industrial o tecnológico se
haga respetando la preservación, conservación, mantenimiento y crecimiento del
medio ambiente.
Concebimos el socialismo humanista y democrático
como una sociedad sin privaciones, una sociedad de la abundancia en bienes
material a los que todos deben tener acceso; en nuestra concepción de la nueva
sociedad no se opone el placer y la vida digna de ser vivida a la virtud, para
nosotros son complementarias y necesarias para la nueva sociedad. Esta nueva
sociedad en la que los medios de la
producción son propiedad social distribuye la riqueza no en base al simple
igualitarismo sino en base a la cantidad y calidad de trabajo que cada quien aporte
a la sociedad, un sistema que no suprime lo individual en aras de lo colectivo
sino que concilia lo colectivo con lo individual; un sistema que incrementa
constantemente la producción para atender la demanda de bienes y servicios para
incrementar a su vez el nivel de vida del pueblo aumentando la comodidad
personal en el marco del respeto a la dignidad humana y de la libre expresión
de las ideas.
Un régimen social que garantice
un alto nivel de vida de los integrantes de la sociedad sin excepción
alguna: el nuevo régimen garantizará el pleno ejercicio de los derechos
sociales como: derecho a la vivienda derecho al trabajo bien remunerado derecho
a vacaciones, ascensos, derecho al deporte, derecho a la salud, derecho a la educación en todos los niveles.
Derecho a la propiedad privada personal y a la pequeña propiedades productiva
del campo y la ciudad, garantizara también los derechos de libre asociación en
organizaciones sociales, sindicales, políticas que no atenten contra los
principios generales del nuevo régimen social.
Así concebimos el socialismo humanista y
democrático por el que luchamos en el Partido de los Comunistas Mexicanos.
Al existir plena congruencia entre el régimen
social y el desarrollo de las fuerzas productivas, y al eliminarse el obstáculo
de la obtención de ganancias como la medula y centro de la sociedad, podemos
desarrollar sin límite alguno, salvo la protección de la naturaleza y el medio
ambiente, así como la preservación de la vida y los derechos individuales y
sociales, las fuerzas productivas. Ahora si va a ser posible que al desarrollo
tecnológico le suceda de manera lógica un incremento en la calidad de vida de
toda la sociedad; ahora si va a ser posible que la cibernética, el genoma
humano, la biotecnología y otros adelantos científico tecnológicos se pongan al
servicio de la prolongación de la vida, se pongan al servicio de la eliminación
de las enfermedades, se pongan al servicio de la humanidad y de su progreso.
La robótica, la telemática, la bioingeniería, la
nanotecnología serán la base científica sobre la que se va a desarrollar el más
grande humanismo jamás imaginado por los seres humanos; porque va a ser un
humanismo no para un sector elitista de la sociedad como ocurrió en el
humanismo de la antigua Grecia, sino un humanismo para todos los hombres y mujeres
del planeta sin excepción alguna. Un humanismo que va a permitir desplegar lo
mejor de cada uno en el que va a florecer la cultura, la estética y la
producción artística como el remanso espiritual de crecimiento de la humanidad
MEXICO,
NUESTRO PAIS.
Analizado el tema de la reconstrucción de nuestro
objetivo histórico nos preguntamos, ¿Y en México, es hoy posible construir el
socialismo humanista y democrático?
Nosotros contestamos que ese será el resultado de
la maduración de las condiciones objetivas y subjetivas en la sociedad
mexicana. Es cierto que la contradicción capital trabajo está en una de sus más
agudas etapas, pues el neoliberalismo ha emprendido una embestida feroz contra
los trabajadores mexicanos. Les impone condiciones salvajes de explotación, les
arrebata conquistas que tenían décadas de haberse logrado a base de luchas y
sacrificios, les hace nugatorios sus derechos más elementales. Este régimen
está acercándose cada vez más a la caracterización de un régimen del capital
financiero, un régimen que busca garantizar la obtención de una alta tasa de
ganancia al capital a costa de lo que sea necesario, y para lograrlo están dispuestos, como lo
hemos experimentado, a utilizar la represión y la persecución de aquellos que
se atreven a manifestar su repudio a tales medidas. Podemos decir que hay una
amenaza real sobre México y esta es la amenaza del fascismo.
Podemos decir que hay condiciones objetivas para el
cambio revolucionario de la sociedad mexicana; pero advertimos también que el
desarrollo de las condiciones subjetivas proceso al que Gramsci denomino la
obtención de la hegemonía, este proceso se inclina aun a favor de las fuerzas
dominantes, este proceso a consecuencia de la alienación no favorece aun a las
propuestas de la transformación revolucionaria de la sociedad. Tenemos entonces
que actuar en el sentido de promover la maduración de las condiciones
subjetivas, esa es una tarea inaplazable de la izquierda marxista del país.
Tenemos que actuar en este sentido para favorecer
el fortalecimiento de la conciencia de clase en los trabajadores mexicanos,
tenemos que actuar agresivamente para alcanzar la hegemonía a favor de nuestro
proyecto histórico del socialismo humanista y democrático. Tenemos que trabajar
políticamente hasta convertir esta crisis política en una verdadera crisis de
hegemonía.
Hemos dicho que el capitalismo ha contaminado todas
las esferas donde el hombre cotidiano actúa, y la política no es una excepción.
La política sostiene el Dr. Fernando de la Cuadra, se ha transformado en un
frio cálculo personal de costo-beneficio, en una estructura de preferencias
individuales en donde cada agente evalúa cuales son los mejores escenarios y
decisiones para adquirir más poder, dinero y prestigio. Por eso es que la
política ha terminado siendo dominada por las empresas, que imponen su lógica
competitiva y su gen darwinista cuando se dedican a financiar las campañas de
aquellos candidatos que tienen mayores posibilidades de sobrevivir y que además
se comprometen a efectuar un retorno incrementado de la inversión. La política
perdió su vocación de servicio público y se convirtió en un oficio de
especuladores y oportunistas.
Para construir el socialismo humanista y
democrático en México tenemos que ser capaces de organizarnos con otras fuerzas
no marxistas, con otras fuerzas no socialistas, con otras fuerzas no comunistas
para echar del poder a esta clase corrupta, a esta burguesía vende patria que
se ha hecho del poder. En su lugar instalar un nuevo bloque histórico en el que
la clase obrera organizada no solo participe sino que sea la fuerza motriz de
su organización. Esto es lo que es realmente asequible, esto es lo que es real
y objetivamente transitable en el México de hoy. La izquierda marxista debe ser
el motor de consolidación y unidad de las fuerzas antiimperialistas, de las
fuerzas antifascistas y democráticas de México, para instalar en el poder a ese
nuevo bloque histórico que garantice un sistema superior de la vida social y
que construya las condiciones mejores para la lucha por el socialismo en este
país.
LA UNIDAD Y ORGANIZACIÓN DE LOS MARXISTAS
Ustedes dirán que estas son grandes tareas, que se
antojan demasiado grandes para su realización. Ciertamente son grandes tareas
que reclaman de una gran organización política de los marxistas de México.
En las condiciones actuales serian tareas
imposibles de llevar al éxito. Porque la izquierda marxista esta segmentada,
dividida en una serie de agrupaciones, cada una de ellas poseedora de la verdad
absoluta. Algunos incluso se resisten a conversar con el resto de las fuerzas
marxistas. Al parecer no nos hemos dado cuenta de que si no nos unimos ahora
después nos van a eliminar uno a uno y sin problemas. Si no luchamos para
detener al fascismo ahora, después va a ser imposible detenerlo.
Por esta razón este VI Encuentro tiene el lema de
LA UNIDAD DE LOS MARXISTAS POR EL SOCIALISMO EN MEXICO, y por eso los
resultados de las discusiones y el debate deben producir resultados concretos
en término de los diferentes niveles de unidad que podemos construir.
Porque no es posible, no es admisible que siga
estando ausente de la vida política nacional la gran organización clasista de
la clase obrera mexicana, ante los riesgos de que la democracia burguesa ceda
el paso al fascismo, no es admisible que no seamos capaces de construir la
unidad combativa de los marxistas mexicanos.
Hoy debemos ser capaces de superar el dogmatismo y
el sectarismo; hoy debemos ser capaces de superar la insensata autosuficiencia,
hoy debemos ser capaces de superar el surrealismo que inventa realidades y
actúa como si existieran, hoy debemos superar el activismo y el pragmatismo sin
dirección, meramente coyuntural que va de coyuntura tras coyuntura sin un rumbo
estratégico ni proyecto histórico
definido. Hoy debemos superar también el economicismo y el desdén por la
teoría dando a la praxis revolucionaria el papel fundamental como la síntesis
dialéctica de teoría y practica revolucionaria.
Llamamos a todas y todos los camaradas marxistas
aquí reunidos a construir en el plazo necesario y de acuerdo a las condiciones
de heterogeneidad existentes, el gran organismo político de la clase obrera
mexicana. Construyamos el partido que cumpla con la tarea de expulsar del
palacio nacional a la burguesía burocrática y neoliberal, entreguista y
proimperialista que hoy tiene la dirección del país; el partido que oriente la
vida de México hacia la nueva democracia socialista. El gran partido de los
comunistas mexicanos que se oriente a reconstruir el objetivo histórico de un
régimen social sin explotados ni explotadores, que junto a la clase obrera
trace el rumbo al socialismo considerando las particularidades y el contexto
histórico y geográfico nacional.
El partido de los patriotas de México que inspirado
en el ejemplo heroico de Hidalgo, Morelos, Guerrero, Benito Juárez, Flores
Magón. Villa, Zapata, Lázaro Cárdenas oriente su lucha para superar el atraso
en el que viven aun millones de mexicanos.
El partido de los marxistas mexicanos que norme su
vida interna por los altos y elevados principios de libertad y democracia por
los que lucha. Un partido ajeno al dogmatismo y al verticalismo; un partido en
el que la democracia signifique tomar realmente en cuenta la opinión de cada
uno de sus miembros. Un partido ajeno a las decisiones de ordeno y mando. Y que
sustentado en el reconocimiento a la diversidad de pensamiento supere la nociva
practica del unanimismo en la toma de decisiones y las sustituya por el debate
y la razón, la critica y la autocritica
revolucionarias. Si somos capaces de esta elevada tarea podremos decir a las
nuevas generaciones misión cumplida y habremos entregado en sus manos un
valioso instrumento para garantizar un futuro y un presente basado en el buen
vivir para todos. Esta es la tarea y debemos cumplirla.
VIVA LA UNIDAD dE LOS MARXISTAS,
SOCIALISTAS Y COMUNISTAS DE MEXICO
VIVA MEXICO
Muchas Gracias Camaradas.
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LA NECESIDAD DEL
SOCIALISMO, DE QUE CARÁCTER Y COMO LUCHAR POR ÉL.
1.- EL CAPITALISMO, en su fase reciente como capitalismo
globalizado neoliberal, iniciada en los años 70´s, del siglo pasado hasta la
actualidad, 2016, se ha vuelto más explotador, con creación de riquezas
exuberantes, nunca vistas, pero también con una mayor desigualdad en la
sociedad:
Pocos
ricos cada vez más ricos, los súper ricos, los nuevos Mac Patos, y la mayoría
de la población del planeta ve disminuidos sus ingresos, una gran parte de esos
grupos cae en los brazos de la pobreza y otra parte se ahoga en la miseria, a
la que los ideólogos burgueses eufemísticamente llaman como “pobreza extrema”.
Este
capitalismo salvaje se ha vuelto más depredador, más peligroso para todo mundo,
como se puede constatar en el irracional uso que le ha venido dando a los
derivados del petróleo y de otros productos fósiles, los que están ocasionando,
cambios climáticos, incremento de la temperatura en el planeta; desastres
naturales más intensos y destructivos, como los huracanes, tifones, tsunamis,
aumento de los deshielos, en los polos y en las montañas; calentamiento de los
mares, y sus cauces normales; disminución y agotamiento de los mantos freáticos
y del agua de los ríos y lagos; desaparición de las especies vegetales y
animales; aparición de nuevas enfermedades y epidemias que vienen atacando a
los humanos.
Crisis
económicas nunca vistas, sincronizadas, con extensiones planetarias y profundas
repercusiones sobre la sociedad; por su sobreproducción, cierre de empresas,
quiebras, millones de trabajadores lanzados al desempleo, a la calle,
hambrunas, crisis migratorias; se considera que estas crisis son las peores en
la historia el capitalismo.
Los
burgueses han tratado de terminar con estas crisis, buscando reanimar sus
economías, mediante las guerras sin lograrlo.
Pero
eso sí, las guerras se han convertido en medio de exterminio de pueblos y
gobiernos que no han comulgado con el neoliberalismo y sobre todo que han
representado formas seguras de hacer negocios, en la fabricación y venta de
armas y en la ocupación de territorios con riquezas naturales como el petróleo,
agua, minas, etc.
Estas
guerras en esta fase ya no son entre los capitalistas, los imperialistas como
lo fueron en la I y II guerras mundiales, sino que ahora estas guerras son de
los neoliberales, de los capitalistas en contra de los pueblos en contra de la
humanidad.
En
síntesis, que este capitalismo neoliberal globalizado, no solo ha ensanchado la
brecha entre explotadores y explotados, entre burgueses y trabajadores, sino
que está poniendo en serio peligro la extinción de todos los seres vivos y la
misma desaparición del planeta. Es decir que toda la humanidad está siendo
golpeada, condenada a desaparecer, si no reaccionamos, no nos organizamos,
impulsamos propuestas alternativas ante éstas catástrofes y actuamos
combativamente, en contra de estos capitalistas, sin mayor dilación.
2.- ANTE ESTAS horripilantes y catastróficas
realidades, la humanidad está reaccionando, no como debiera ante la gravedad de
los problemas, pero finalmente está reaccionando.
Ante
este capitalismo rapaz, voraz, depredador, asesino, se han venido incrementando
las inconformidades, los descontentos, las acciones y las propuestas
alternativas, muchas de estas propuestas se van quedando en modificaciones
superficiales, por ejemplo, nuevas formas de participación electoral, superando
el bipartidismo, nuevos regímenes políticos, nuevas constituciones dentro del
capitalismo.
Pero
también vienen presentando propuestas más a fondo, de críticas al capitalismo
actual, a la globalización neoliberal; proyectos no solo en contra de la
crisis, sino en contra del mismo capitalismo; proyectos no solo en contra del
modelo, del modelo de acumulación, en contra de las crisis, sino en contra del
mismo capitalismo hasta propuestas socialistas con múltiples variantes.
Aquí
lo que nos interesa, es cuales serian:
3.- LOS FUNDAMENTOS y los contenidos del socialismo por
el que consideramos luchar.
Reconociendo
que ha habido avances importantes por parte de la humanidad en sus intentos por
construir socialismo, como una alternativa al capitalismo, desafortunadamente,
la gran mayoría de estos intentos han sido derrotados, regresados al
capitalismo, neutralizados.
La
Comuna de París, la Revolución de Octubre, la Revolución China, han madurado en
medio de guerras o de regímenes militares, por lo que, se han visto obligados a
impulsar las luchas armadas, a formar milicias populares.
El
gran problema que se ha presentado es que estas luchas una vez que se
encontraban en el poder, estos movimientos, no dieron el salto cualitativo, de
superar la organizar militar, vertical, caudillesca, en la que un reducido
número de personas eran los que discutían y decidían al margen de la
participación de las bases.
No
se logró pasar la autogestión, la conducción de la producción y de los
gobiernos, por productores directos y por el pueblo.
En
aras del desarrollo y de la productividad, se jerarquizo la participación en la
producción, de especialistas burgueses, con sus técnicas y procesos productivos
capitalistas.
No
se puso el suficiente interés y cuidado, en darle una nueva orientación a la
producción, al gobierno y a las relaciones de producción, lo cual implicaba
todo un proceso de reeducación, de elevar el nivel político de las masas,
particularmente de los trabajadores, para que éstos fueran los principales
sujetos en su impulso, en las innovaciones, en las nuevas orientaciones
socialistas proletarias para combatir y hacer a un lado las propuestas
burocráticas que fueron las que al final se impusieron, requerimos llevar adelante criticas de fondo, colegiadas, a
todos estos procesos, de intentos de construir el socialismo, particularmente
del llamado socialismo real, profundizando en el análisis y las críticas a este
socialismo, del cual hay una extensa bibliografía y de muchas caracterizaciones
de este socialismo al que muchos estudiosos califican como “capitalismo de
estado”, de ninguna manera como socialismo proletario.
A
últimas fechas los movimientos democrático y revolucionarios más avanzados en
la actualidad como los de América Latina, han tenido logros, bastantes avances
por ganar gobiernos, convocar a nuevos congresos constituyentes, elaborar
nuevos proyectos alternativos al neoliberalismo, ayudar a resolver muchos
problemas de las personas más necesitadas, como mejorar sus ingresos, su
educación, salud, e impulsar proyectos ambiciosos como la Revolución
Bolivariana, socialismo comunitario, socialismo ciudadano, etc.
Con
la nueva ofensiva de los neoliberales, de los capitalistas, han quedado de
manifiesto los errores y limitaciones de estos proyectos autoproclamados
socialistas, los que no dedicaron toda la atención necesaria para fundamentar
sus intensiones antineoliberales, en los necesarios enfrentamientos en contra
de los que cuentan con una gran experiencia sobre todo en América Latina. De
cómo someter las luchas democráticas y revolucionarias, derrotarlas,
destruirlas, despedazarlas y hacerlas cenizas, como ha venido sucediendo desde
fines de la II Guerra Mundial, hasta las matanzas y la imposición de las
dictaduras militares en los años 60 y 70 del siglo pasado.
Mientras
no haya desarrollo en la conciencia política de las masas, mientras no haya
conciencia del mismo capitalismo y de su alternativa, el socialismo todos los
intentos serán derrotados, como desafortunadamente viene sucediendo en todo el
mundo.
M U
L T I
L A T
E R A
L
28 de Mayo del 2016
Nuestro proceso
revolucionario
Felipe Cuevas
Méndez
Con los
escenarios de catástrofe neoliberal del capitalismo se presenta la gran
prioridad social de transformación democrática-revolucionaria, imposible sin la
lucha de nuestros pueblos unidos en las perspectivas y las acciones,
replanteando sus argumentos, sus medios de lucha, sus enfoques políticos, sus
posiciones críticas y una amplia red unitaria estratégica de las y los
revolucionarios.
La
resistencia de los pueblos latinoamericanos no resulta fácil, tanto los
regímenes neoliberales como las condiciones generales del capitalismo han
empeorado las circunstancias de la lucha de clases; el sistema en sí ha
saturado la arena de grandes obstáculos que ameritan respuestas atinadas y
procesos afinados para que la lucha de clases tome su decidido cause de
rebeldía a más profundidad que todas las luchas acontecidas antes de que se
cierren las tenazas de la reconquista yanqui.
Los poderosos
erigieron una estrategia de largo plazo que comprende la implementación de sus
políticas con el desmantelamiento de organizaciones, movimientos, normativas,
gobiernos democráticos, que en conjunto hicieron viables la defensa de sus
intereses a pesar de la brutalidad del sistema social capitalista. En este
sentido se requieren nuevas y amplias respuestas sobre tanta carga de
problemáticas sociales, respecto de las tareas unitarias, los procesos
políticos y las múltiples formas de organización que hemos de construir, tanto
como en la panorámica que desde el punto de vista revolucionario todavía cabe
que figurarse abiertamente pese a nuestras circunstancias temporales.
Así mismo,
quienes se asumen revolucionarias y revolucionarios tienen ante sí el emprender
una labor mucho más complicada porque sus proyectos sólo comienzan a ver la
necesidad de integrarse a las verdaderas condiciones de la lucha, sus
necesidades y prioridades. Esto traerá más que un recambio formal; sobre todo a
raíz de los acontecimientos de hace tiempo sobre socialismo, y de los
acontecimientos que de una u otra manera reposicionaron parte de su postulado
para el caso de Nuestra América Latina. Si todavía no se le percibe, pronto
será imposible actuar con los mismos métodos y modos de pensar estrechos;
definitivamente las circunstancias rebasan y exigen dicha reconfiguración.
¿Copia, versión liviana o creación histórica?
En este tema
nos aventajan torrentes de otros análisis de todos los calibres y de todos los
gustos, pero quiere la vida que por la constancia del regreso en toda
evaluación, nunca sea completamente tarde para introducir otros comentarios.
Pues bien,
respecto del socialismo en Eurasia, estamos lejos de haber extraído todas las
conclusiones de su experiencia y caída –tan es así que nuevos procesos tienden
a cometer aproximadamente los mismos errores–, sabemos de cuánto se han
arrimado unas u otras interpretaciones buscando generosamente acercar la verdad
o enredarla intencionadamente. Todas, buenas, malas o como nos parezcan, tienen
su importancia y su mérito, no riñen con el propósito de aprehender los hechos,
recrean condiciones y premisas poniéndose en un cuadro general que llegado el
momento los pueblos removerán para aportar a sus causas actuales.
Frecuentemente
desde lo que se llama el arco de la izquierda cuesta asimilar desde un panorama
multidimensional e integral, que tal amplitud de acontecimientos tuvo sus
éxitos y fracasos, sus aciertos y errores, sus directrices justas y sus
desatinos, de todo ello se hace la experiencia de los pueblos, como podemos dar
fe de la del pueblo mexicano. O particularmente que tan importantes
experiencias pertenecen a circunstancias históricas imposibles de repetirse en
los mismos patrones o esquemas, quedando primordialmente como acervos
incuantificables para aleccionar un tanto los siguientes procesos, pero siempre
mirando a estos últimos en sí mismos para que nos aporten los medios nuevos y
eficaces de ser consecuentes con el postulado revolucionario.
Por su parte,
hoy con más serenidad podemos ver que la lucha por el socialismo allá donde
tuvo sus despliegues, no fue cosa fácil. En su momento la tendencia a
constituirse en una verdadera vanguardia para los pueblos de su época implicó
una firme voluntad de trascender en su auto-liberación, asumiendo su
responsabilidad histórica, debido a los logros tangibles en interés de aquellos
pueblos. Sus enseñanzas de gran magnitud son hechos sostenibles, sus logros, a
la distancia de los años, son significativos para el porvenir. Por esta parte,
pese a la propaganda empeñada en la batalla de negación, seguirá resaltando el
mérito de su obra; sin embargo hablando de sus problemas decimos que entre las
principales tensiones, se reconoce que:
a) Aquel socialismo enfrentó mucho más que simples enemigos externos y
burgueses ultra-reaccionarios que le hicieron la guerra desde la cuna, e
incluso en su gestación. Mismos que sin desdeñar su rapacidad, al paso del
desarrollo socialista posteriormente efectuaron agresiones sistemáticas a las
cuales los pueblos respondieron acelerando el paso y apretando el puño.
Opciones que traerían problemáticas de segunda generación, sobre las cuales se
recrearon otros entornos donde las fuerzas imperiales nunca dejaron de poner el
dedo en la llaga para sacar la ventaja del cazador sobre la presa en que se nos
quiere convertir siempre.
b) El socialismo se vio frente a frente con las fuerzas del capital en
la vida diaria, las relaciones de producción, de intercambio y consumo, en
donde no siempre sus victorias fueron seguras o suficientes. A estas
circunstancias las respuestas se vieron afectadas por refuerzos en lo político,
lo ideológico (en ocasiones carente de argumentos concretos) y el control que
fueron pasando a primer grado de acción con las inminentes repercusiones a
nivel estratégico, erosionando el panorama consciente-organizativo de las
clases populares, formándose callejones sin salida en la historia de su
movimiento revolucionario.
c) Jugaron su papel las tendencias del poder profundamente incrustadas
y luego reforzadas por las propias acciones estratégicas en la arquitectura
estatal y la ingeniería política; en tanto aspectos que tienen mucho que ver
con la formación de la sociedad dentro de esa persistente relación de
dominación adherida a las relaciones humanas y su reproducción.
d) Los mecanismos de resistencia en la vida social, como una constante
nos plantean que todo paso hacia adelante debe ser correspondido con los
cambios de conciencia y de actuar que en aquellas épocas dejaron muchos
pendientes como en la sicología de masas e individual, las señales de
patriarcalismo u otras que en ocasiones se suele atizar en intentos por negar
toda experiencia de socialismo y sus formas estatales.
e) Sus prioridades internas muchas veces se desviaron del frente de
lucha, de la mesa de debates o de las tendencias fundamentales de la lucha de
clases internacional, jalando fuerzas de unos a otros extremos. Lo que por más
que se atribuya a las circunstancias, no siempre fue atendido con toda seriedad
para contrarrestarse.
f) Sus recaídas naturales en la problemática común de todo movimiento
revolucionario como el sectarismo, luchas de poder, oportunismos,
esquematismos, puritanismos, burocratismos, corporativismos, elitismos, la
falta de comprensión, explicación y atención sobre la mecánica, genética y
dinámica de grupos, los cánceres mal atendidos en las organizaciones, u otros
enjuagues que supeditaron al movimiento de los pueblos.
g) Los procesos culturales y religiosos no del todo despojados de la
dominación y un sinnúmero de otras cuestiones internas que hacían contrapeso a
la lucha por la libertad y la emancipación, tales como los que arrojaba la
batalla por la seguridad e integridad de la sociedad socialista; quedaron tal
cual a lo largo de los años, sirviendo de palancas que reforzaron las
tendencias “naturales” de acumulación del poder. Ya no se pueden dar por sentadas
todas y cada una de las inclinaciones de trabajo político, mucho menos sin la
sustancia corpórea fundamental que es el pueblo en sus sujetos sociales,
sectores y clases combativas. Algunas creencias de toda la vida no han sido
ideas de toda la vida, sólo se sostienen, como en el ámbito de la dominación y
los procedimientos de organización social, en virtud de determinados procesos
que un pueblo revolucionario y sus fuerzas deben poner en tela de juicio antes
de apoyarse en ellas como si no hubiese otros cambios reclamando su
verificación.
Como
resultado, el socialismo sucumbió en esa confrontación, pero aportando un
universo de enseñanzas. Efectivamente nos quedó un conjunto de experiencias
invaluables de los que cabe apoyarse para remontar las dificultades del
movimiento disputando escenarios y espacios en la lucha para que bajo nuevas
circunstancias los pueblos logren colocarse en posición de combate
revolucionario franco y abierto como suele decirse. Pero el socialismo pasado
jamás podría ser un “modelo invariable”, su tenaz resistencia está fuera de
duda, su sacrificio puso fin a lo que pudo ser una época de oscura opresión
racista-fascista mundial.
Sin embargo,
a pesar de todo este bagaje, hará falta más organización fundada sobre las
actuales condiciones para la lucha de clases, y no otras que de ninguna manera
están presentes, aunque nos pudiesen sonar tan sublimes. Entre la nostalgia y
el trasnocho que a veces asoma, trasladar mecánicamente el bolchevismo, la
sovietización, el estado socialista habido o el comportamiento de las clases y
sociedades tal cual se presentaron en otra etapa de la historia; suele ser
sustituto de iniciativas y empuje práctico, se requiere un poco más de
imaginación social y proyección de lucha sobre los procesos.
Palpablemente el
imperialismo y la burguesía son quienes más sacaron partido de los problemas
revolucionarios en la lucha por implantar el socialismo. Lo mismo cabe decirse
de las tendencias afincadas en la negación de cualquier logro del pensamiento
revolucionario en la acción política o del socialismo en las dimensiones que
fue conocido; que supieron aprovechar las circunstancias para sostener sus
múltiples posturas de predominio del gradualismo en el proceso social.
Fenómenos que debemos cambiar para beneficio de nuestra lucha.
La batalla
por el socialismo y el comunismo, sin soslayar sus éxitos, nos permite ver de
frente la derrota, aceptarla en sus dimensiones a pesar de la distancia;
reconsiderar sus fracasos a la luz de otros procesos y tareas que serán necesarios
en la larga lucha contra el capitalismo; sus esquemas de combate alimentarán
otras proyecciones más amplias y ajustadas a las perspectivas del proletariado
y pueblos de estos tiempos.
Así como las
posiciones contrarias al reconocimiento del papel histórico del socialismo que
fue, no ayudan a percibir la grandeza y pormenores de esas experiencias; la
mirada de nostalgia y ortodoxia tampoco permite aprovechar toda la gama de sus
procesos, dificulta desprenderse de las trabas para apreciar mejor la aplicación
de cualquier programa revolucionario. E impide aprovechar la creatividad
popular, proletaria y revolucionaria en la búsqueda de consolidar nuevos
procesos de lucha de clases, resultando una obstrucción a la agrupación de
fuerzas, la asimilación de las dimensiones del proceso social o las tareas
democráticas y revolucionarias de los pueblos frente a la barbarie reinante. La
exhumación y autopsia de aquellos ejemplos de socialismo corresponde a nuevas
generaciones revolucionarias en sentido de su espíritu crítico y su apuesta a
rendir los frutos que resulten y los servicios que sean requeridos.
Nada
descalifica a esos pueblos gloriosos y sus sectores revolucionarios, al
contrario, en su propio honor, la lucha de nuestros tiempos no puede ser simple
copia. Va siendo indispensable apreciarles en su dimensión humana y consecuente
en medio de tantas adversidades de la lucha emancipadora, su ejemplo es grande
en todas sus implicaciones, los pueblos la estimarán, aprenderán de ella y
sabrán aprovechar mejor que antes su paso por la historia, aprendiendo a administrar nuestras derrotas.
El proceso latinoamericano
Ahora bien,
estas no son las únicas experiencias de la historia de lucha de clases, las de
nuestra región en los siglos XX y XXI no son de desdeñar en ningún sentido,
desde la revolución mexicana al proceso bolivariano, hacen parte de nuestros
acervos más próximos. Como consta, los movimientos populares emprendieron
grandes batallas contra las dictaduras, el neocolonialismo o el neoliberalismo,
e inauguraron procesos democráticos de distinto contenido en Sudamérica y
Centroamérica, sin olvidar el periodo del cardenismo. Al paso que la Cuba
revolucionaria se mantenía en medio de las amenazas imperialistas y otras
estratagemas diplomáticas que duran hasta el día de hoy.
Las
conquistas populares que se hicieron presentes a fuerza de grandes luchas son
hechos concretos, no obstante los estragos en el proceso latinoamericano de una
formación social capitalista dependiente y apéndice del sistema mundo imperialista,
muy lejos de haberse fracturado. Jacobo Arbenz y Salvador Allende son nombres
emblemáticos de procesos democráticos de lucha puestos en tensión por la
disposición de fuerzas de los pueblos, sus alianzas y capacidades
desarrolladas, con todo y los resultados catastróficos en que son ahogados por
las elites.
Como hasta
hoy se cuenta, la guerra de quinta generación que el imperialismo y sus
burguesías arguyen y califican de libertad, la llevan a cabo desde hace varios
años, teniendo sus fines para socavar los cimientos del proceso democrático
latinoamericano, desmantelarlo donde avanza e impedir su florecimiento en donde
es posible recrearlo como el caso mexicano. Apartando a nuestros pueblos y
desmoralizándolos sobre su perspectiva con fines de resignación al mandato
burgués neoliberal, entrando a lo que creen sería una segunda era de renovación
imperialista yanqui.
De acuerdo
con los inmensos esfuerzos de esclarecimiento sobre este fenómeno de la
geoestrategia imperialista, queda mucho por hacer, acciones cuestionen sus ejes
con explicaciones todavía más explayadas. Nadie podrá desenmascarar plenamente
las guerras de nuevo cuño, instaladas contra América Latina, si no es bajo un
prolongado e intenso esfuerzo masivo de concientización y esclarecimiento sobre
los objetivos y métodos de saqueo para apoderarse del patrimonio
latinoamericano. Hace falta alcanzar un
cambio de conciencia y acción que deba ocurrir en nuestra gran región, que
estratégicamente sea capaz de dibujar otro sentido en nuestra historia.
El
imperialismo yanqui ha declarado la guerra a nuestros pueblos, es un nuevo tipo
de guerra de ambiciones geoestratégicas en que se nos ha situado como fuente de
su avidez. Apoyado en la mediática, los lacayos, la destrucción de la vida
económica, la subordinación financiera, comercial e industrial, el desgaste
político, el aprovechamiento de los errores y desatinos de todo el arco de
fuerzas que integran los procesos democráticos o progresistas y en especial de
sus gobiernos. En todo ello haciéndose pasar como guardián de la democracia, su
seguridad, los derechos humanos y demás conceptos que nos restriegan en su
creencia de que le legitiman para continuar el despojo histórico a que nos
tienen sometidos, haciéndose pasar como simples espectadores en lo que tienen
metidas las patas y manos.
Ante la
quiebra de su vieja posición en el sistema mundial decidió cumplir su amenaza a
la estabilidad política de varios países por sus razones geoestratégicas, en el
supuesto de que este nuevo mundo globalizado es preferible en el caos
balcanizado de nuestros pueblos bajo su predominio. Razones de la agresión
están en dicho reposicionamiento hegemónico gringo, la rapiña sobre nuestros
recursos naturales, la extensión del neoliberalismo, la urgencia de ganancias y
la destrucción del “mal ejemplo” en lo tocante a las posibilidades de que se
desarrollase un poder popular alternativo.
Estos
procesos a su vez enfrentan las resistencias del sistema de dominación interno, a
las propias relaciones capitalistas que poco se alteraron, el mantenimiento del
Estado burgués, los problemas estructurales de su formación, la democracia
anclada en viejos estándares, y las consecuencias de sostener la llamada
sociedad de mercado. Si bien las conquistas en materia de políticas sociales
tienen grandes méritos, así como la defensa del ideal socialista o de
dignificación de nuestros pueblos en la cuestión política y social; los riesgos
de no trastocar y superar el sistema del capital en su conjunto son inminentes,
pues los monopolios y burguesías locales hacen la guerra a los pueblos
incesantemente, especulan con los recursos y sabotean los procesos.
Al tiempo que
los espacios de poder conquistados por el pueblo enfrentan retrocesos por la
corrupción, la descomposición política y la confusión sobre las perspectivas
inmediatas. A estas
alturas una enseñanza clásica reaparece, no se debe jugar a la revolución, la
falta de contundencia y consecuencia frente al capitalismo es sumamente
peligrosa.
Motivos por los cuales existen posiciones
inclinadas a no hacer contacto, a rechazarlos tan violentamente como si se
tratase de dictaduras, entre otras percepciones descabelladas, que restringen
la panorámica acusándolos de procesos socialdemócratas o hegemonizados por
estos y líderes populares. Pero decimos, hay que detenerse a reflexionar con la
calma necesaria estas apreciaciones, las presencias de todo color pueden causar
a algunos grupos todo el resquemor que se quiera, muy respetable, la realidad
es que la naturaleza de los procesos es definitivamente estimulante y
suficientemente conveniente para empujar múltiples tareas en medio de la
efervescencia popular, no se le puede pedir más, lo que aporta es suficiente
para trabajar sobre el terreno, simplemente la acción de fuerzas democráticas y
revolucionarias debe infundir otros alientos a estas luchas.
El proceso es tal, es lo que hay, sin
ensoñaciones, con sus conflictos o contradicciones, surge de unas situaciones.
Son procesos de lucha de clases y eso es más que suficiente para adentrarse,
levantarlos y contribuirle a que se consoliden en primer lugar, y se superen
trascendiendo posiciones de corte revolucionario. Son una de las grandes formas
en que puede inclinarse la balanza a favor de las y los explotados y oprimidos,
que requieren grandes acumulados de fuerzas experimentadas en la política
clasista.
Tan es así la
urgencia de que todas las fuerzas le aporten, que en donde hoy día los pueblos
siguen resistiendo para preservar las conquistas de sus procesos; de no
producirse cambios que radicalicen y rectifiquen sus tareas, que golpeen
directamente a los explotadores, opresores, especuladores y corruptos,
recuperando el control popular y retomando nuevas formas de poder popular
concreto sobre el proceso democrático y revolucionario, la situación lejos de
mejorar, seguirá empeorando por la vía del cerco y derrota impuestos desde el
centro hegemónico.
Sobre de esto
se asienta otra variedad de posiciones, hay las que apuestan a que no haya
crítica en dichos procesos; otras esperan la caída de los mismos y suponen que
vendrá una revolución pero no explican cuáles son las premisas reales para ello
si partimos de que al final impera el desaliento o agotamiento de las bases;
también se debaten posturas críticas no constructivas, terriblemente marginadas
del campo de gravedad de los problemas medulares del proceso; otras tantas que
esperan un reimpulso del proceso pero sin trastocar el estatus de la propiedad
privada capitalista y las relaciones de dominación a que conlleva.
En este campo
se espera de las fuerzas
revolucionarias que su posición sea congruente, por encima
de querellas,
arrogancias, resentimientos, escozor o incomodidades puritanas de
cualquier tipo. Visto con más instrumentos analítico revolucionarios del
desenvolvimiento de la dialéctica social, el hecho de que un proceso
democrático sea más o menos radical y consecuente, está en correspondencia no
solo de quiénes lo protagonizan en una primera línea, sino también de las
fuerzas que le rodean, en especial de aquellas revolucionarias y sus
capacidades de acción para empujarlo hacia la izquierda.
Se espera de las organizaciones revolucionarias
que dimensionen correctamente su proyección estratégica revolucionaria en las
condiciones reales que presentan sus fuerzas. Que sean
serias, que planteen clara y decididamente su posición o bien manifiesten con hechos
congruentes su consecuentes con el proceso democrático
latinoamericano, pues sigue siendo una brecha por donde atender lo que
consideran sus tareas de combate que de ninguna manera cuestiona sus posiciones estratégicas.
Las
contradicciones de dicho proceso
son las de una época de conflictos sociales, pero a su
vez, las de unas circunstancias y posibilidades de acumulación de fuerzas aún
no superada, en que persiste la alianza ineludible con progresistas y demócratas.
Aunque se hayan desarrollado importantes liderazgos, a estos procesos se llegó
no por la decisión de algún líder, sino en virtud de las condiciones y fuerzas
de sus pueblos, de las clases y sectores que le dieron impulso, y obviamente,
de la contraposición frente a las clases opresoras; pero sus metas están lejos
de haberse alcanzado, por lo mismo cargan de posibilidades un nuevo proceso
revolucionario más radical que el precedente.
No existe
movimiento popular que pueda ser desechado, al menos para quienes frente a la
realidad, dignamente se asumen en el bando de los explotados y oprimidos. En
este mismo terreno se juega en México las posibilidades de desarrollo del
potencial revolucionario. Creemos que del seno del movimiento popular es que debe
cultivarse la formación revolucionaria más que seguir con el viejo patrón de
que algún grupo iluminado ha de llevar a cabo la revolución.
El proceso
revolucionario será obra del pueblo, es en su seno que se decidirá sus
características y alcances, la organización revolucionaria y sus principales
características. Son las espantosas condiciones del capitalismo mundial y en
México, de crisis e incertidumbre en el futuro, de miseria y explotación, de
opresión y violencia; las que dan lugar a nuevos movimientos amplios y
flexibles, diversos y contundentes para la lucha de clases con replanteos para
la fuerza revolucionaria sobre su accionar, sus capacidades y sus adecuaciones
a las circunstancias. Pero sin duda alguna el pensamiento revolucionario que
potencie esta labor es requerido con urgencia y flexibilidad.
Esta cuestión
se formará de diversos procesos que logren afianzar la perspectiva
revolucionaria del pueblo mexicano por el socialismo en oposición contundente
al capitalismo, los monopolios y el sistema de dominación que se padece. Que
puedan y sepan aprovechar los recursos que la lucha les da en todas sus formas
o alcances, que recuperen las nociones centrales de conciencia, fraternidad,
solidaridad y vida revolucionaria sin el terrible lastre del caciquismo
político, la burocracia partidista, las tendencias de poder de grupos, los
ajustes de cuentas, los vanguardismos discursivos, la dirección de membretes,
el escaso trabajo político, el acomodo en las estructuras, la ambición de
recursos y el alejamiento de las bases sociales.
Así entonces
el pensamiento revolucionario inaugurado por Carlos Marx es lo suficientemente
amplio para impulsarnos en los principios más justos de la labor
revolucionaria, no los tradicionalmente manoseados, sino aquellos que verdaderamente
dignifiquen el nombre de una organización revolucionaria venida y arraigada en
el seno de los y las oprimidas.
Los
movimientos y procesos de lucha surgen a cada paso en medio de las agresiones
del capital y su régimen, foguean a las clases populares, ilustran potenciales
que las y los revolucionarios debemos explorar, en las que tenemos que
apoyarnos más resueltamente venciendo tantos dogmatismos ante los retos que la
actual complejidad del sistema nos exige.
El pensamiento revolucionario
Cuán importante
es el aprendizaje de esta historia de la lucha de clases está fuera de duda,
para nuestro pensamiento. Sobre de esta perspectiva en él se destacan:
a)
Las aportaciones que hombres y
mujeres dieron a la formación de nuestro pensamiento revolucionario.
b)
El desglose de estudios en tantos campos sociales, económicos,
humanos, filosóficos, organizativos, metodológicos, investigativos y
científicos.
c)
El inusitado debate histórico de tantas fuerzas que de manera masiva
contribuyeron en la teoría y la praxis del socialismo.
Resulta
incoherente con el propio carácter del discurso revolucionario seguir
catalogando por escuelitas de fe en aras de tendencias dogmáticas, liberales o
del tinte que sean, filtrando y limitando todo lo que por sí mismo en su
conjunto representa una proyección de horizontes para los pueblos.
Asimilar esa
bastedad requerirá otros tiempos, reclama una actitud crítica y cuidadosa,
porque no es un borrón, ni mucho menos un grabado de algo dado en una sola
versión de los hechos; sino la reabsorción consecuente, ponderada, propositiva
desde el principio de la formación del marxismo. Se trata de un asentamiento en
la envergadura de sus premisas y de ahí en adelante la constatación contextual
de las cosas, sus hechos inevitables junto con los previsibles, el porqué las
cosas han ocurrido de un modo o de otro, pasando a la cuestión de que aún es
mucho más lo que hay por hacer sobre el futuro de nuestra humanidad en la
batalla contra la dominación social.
Particularmente nos cabe subrayar que esta teoría
se ha desarrollado más allá de lo postulado por un conjunto de grandes figuras
como categorización patriarcal antropológica y religiosa de lo que han sido sus
fundadores o desarrolladores y su rol. Aparte de la mención de tantas
personalidades contribuyentes y el ejercicio de toda forma de acción que forjó
experiencias y postulados; el pensamiento socialista tiene sus resonancias en
otras fuentes que a la vez servirán de nuevos atesoramientos, así en esta
lógica el pensamiento social general también es fuente de abastecimiento para
el pensamiento revolucionario. Lo cual nos conduce a movilizar y replantear el
pensamiento revolucionario aun considerando sus concreciones, como producto
colectivo y socialmente impulsado en la historia como visión consciente de las
y los oprimidos, capaz de nutrirse de todo cuanto se le presenta en su marcha o
cuanto ocurre en la vida social.
Un pueblo
combatiente puede asimilar su pensamiento revolucionario enriqueciéndolo de sus
experiencias y otros baluartes; con sentido abierto corrige sus errores,
resuelve los dilemas en aras de asegurar el principio de consecuencia. Sobre la
base de las resistencias de la lucha de clases y la aspiración a recuperar la
ofensiva estratégica, el pensamiento revolucionario será capaz de nutrirse en
su autocrítica y redimensionar sus planteamientos, construye su arquitectura,
reorganiza sus ideas y se aventurará a la conquista de un lugar firme frente a
las realidades de hoy.
La teoría
revolucionaria se asimilará en otras condiciones, flexibles y amplias,
profundas y a la vez eficaces, como el acervo y guía que es, sin mandamientos
rígidos preestablecidos del tipo de aquella mala copia del conductismo que
durante mucho tiempo le atrapó en sus procesos de formación y guía; o de la
ósmosis del positivismo que mermaron sus defensas de teoría indomable. Es
necesario que en la construcción de organización revolucionaria su estudio o
formación se despliegue sin ataduras, que inspire y provoque apetitos ante los
desafíos del porvenir, sin dejar todo en un abc o en determinadas
interpretaciones sobre la protección devota de tales o cuales textos, sobre el
culto de tales o cuales experiencias.
Hoy de cara a
un proceso democrático y revolucionario urgente, que cierre el paso al
capitalismo imperialista, los pueblos, las clases explotadas oprimidas, los
sectores en lucha, las revolucionarias y revolucionarios, requerimos de todo el
arsenal en la combinación de sus formas, porque los procesos y sus desenlaces
tienden a ser multiformes en las dimensiones de la lucha de clases.
Nada puede
quedar fuera de su procesamiento y apropiación, como nada puede ser elemento
exclusivo, requerimos del equilibrio del análisis crítico revolucionario para
verterlo también en esto que es nuestra materia de formación, lejos del alcance
de toda suerte de denostaciones, prejuicios, rechazos o reconocimientos
circunstanciales de los “méritos ajenos” que tienden a restringirnos en esta
reapropiación consciente y necesaria.
Demandamos
una constante formación abierta y responsable, lo más masiva y lo más
exhaustiva posibles, homogénea en su esencia y diversa en sus formas, con lo
que indudablemente saldrán cuestiones a relucir. Es decir, tendremos aspectos
que se despejarán; planteos que la realidad contrastará; elementos que quedarán
en un debate reiterado; interrogantes y conflictos que reclamarán pasos
prácticos que los despejen, consideraciones de lugar y contraposiciones de
sustento no prejuiciadas; u otros fenómenos que serán motivo de preocupaciones
y tareas futuras.
Pero valdrá
la pena avanzar en el sentido emancipador que oriente la lucha fundamental que
se propone: las proyecciones programáticas, estratégicas, solidarias, de acción
contundente, asequible e indispensable a nuestro pueblo, una teoría expresiva
de los sentimientos del pueblo, y de visión orgánica revolucionaria de nuestro
mundo; medida en la cual nuestro pensamiento revolucionario se hace universal.
Organización revolucionaria
A la luz de
las condiciones y batallas dentro del capitalismo contemporáneo, la organización
revolucionaria que ha de forjarse como extrema necesidad de la lucha de clases
será proletaria por su eje orientador y popular por el despliegue de sus
fuerzas constituyentes, cargada de juventud, impulsada por mujeres combativas,
alentada por la clase obrera, vigorizada por campesinos y campesinas, animada
por la intelectualidad revolucionaria, enraizada en los pueblos originarios; en
definitiva una organización donde nadie quede fuera. Ni duda cabe que en ese
sentido se echará mano de nuevas formas orgánicas cuadros-masas para armonizar
y cumplir sus propósitos en las escalas o ritmos que la
situación imponga.
Una
organización o una serie de organizaciones de esta naturaleza, deberá superar
las viejas estructuras de dominación por donde ascendieron procesos de
integración de lo que se dio en llamar clases políticas o políticos
profesionales que hoy poco sirven al proceso revolucionario. Por principio
habrá de combatir la partidocracia, la política de grupos, la formación de
tribus, la burocracia, las histerias antidemocráticas, las poses
contra-unitarias, y a las relaciones de poder deformadas en posiciones de pugna
por ascensos y tendencias sobre las estructuras, que por su finalidad y
propósitos se deben a la causa revolucionaria y al pueblo en lucha.
Para que esta organización de las y los
revolucionarios se atempere es imperioso vigilar y auto-orientar sus procesos
organizativos continuamente, tenemos sobrados malos ejemplos de autoritarismos,
indisciplinas, sectarismos de las direcciones, opresiones, malos manejos de la
labor, u otras rigideces. Por lo tanto debe marchar como ente colectivo a la
definición de sus sistemas organizacionales, criterios y mecanismos que rijan
su desempeño general, para que la vida interna de sus militancias la colme de
fraternidad consciente y revolucionaria. Esta cuestión debe contemplar:
a) Nuevas precisiones de acción
democrática, en que las y los revolucionarios expresen sus posturas,
decisiones, deseos, esfuerzos, derechos; de manera voluntaria, participativa,
protagónica, consensual, asamblearia, en correspondencia a sus medios
organizativos. Una democracia que sea palabra sagrada a nivel militante y
estructural, no sujeta a manipulaciones, rigurosamente regimentada por candados
antiautoritarios y anti-impositivos.
b) Que sea
manifestación clara del ejercicio cotidiano del poder colectivo, donde cada
debate, cada resolución sea asumida con sentido ejecutor, consecuente para el
que se establecen medios de organización y dirección ajustados al proceso de
movilización acertada de las fuerzas con que se cuente. Ordenando los distintos
poderes, responsabilidades y labores en las formas precisas que involucren a la
generalidad en la asunción consecuente de su rol; siendo de su permanente
competencia la remoción, promoción, crítica, autocrítica, control, de sus
instrumentos de organización, para lo que amerita de nuevos medios, reglas y
prácticas de su pleno ejercicio, la inspiración de
formas para la observancia de sus principios, más allá de sistemas y
ordenanzas.
c) La inspiración de una organización del proceso revolucionario y la
sociedad libertaria que de este derive, partido propiamente abocado a todas las
formas de la lucha del pueblo, que contribuya a la identidad proletaria y
conciencia de clase aplicada extensamente. Que rompa con la vaga creencia de
ser una organización de activistas, sin dejar de aportar a este rol, que logre
trascender como organizador y partícipe de primera fila, respetuoso de otros
liderazgos, protagonismos, instancias u organizaciones. De esta manera se trata
de una organización que es formada y formadora por/para el pueblo, entrelazada
en funciones clasistas y populares, un partido formador, que especialmente
asuma el factor educativo como ardua labor en el seno de los movimientos,
apoyando y poyándose con las fuerzas que así lo consideren.
d) Volver a las nociones de enajenación para descontaminarlas de
procesos ideologizantes en que deja de apreciarse fenómenos sociales que son
más que simple enajenación, expresando otras relaciones de la vida social contemporánea
que continuarán más allá del sistema que las utiliza. Además de pensar en
incorporar otros aspectos como la alienación o la invisibilización, con los
cuales curarnos de espantos sobre “lo correcto del discurso”, entablando otros
debates sobre cómo derrotar las posturas de falsos antagonismos idealizados
cuando no se escarba en la complejización social.
Para todo hay
que darnos tiempos, espacios y ambientes donde practicar la autocorrección. En
este desarrollo, de un nuevo tipo de cierto centralismo democrático
revolucionario, de poder proletario-popular interno y explayado, de
preservación de los instrumentos políticos de lucha, de atención prioritaria
humanista, persuasiva que cuide y aliente sus militancias y vínculos; lo
principal de la organización revolucionaria está en su condición natural de ser
y estar en el seno del pueblo, de construirse por/para las clases y sectores
oprimidos, que se inspire en la clase social orientadora del sentido
revolucionario frente al capitalismo.
A continuidad
se le exige un proyecto revolucionario claro y eficaz para infundir vigor y
certeza en la lucha que se propone. Dicho proyecto tiene muchas vertientes, ni
duda cabe, no hay uno que sirva de modelo ideal para afrontar retos y procesos,
aunque algunos aportan aspectos nodales como la vigorización de la noción del
socialismo humanista, democrático, de cohesión del pueblo, que resuelva el
problema de la libertad y las libertades, de poder popular-proletario a todos
los planos e instancias sociales; siempre debe trabajarse sobre la base de
nuestras condiciones históricas, incluyendo perspectivas, guías de acción,
tácticas, políticas, posiciones, pero especialmente, su profunda defensa de los
intereses proletarios y populares frente a toda forma de agresión.
Necesitamos
por supuesto un partido que salga de sus cuatro paredes, que deje de enfocar su
lectura del marxismo como religión interna, que no haga de su autoconsumo su
modo de vida donde el revolucionario deja de ser tal para amoldarse a la
rutina. Que no pretenda autosatisfacerse en la ideología afirmando que todo
está dicho, que maneja “los hilos de la revolución”, que no hay terreno sin
explorar en cuanto al pensamiento revolucionario. Más que secta religiosa
nuestros pueblos requieren de una amplia organización revolucionaria. Es
necesaria una organización que se descargue en un trabajo y modo de vida
gratificante como movimiento revolucionario en el pueblo, en sus clases y
sectores, en sus acciones cotidianas y sus combates grandes o pequeños.
Todo lo cual
nos insta a desarrollar una amplia teoría y práctica de la organización
revolucionaria y del poder revolucionario que germina en el pueblo mexicano.
Para esto es que las formas de integración de fuerzas propositivas en tal
construcción deben decidirse, reflexionar sobre los medios estructurales y la
política organizativa que asiente sus principios de trabajo.
Nuestros
esfuerzos requerirán de una formación permanente en el pensamiento
revolucionario, de su concepción como elemento en constante cambio, sin debates
acabados ni represiones del pensamiento. El pensamiento revolucionario no se
agota porque se constituye para y por los cambios sociales, finalmente estos
son requeridos permanentemente por las sociedades para su liberación.
Las
estructuras orgánicas que llegado el caso serán posibles y necesarias deberán
afrontar la tarea de reconstituir tal organización pasando en primera instancia
a la formación de consejos populares, colectividades y células integradas en
los procesos de lucha, incluso en la figura de una dirección que represente
dignamente todas sus fuerzas. Tal consejo popular general es necesario que se
le determine cuáles son las prioridades orgánicas de su constitución, es decir,
más que arrimarle un conjunto de revolucionarias y revolucionarios sin
especialización, profesionales
del discurso, debe constituirse por representantes
alternados, promocionados estrictamente desde las militancias denominadas de
base, con funciones específicas de acuerdo al mejor fruto que puedan rendirnos
prohibiendo las relaciones de poder y las disputas por espacios en torno a los
liderazgos, pues en todos los casos nos debemos a unas labores de lucha, con
firmes instrumentos dotados de poder de control regular sobre su desempeño.
En todas las
áreas en que se requiera estructuras de dirección de nuestros procesos estas
deben brindar sus servicios de proyección global y sostenida de la organización
(en el entendido de que la principal labor está en las bases de combate) ante los
riesgos de que se repitan procedimientos por los que las estructuras terminan
dominando y hasta oprimiendo a sus militancias.
Las llamadas estructuras
no deberán suplir o anular la vida revolucionaria, si bien constituyen instrumentos
de esta, el despliegue verdadero del proceso está en el seno de las clases
populares y su acción, para ello se requiere desconcentrar “cuadros” que pueden
cumplir mejor su papel activando en su seno, formando, impulsando, aconsejando,
combatiendo, forjando estrategias. Abanderando sin tantos procedimientos burocráticos
que congelan la más sencilla iniciativa, para estar a tono con la alta
interacción de los movimientos y sus sectores en las nuevas dinámicas de la
lucha de clases exigente de una fluidez sin límites en la conducción propia de
sus luchas.
Con respecto
al llamado estatuto, son instrumentos necesarios, más no deben ser una camisa
de fuerza, sino sano instrumento de procedimientos en valoración ponderada de
quienes luchan; como tales instrumentos, no deben decretar la vida y la muerte
de una organización y sus militantes. Porque en la experiencia lo que se ha
visto es que se usa más que todo la parte sancionatoria, la condena o el ajuste
de cuentas por sobre los correctivos y la persuasión hacia la toma de
conciencia. Por ello se requiere una normativa de cómo regir dicha organización
(lo asambleario, las direcciones colectivas, la democracia, las relaciones
entre revolucionarias y revolucionarios, y los procesos de articulación
interna) de manera muy sencilla y estudiada para cuidarse y transformarse.
Cabe una
ruptura respecto del planteamiento de la arquitectura militante, el carácter y
formación de las revolucionarias y los revolucionarios. El pueblo mexicano
requiere de militantes desprendidos, tan consecuentes como abnegados en la
asunción de un rol congruente con sus intereses. Militantes con humildad,
conscientes de su papel, amantes del trabajo, honorables en su moral y
entereza, que sean pueblo, entusiastas, que enaltezcan los esfuerzos de éste,
sin soberbia, vanidades, elitismos o prepotencia, siempre solidarios;
sólidamente arraigados en los sentimientos del pueblo y su comportamiento, con
los pies en la tierra. Que estimen la inteligencia popular, que sean sensibles
a sus reclamos, sus recomendaciones y llamados, para que algún día ser dignos y
dignas combatientes del pueblo, ejemplos de un nuevo tipo de liderazgo
individual y colectivo.
Las
revolucionarias y revolucionarios son gente de nuestro pueblo, luchadores
salidos de sus clases y sectores oprimidos que asumen un compromiso político de
empujar todo esfuerzo hacia las transformaciones revolucionarias. Que sean
juiciosas, abnegados, pacientes ante las dificultades o problemas generales del
movimiento proletario y popular para asumir sus retos, que se den el tiempo
necesario para evaluar las condiciones y apreciar otras perspectivas. Que se
asuman obligados a una continua formación política, cultural y de los campos en
que se desempeñan, debemos dejar de ser improvisados en todo cuanto queremos
abordar, y luego dejar de pretender que tales improvisaciones sean el plus de
nuestro desempeño; de lo contrario el movimiento revolucionario no estará a la
altura de los grandes reclamos populares y los nuevos contextos sociales.
Hay que ser
ejemplo de dignidad, de lucha y fraternidad, conscientes de la naturaleza de la
sociedad capitalista, solidarios con las otras fuerzas y los distintos
movimientos del pueblo. Primeros en proponer y asumir tareas de combate,
suficientemente maduros para reconocer errores propios y aciertos de sus
camaradas u otras fuerzas. Forzados a superar cualquier resquicio de las viejas
posiciones problemáticas, sectarias y divisionistas, sean siempre tendientes a
resolver cualquier conflicto interno sobre los principios de integración,
corrección, unión y amor a la colectividad. Una militancia con pertenencia de
clase, fundida con su comunidad.
A su vez, las
direcciones que se constituyan tienen que evitar caer en la formación
estructural a la que se han visto sometidas, abrir bien los ojos para derrotar
los esquematismos y otras limitaciones generalmente auto-encubiertas por el
prejuicio del anatema revisionista, una respuesta automática de nuestras
incapacidades, carente de contenidos, frente a lo cual se debe remover la
costra propiciando toda la cura que requiramos. Entre muchos asuntos se debe
asumir el contexto histórico revalorando lo que en su planteamiento resulta una
recreación de condiciones variables sujetas a nuevas consideraciones de la
misma perspectiva que nos trae aquí.
Mecanismos
agarrotados de secretarios, secretariados, burós, comités centrales, que pues
derivaron en procedimientos que restringen o coartan debates y decisiones,
disuelven los poderes colectivos sustituyéndose por las imposiciones y medidas
restrictivas de grupos tendientes al privilegio de poder político interno; que
definitivamente en su momento fueron impulsores de grandes desarrollos
político-revolucionarios de organización y lucha, mas ahora cabe
reflexionarlos, debatirlos francamente, mesurarlos y modificarlos
sustancialmente teniendo presente las necesidades de organización, dirección,
cohesión y estrategia colectiva.
Por algo toda
la vida se propuso que se integren como suele decirse, de abajo hacia arriba e inviertan
su vida regular; aunque es un principio violado sistemáticamente por las
organizaciones que se consideran vanguardias de su parcela, es una norma que
debe tratarse con la suma disciplina y responsabilidad. Se ameritan candados y
controles, deben tomarse como medidas válidas, en cierto modo son garantía de
que siempre renovemos de verdad el carácter de la organización, administrando
con sabiduría las posibles victorias en estos campos.
En
consecuencia con estas cuestiones, si en otras circunstancias se vuelven a
requerir viejas herramientas orgánicas, no hay que dudar en aplicarlas, bastará
con fomentar los debidos medios para mantenerlas en la dinámica más justa
posible. Habrá de ser un proceso de desarrollo político clasista natural pero
orientado, en el que se alcancen las soluciones satisfactorias de organización,
colaboración y liderazgo, que en el entusiasmo de la lucha popular e
integración de una militancia fresca en conjunción de fuerzas más maduradas;
lleve a un asiento de medios democráticos, persuasivos, consensuales y
colectivistas.
Sobre el plan de acción estratégica
La elaboración
del plan de acción estratégica del proceso revolucionario es una entre tantas
de estas tareas, pero no debe desestimarse su importancia; abundan los
programas que nos llevan hasta el socialismo y más allá, unos buenos otros
medio mesiánicos, sin embargo son solo tinta en el papel, letra muerta porque
sus protagonistas se dedican a otras cosas y no concretan la alternativa por su
celo de pureza, sienten asco frente a las formas prosaicas del movimiento por
no ser marxista-leninista, consideran que no se adecuan a los fines
revolucionarios, les hacen el feo y se apartan. Obreristas sin obreros, que
menosprecian todo cuanto no traiga botas mineras y casco, aunque seguramente
darían negativo en una “prueba de pureza”; poco se ven en el espejo de que en
general las organizaciones revolucionarias en el país se han constituido de
sectores no proletarios, lo cual no es una crítica, sino un simple hecho que
encarna las terribles dificultades y a la vez cambiantes condiciones para
nuestra labor.
Requerimos de
obtener el máximo provecho en cada lucha, muchas veces es el refuerzo directo
de la organización revolucionaria, la mayoría de las ocasiones es en el aporte
al desarrollo de los procesos democráticos, otras tantas circunstancias en forma
contundente marcarán nuestro paso acelerando los acontecimientos y sus
resultados bajo un principio a la integración que hay que promover constante y
resueltamente. En cualquier caso las y los revolucionarios comunistas aportarán
su granito de arena a que el pueblo adquiera confianza y voluntad de poder para
transformar el país en las condiciones y formas que se le presenten. Pero toda organización debe abonarse un apoyo, mal quedan
las revolucionarias o revolucionarios que sigan despreciando las luchas de
otros sectores, el horno no está para bollos como dicen por ahí, tenemos lo que
tenemos y sobre de esto construiremos no solo lo que queremos, sino lo que
necesitamos.
Hay que
cambiar eso, tal plataforma debe ser concreta, atractiva, comprensiva,
sinergética en la combinación de fuerzas, y profundamente estimulante de las
mentes y corazones de nuestro pueblo, que donde sea conocido sea apreciado como
una declaratoria de lucha y de esperanza sobre el destino político, económico y
social del país. Que toque las fibras de las clases explotadas y oprimidas, que
descifre sus urgencias, sus necesidades y sus posibilidades históricas; es una
gran tarea que debe sumir en sus manos la próxima organización revolucionaria
que logre salir adelante, cualquiera sea su forma concreta.
Como bien
quedamos ubicados, todo esto se dificultaría enormemente cayéndose en
dispersiones sin un correspondiente plan de acción estratégico. Un plan fuera
de formularios, que englobe dichas características del trabajo revolucionario y
las plasme en las rutas de victoria política.
Sobre este
plan decimos que partimos de unas condiciones de lucha en que diversas fuerzas
compiten por avanzar en la organización popular, además de la presencia de
tendencias democráticas que aunque generalmente reflejan posiciones
incongruentes o escasamente precisas respecto del combate al régimen
neoliberal; resisten y aglutinan a importantes sectores populares. Que sin duda
presentan opciones de combate en el plano electoral, pudiendo servir de medio
para que las fuerzas revolucionarias avancen en algunos aspectos de difusión y
organización masiva nacional, regional y localmente.
Del mismo
modo los movimientos populares presentan amplias posibilidades de desarrollo
propios y para las tendencias revolucionarias, pero el trabajo debe modificarse
para tales efectos, pasando a ser preponderante la solidaridad, el respaldo y
la labor conjunta por cumplir sus fines organizativos y de lucha, medida en la
que se pueden potenciar con flexibilidad nuestras tareas particulares
conectándose armónicamente con el movimiento general.
El proceso
democrático que otras fuerzas pueden impulsar sobre la base de la existencia de
un amplio movimiento de masas en el país es una primera vía de combate nacional
de la que con todo que se especifiquen sus claras limitaciones; debemos retomar
en nuestras manos y bregar por posicionar las fuerzas populares y
revolucionarias.
Serán muchas
las acciones a implementar, estamos todavía lejos de contar con la capacidad de
describirlas en su detalle, sin embargo todo parte de una premisa fundamental,
bregar porque dichos procesos cumplan con sus tareas en el escenario de la
lucha de clases. Para que esto ocurra la fuerza que se asuma responsable debe
hacerse presente y partícipe, no hay más.
Estando
dispuestos y dispuestas a lidiar con las incongruencias de la socialdemocracia;
como fuerza revolucionaria, la cuestión es que dicho proceso democrático existe
más allá de sus propias interferencias en una disposición de fuerzas frente a
un enemigo políticamente desgastado. Estos procesos democráticos son muy
amplios y frecuentes en la historia política del capitalismo y la lucha de
clases –particularmente en Nuestra América Latina–, pueden servir de impulsores
de ascensos de combate, pero esa es una cuestión de “capitalización”, de que
los pueblos en sí mismos bajo tales procesos aprendan a sortear el oleaje, de
tal suerte que se apoyen de este para que la consciencia del pueblo, su
clase y sectores revolucionarios se
proyecten en la acción política.
Por su parte
el proceso revolucionario, es por ende, democrático y revolucionario, es un
momento al que debemos marchar, preparados, cumpliendo las inmensas tareas
previas de trabajo sencillo, que predispongan a amplios contingentes en su
voluntad de lucha y de poder de clase proletario y popular. En medio de las
complejidades políticas del sistema, dicho proceso determinará las formas de la
revolución, la transición en sí misma, nosotros no nos atamos a un mecanismo
particular de hacer la revolución, sabemos que la historia suele dar saltos
vertiginosos, en esto todas las formas de lucha son válidas y necesarias, todas
valen ser promocionadas sin detrimento de ninguna. Hasta las propuestas de
rutas de lucha merecen ser consideradas en su conjunto (inclusive para el
trabajo político entre la clase), para que en su momento quepa decidir sus
pertinencias o conveniencias en el paso inmediato, de manera consulta,
colectiva y consensuada.
Un conjunto
de estas formas permitirán el reposicionamiento del movimiento obrero y
popular, socialista y comunista, revolucionario en su esencia, ante la cuestión
ineludible de la toma del poder, por lo tanto debemos manejar cada una de las
formas del combate de clase porque llegado su momento serán verdaderos puntales
del proceso. De igual manera, aprendiendo de la nueva generación revolucionaria
y a la vez adiestrándola en estos menesteres que habrán de presentársele, ya
que en ella confiamos nuestra certeza en la victoria estratégica para que los
pueblos de México tomen, construyan y transformen el poder en pieza clave de su
emancipación social.
La lucha
revolucionaria de hoy incita a la trascendencia en todos los factores
actuantes, partido, pueblo, organizaciones, clases, sectores, teoría, praxis,
militancia, táctica, estrategia, política y en el conjunto de las relaciones
revolucionarias. Sobre estos cambios de nuestra visión, hoy nuestra labor debe
reconfortarnos en seguras relaciones de fraternidad, camaradería, comunidad,
perseverancia, formación y solidaridad.
Estamos en
condiciones y necesidad de crear entre muchas fuerzas conscientes, toda una red
organizativa con estas y más cualidades revolucionarias, con las suficientes
medidas, pensamientos e instrumentos para que sean coherentes y certeros en su
propósito de forjar un nuevo partido instrumento del pueblo y el proletariado,
audaz e innovador en la lucha de clases por el socialismo, movilizado hacia el
punto de no retorno, el proceso revolucionario, la cohesión de los factores
revolucionarios, y la revolución política, económica, cultural, social que
sepulte el capitalismo imperialista.
Levantar un programa para la victoria popular
Ahora, nos
permitimos hacer algunas reflexiones en torno a lo que debe proponernos un
programa revolucionario para los pueblos de México. No tratamos aquí de la enésima
proposición de tal programa, nos referimos directamente al necesario cambio de
planteamientos sobre el tema, la propuesta socialista comunista, de sociedad
libre amerita desarrollarse desde cualquier ángulo izquierdista o
revolucionario que se le mire. Como hemos dicho, hay muchos programas y en
resumidas cuentas nos dan ideas de perspectiva; pero en todos ellos está
ausente el protagonismo del pueblo, debido a una pesada tradición sobre su
génesis, no logran desprenderse de la naturaleza de su constitución un tanto
enclaustrada, resultando ser como descargas que entes divinos nos traen para
entrar al paraíso. Pues quiérase o no, reflejan esas viejas palancas
ideológicas entre sujetos pasivos y sujetos activos, a veces de complicada
comprensión para el común de las personas, de escasa trascendencia cuando se
revisten de demasiadas propuestas sobre el papel, o de difícil manejo para la
agitación política, terminando en materiales de consumo interno para las
organizaciones que los levantan.
En este
momento del debate aflora la necesidad de precisión sobre lo que respalda a
dicho lineamiento programático. Esto es, sus motores por encima de sus
propuestas, más que circunscribirnos a un conjunto de reivindicaciones, hay que
hablar primero del para qué tales reivindicaciones, directo al tema, sin
divagaciones sobre la remembranza de toda la historia social, para eso otro
pueden hacerse diversos tipos de materiales. De tal suerte que a partir de aquí
plasmarnos el argumento sobre el cual no sólo subrayamos “x” posiciones, sino
que además nos expresamos sobre los contextos sociales e históricos que
alientan nuestras propuestas; esto sería por ejemplo:
1. Aceptar las modificaciones pertinentes en la adopción de un programa
de corte revolucionario, que vienen impuestas por el proceso social general de
la vida humana en todos los ámbitos de la acción social hoy extendida a planos
culturales, ecológicos, sexuales, económicos, estructurales, clínicos u otros,
entrecruzados en las relaciones políticas y sociales. Cambios que no basta con
reconocerlos dándoles un punto marginal, o una colocación floreada para
certificar cierta actualización, cuando ameritan una comprensión minuciosa de
sus características a la vez de un replanteo general para que encuentren la
conexión orgánica en el conjunto de nuestra perspectiva. Cambios que exigen
salidas por la vía popular para solventar acuciantes problemáticas concretas
sin las viejas poses salomónicas o mesiánicas.
2. Las recomposiciones del paradigma socialista-comunista sobre las
tareas complejas de emancipación en todos los tópicos. Que lo llevan a otro
desarrollo de posiciones, la diversificación argumentativa y la recreación de
planteamientos para el actual espectro de la vida social. Esto es en casi todos
los órdenes que deban regir sus procesos transformadores, desde la dominación y
el poder, hasta la atención de la subjetividad individual o colectiva, la
floración de lo emocional, y los infinitos problemas objetivos de la
construcción socialista particularmente. En todo este horizonte deberá alzarse
nuestro pensamiento revolucionario valorando a fondo sus nuevas integraciones
en un universo conceptual, político y filosófico más apto para el combate a la
formación social capitalista, y especialmente más forjado para servir de instrumento
en la nueva sociedad, reconfigurando su práctica y su teoría las veces que sea
necesario en función del interés supremo de nuestros pueblos.
3. Las nuevas implicaciones de una sociedad no antagónica pero
persistentemente sometida a conflictos entre el viejo orden y el proceso de
liberación es una batalla intergeneracional que apunta a dejar atrás la inercia
ya vista de atribuir al enemigo físico derrotado toda la gama de problemas
habidos y por haber. Esta denostación hace un grave perjuicio a la causa puesto
que pierde la perspectiva de que es en el seno de la nueva sociedad donde se
cultivan y dirimen múltiples problemáticas de su formación liberadora
ciertamente obstaculizada por su propia historia. Pero también se constriñe
tanto porque se lidia con elementos de manejo tan necesarios como inevitables
de un poder instrumentado a todo el ámbito organizativo que resultará
extremadamente complicado y peligroso; y tanto como, por la falta de amplios
medios propios que recreen un nuevo tejido social hecho para las necesidades
recién propiciadas. Por lo cual es una transición histórica sujeta a acciones
vertiginosas y a otras lentas maduraciones de soluciones prolongadas que
requerirán inmensos esfuerzos, acciones diversificadas, algunas ya ensayadas y
algunas más que requerirán talentos, inventivas y cambios en nuestros
parámetros.
4. Los reacomodos o descartes de consignas tomadas a rajatabla, que hoy
día quedan flotando sin sustento ante nuevos hechos, tales como las formas de
propiedad social, el sentido del poder, el combate a las expresiones de
dominación en todos los terrenos, las tácticas unidimensionales, o los estilos
de dirección, consenso, derechos populares de nueva generación y expresiones
desarrolladas; para la más amplia democracia posible y obligada. Hoy día la
extensión del proletariado más allá de la clase obrera industrial plantea la
formación desde debajo de otras vías e instancias de constitución de su poder
que no pueden restringirse a los antiguos soviets y sus formas generales de
organización. Los ritmos sociales asientan otras premisas de inserción del
proletariado y los pueblos oprimidos derivadas en comunas, colectividades,
estructuras más flexibles, autonomías e incluso consejos populares integrados
por varios de sus sectores que proyectan medios más horizontales y eficaces en
el ejercicio del poder clasista directo. Pero esta es sólo una particularidad,
que no renuncia a aquella experiencia, simplemente propone aterrizarla en un
contexto más amplio en que puede concurrir con otras más para que suceda donde
mejor convenga de manera más fluida en la aplicación de la democracia
proletaria y popular así como rescata el precepto anterior de comuna y
asamblea, caso este que ha sido relevante en la organización de pueblos,
sectores y movimientos de México y otros países.
5. La recompostura de nuevos criterios en sentido del hacer la
experiencia, la cual enseña, acierta, pero también suele errar en el camino,
adaptándose la otra sociedad a canalizar y fomentar múltiples pautas,
novedosas, profundas, cuidadosas; donde a pesar de los tropiezos, las clases
populares siempre tengan medios de rehacerse sin tener que sucumbir por
completo al retroceso capitalista. Que en la posesión de múltiples instrumentos
políticos, económicos, militares, sociales y demás; mejoren el auto-diseño
social de nuestras siguientes generaciones sin establecerles cánones
conductuales para toda su vida como un poder pretensioso más allá de la
extensión generacional que lo inaugure, antes que acabe empantanado y
finalmente incapaz de recoger o abonar otras propuestas frente a los escenarios
que no podemos vislumbrar. La sociedad revolucionaria sólo podrá blindarse
aportando a las generaciones de relevo los medios y armas con qué continuar su
lucha libertaria.
Un programa
con fines históricos libertarios será obra del pueblo activo, tenemos
ante-programas, programas provisionales sujetos al escrutinio de las luchas del
pueblo y de su toma de conciencia; pues la decisión fundamental sobre los
mismos corresponderá a las clases y sectores del pueblo cohesionado para su
proceso revolucionario.
Solo en estas
condiciones es que debemos enarbolar y entender el programa revolucionario,
siempre propositivo y sometido al debate popular. Tal programa no es un manual
ni mucho menos un ente con vida propia el cual rija o movilice, dicte o regule,
concentre o despliegue las fuerzas populares, clasistas y revolucionarias en su
proceso de cohesión. Es un manifiesto de un núcleo de fuerzas, que convoca a
otras más a aportarle, replantearlo y engrandecerlo en los postulados de
emancipación social, es también un llamado al desarrollo de las alternativas de
lucha socialista y comunista, y es una proclama revolucionaria sobre el
horizonte social para reconstruir su propuesta estratégica en las modernas condiciones
de nuestra sociedad dadas sus crecientes complejidades y las consabidas
problematizaciones de la vida social.
Sugerimos que
en su esencia dicho programa debe partir de algunas matrices fundamentales para
la conformación de una sociedad de mujeres y hombres libres en un concepto más
amplio de sus implicaciones, apoyándose en:
a) Relaciones revolucionarias de lucha por objetivos históricos en el
seno de un pueblo cohesionado en torno a su perspectiva prolongada de
liberación social. Relaciones que conllevan la carga asamblearia, protagónica,
de respeto irrestricto a las unidades y las banderas fundamentales del proceso
revolucionario. Relaciones que superen los liquidacionismos, los sectarismos,
los extravíos de control de unas organizaciones sobre otras, las imposiciones y
otros rejuegos políticos; haciendo predominar la fraternidad, el diálogo
constante, el interés de clase, la perspectiva histórica y el protagonismo
popular en la lucha de clases.
b) Relaciones revolucionarias que construyan y sostengan un genuino
poder proletario y popular, como recurso de combate frente a las clases
explotadoras y todos sus seguidores, pero que principalmente se avoquen a que
sea desde las entrañas del pueblo donde emane una nueva forma de poder
liberador, sustentado en el resguardo de la colectividad y sus facultades
direccionales sobre los destinos de la nueva sociedad. Un poder distinto por
sus características a todo cuanto hemos conocido en el país, el poder de las
clases laboriosas, de los sectores populares de decidir a través de múltiples
instrumento, sobre las cosas grandes o pequeñas de nuestra vida. Un poder que
sepa distribuirse justamente entre tantos actores sociales del país en los que
se compone nuestro pueblo diverso. Para que con este poder transforme sus condiciones
en otra época social.
c) La prefiguración de una sociedad democrática en sus bases de acción,
que tenga por premisas la participación general de los pueblos en la toma de
decisiones y un sistema adecuado que exprese las voluntades mayoritarias, salvaguardando
los intereses generales como pueblo mexicano. Que articule múltiples instancias
de ejercicio democrático congruentemente conformadas para cubrir los amplios
deseos y aspiraciones de acción política y cumplimiento de decisiones
colectivas.
d) Una plataforma humanística en la consecución de todos los avatares
del desarrollo en la nueva sociedad, que sostengan y amplifiquen los valores y
derechos de nuestra humanidad tales como las libertades, la seguridad, la
vivienda, la vida digna, la salud, el acceso al agua, la alimentación, un
planeta descontaminado, desmilitarizado, desmonopolizado, como derecho de todos
los pueblos, el ejercicio de la sexualidad, las creencias, el respeto por
nuestra condición humana y el tratamiento en derecho a las diferencias y
divergencias de todo género. Sociedad humanística libertaria y revolucionaria
poscapitalista, de socialismo-comunismo de democracia auténtica del pueblo,
colectivista que incorpore como condición humana la comunidad libre de opresión
y explotación, trastocando el viejo concepto de humanismo de la desigualdad
social, dominador, liberal y neoliberal que se sustenta en las libertades del
mercado, el encubrimiento de la degradación humana, la violación de los
derechos relativos, el señuelo de derechos humanos a bombazos, es decir, a
contraderechos, la desarticulación de las premisas del ser social, y la
falsificación contra la socialización no afín al capital.
e) Relaciones sociales de producción, distribución, intercambio y
consumo sostenidas por principios socialistas, de muy diversas formas,
públicas, cooperativas, regionales, urbanas, rurales, locales, con formas de
propiedad y control variadas según los roles y contextos organizativos de
nuestros pueblos y ciudades, aún cuando puedan mantenerse empoderamientos
generales sobre recursos esenciales. Bajo otros cánones de trabajo y consumo
beneficiosos para las mayorías de manera consciente y sostenida.
f) Replanteo sobre nuestras relaciones con la naturaleza y ante todo el
planeta para contribuir a superar la fase capitalista de depredación que nos
pone ante los dilemas del agotamiento de los recursos, la concentración de los
mismos, la amenaza de extinción tanto de la especie como de la vida en la madre
tierra, asumiendo nuevas responsabilidades como humanidad. Relaciones de vida
social de transformación emancipatoria en temas como el de la familia, la
educación, la consideración del posicionamiento y empoderamiento de la mujer en
el espacio social, nuevas formas en el tratamiento de las contradicciones,
divergencias y todo tipo de conflicto social inevitables en el proceso
liberador, y particularmente la necesaria sanación social del problema de la
violencia en el socialismo.
Sobre la
lucha de este programa, avanzando sobre el proceso revolucionario, habrá lugar
y necesidad de proyectar más allá de esta época de transición histórica, la
proyección programática de liberación total respecto de toda forma o
manifestación de dominación social. Medidas, sanciones y procedimientos
anti-corrupción desde bajo serán siempre válidas; grandes propuestas se dibujan
por todas partes, para todas ellas se debe marchar en un nuevo proceso, hay que
asumir la responsabilidad.
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PARTIDO DE LOS
COMUNISTAS MEXICANOS
PROPUESTA DE
SOCIALISMO, PROGRAMA, LINEA ESTRATEGICA Y TIPO DE PARTIDO
RESUMEN
I.
EL SOCIALISMO QUE QUEREMOS.
.
1.1.
Luchamos contra el capitalismo porque las evidencias
teóricas y prácticas nos demuestran que la crisis permanente que ahora se ha
agudizado no tiene más que dos salidas, la salida capitalista que no es otra
que el fascismo y la barbarie y la salida socialista provocada por una clase
obrera manual e intelectual organizada en su instrumento político para tomar el
poder y establecer una sociedad socialista humanista y democrática.
El capitalismo es el sistema del desperdicio.
Estamos convencidos no solo del carácter depredador y expoliador del
capitalismo, sino de que es el sistema que se basa en el desperdicio de la riqueza
producida por los seres humanos. El capitalismo es el sistema que no solo
desperdicia la riqueza producida por la fuerza de trabajo de la clase obrera
sino que necesita desperdiciar para seguir existiendo. Por ejemplo es el
capitalismo el que invento los bienes de obsolescencia inmediata o de usar y
desechar los cuales producen millones
cada día, echando a la basura el esfuerzo de miles de obreros que los producen;
es el capitalismo el sistema que necesita de mantener activa a través de
inyecciones de millones de dólares cada día a la industria de la guerra; el Director Ejecutivo de la FAO aludió a un contraste
flagrante e inaceptable en 2006 el mundo gastó US$ 1.200 miles de millones en
armamento.
El
capitalismo enajena a los seres humanos. Porque separa al hombre de su trabajo
y de los productos de su trabajo; y al hacerlo nos presenta las relaciones de
producción como si fueran relaciones entre cosas y objetos no entre personas,
en esto radica la cosificación de los seres humanos, todos somos tratados como
mercancías, como cosas, como objetos y en eso consiste lo que Marx denomina el
proceso de fetichización de la
mercancía. Es decir la mercancía es el fetiche al que hay que adorar y rendir
culto para ocultar la explotación capitalista.
El capitalismo
requiere de las guerras para mantener a su vez activa la maquinaria
capitalista en el afán de atenuar la tendencia a la baja en la tasa de
ganancia. Es el capitalismo el que cada día tira a los ríos y arroyos millones
de litros de leche para evitar la baja de los precios; es el capitalismo el
sistema que según estudios de la FAO cada año se tiran a la basura más del 25 %
del total de alimentos que se producen y todo por razones vinculadas a la
manipulación de los precios. Millones de dólares se gastan cada día en
publicidad incrementando artificialmente los precios de todos los productos
básicos, de las medicinas, de los bienes necesarios para vivir.
1.2.
Nuevo concepto de socialismo. Nos hemos imaginado a
partir de la experiencia del socialismo real, un nuevo concepto de socialismo, nosotros concebimos el socialismo no
como la negación del capitalismo, sino como la negación de la negación del
capitalismo, porque se niega el capitalismo con las manifestaciones, con las
huelgas, con las luchas de resistencia, sí, se niega pero no se supera. Es
necesario ir a la negación de la negación esto es a la superación del sistema capitalista
estableciendo la nueva sociedad. Por esa misma razón la lucha solo por
objetivos económicos no es suficiente, por esa razón es necesaria e
indispensable la lucha político ideológica contra el capital y por esa razón
estamos aquí, preparándonos para esa lucha ideológica que debe ser a fondo.
Nosotros concebimos en consecuencia al
socialismo como la superación del capitalismo, como la sociedad del hombre
plenamente libre, la sociedad plenamente democrática en la que el pueblo
realmente elige a los mejores no por el dinero o la clase social sino por su
vocación de servicio; la sociedad en la que el trabajo asalariado ha desaparecido
y existe el trabajo como proceso de recreación del ser humano. En la nueva
sociedad socialista el trabajo pasara de ser un castigo como lo es hoy según lo
plantea la religión o de un medio de explotación como lo es en el capitalismo,
en una actividad productiva libre, en la actividad en la que el ser humano
expresa su humanidad, su verdadera naturaleza. Porque desaparecerá el trabajo
asalariado.
El hombre ya no vivirá para trabajar ni ser objeto de
explotación toda su vida como ocurre hoy; sino que al trabajar se realizará
como ser humano creativo y libre.
Podemos decir que el régimen del socialismo real en su breve y corta
vida garantizo el bienestar colectivo, atendió a las necesidades colectivas de
pleno empleo, de salud, educación y deporte; pero el tiempo fue insuficiente
para subsanar las fallas en cuanto a cubrir necesidades no consideradas
urgentes, y lo mismo para atender las necesidades de un desarrollo democrático.
En el socialismo real el poder del pueblo que inicio con el desarrollo
de la nueva democracia basada en los soviets que eran el nuevo poder
democrático, con el tiempo se deformo para convertirse en un poder burocrático,
en manos de una elite que estableció un régimen de dependencia jerárquica y una
disciplina cuartelaría en la sociedad; un régimen que no socializo los medios
de la producción sino que los puso en manos del Estado formado por esa elite
burocrática, en consecuencia en vez de socializarlos los estatizó lo cual no es
lo mismo.
Esta situación generó vicios que se promovieron desde la propia
burocracia tales como la simulación, la delación, la obediencia ciega y la
sumisión como requisitos para estar y ascender en la elite burocrática. Estos
vicios sustentaron también el nocivo culto a la personalidad del dirigente en
turno. Se deformo así la esencia
democrática del socialismo y del leninismo.
1.3.
Tomamos distancia del socialismo real. Podemos sostener
que el socialismo real fue capaz de liberar a la humanidad e la amenaza del
fascismo al derrotar al ejercito de Hitler y sus aliados, fue capaz también de
garantizar el bienestar económico y material de la sociedad pero sacrificó las
necesidades y atención de los individuos, a la vez que la democracia del pueblo
devino en una democracia dirigida centralista en manos de un breve grupo; con
lo cual se debilito el carácter y la esencia humanística del socialismo.
Hoy a más de dos décadas de la caída del campo socialista el partido de
los comunistas Mexicano después del análisis que en el seno del partido hemos
realizado podemos sostener en primer lugar que la teoría de Marx sigue siendo
la guía para la acción válida para transformar revolucionariamente la sociedad,
y que lo ocurrido en el campo socialista encabezado por la Unión Soviética y
Europa del Este no invalidan ni afectan
la validez del marxismo, por el contrario nos indican que cuando el marxismo
deviene en burocratismo o en dogmatismo los resultados son contrarios a los
ideales de una sociedad superior al
capitalismo, nos indican además que no puede haber socialismo si el bienestar
colectivo no se complementa con el bienestar de cada uno de los miembros de la
sociedad, nos indican que el nuevo régimen socialista no puede subestimar el
desarrollo individual. Nos indican que la construcción del socialismo no se
puede alejar de la consigna de Marx y Engels escrita en el manifiesto del
partido comunista: “…Y a la vieja sociedad burguesa, con sus clases y sus
antagonismos de clase, sustituirá una asociación en que el libre desarrollo de
cada uno condicione el libre desarrollo de todos…”
¿Qué significado tiene para los comunistas mexicanos esta consigna de
Marx de construir una nueva sociedad en la que se potencia el libre desarrollo
de cada uno?
Significa para nosotros que no se pueden nulificar los derechos
individuales en aras del interés colectivo. Lo que sí está justificado
sobradamente es privilegiar los derechos colectivos para poder garantizar los
derechos individuales, pero de ninguna manera nulificarlos. Esto significa que
los individuos en el socialismo tenemos garantizados derechos sociales de
manera efectiva como el derecho a la educación, a la salud, al empleo bien
remunerado, a la vivienda, etc. Pero también tenemos derechos individuales como
el de la libre expresión de las ideas, como el derecho a escuchar y ser escuchado,
el derecho a disentir dentro de los cauces y las normas legales, el derecho a
opinar y que nuestra opinión sea tomada en cuenta, todos estos derechos en el
marco de una reglamentación que garanticen que no atentan contra los derechos
colectivos o sociales.
Considerando este análisis en el partido de los comunistas mexicanos
concluimos que las dos principales fallas del socialismo real fueron la
relativa a garantizar un régimen democrático en el modelo de una nueva
democracia, la democracia del pueblo; y desde luego el déficit en lo relativo
la esencia y carácter humanístico del socialismo.
Por estas razones la propuesta de objetivo histórico para el siglo XXI
es un nuevo modelo de socialismo que subsane estas omisiones que
justificadamente o no, ocurrieron en el socialismo real, y consecuentemente la
propuesta del socialismo del siglo XXI lo hemos denominado: SOCIALISMO
HUMANISTA Y DEMOCRATICO.
Con base en esta propuesta podemos contestar la siguiente pregunta:
¿Entonces cómo concebimos el socialismo humanista y democrático?
En primer término como un régimen humanista esto significa construido
por los seres humanos y para el desarrollo y crecimiento de los seres humanos;
y esto significa desarrollar el ser social pero no a costa del ser individual
sino como la condición para que el primero se desarrolle. Por lo que no solo
implica un régimen económico superior sino un régimen que propicie el
desarrollo y crecimiento de todas las potencialidades del ser humano, físicas,
mentales y de sus valores morales, estéticos y filosóficos sobre todo los
relativos a la cosmovisión del universo sustentados en el progreso de la
ciencia y la tecnología.
Un régimen que oponga a la lógica del dinero y el capital la lógica del
humanismo, la lógica de la racionalidad socialista, la lógica de la cooperación
y el trabajo colectivo y comunitario como bases del nuevo sistema social. En
consecuencia un régimen que no sea como hoy una tranca, un obstáculo para el
desarrollo de las fuerzas productivas sino una palanca y una plataforma para su
impetuoso desarrollo.
Pero este desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas no se puede
concebir sin considerar el cuidado, preservación y protección de la tierra y el
medio ambiente. El socialismo no está como el capitalismo presionado a conseguir
ganancias a costa de lo que sea, en este caso de la destrucción de la
naturaleza, por el contrario existe una coherencia filosófica, económica y
política entre la política y la preservación de la tierra y el medio ambiente.
Eliminada la lógica del capital no hay impedimento alguno para que todo tipo de
crecimiento economice, industrial o tecnológico se haga respetando la
preservación, conservación, mantenimiento y crecimiento del medio ambiente.
Concebimos el socialismo humanista y democrático como una sociedad sin
privaciones, una sociedad de la abundancia en bienes material a los que todos
deben tener acceso; en nuestra concepción de la nueva sociedad no se opone el
placer y la vida digna de ser vivida a la virtud, para nosotros son
complementarias y necesarias para la nueva sociedad. Esta nueva sociedad en la que los medios de la producción son
propiedad social distribuye la riqueza no en base al simple igualitarismo sino
en base a la cantidad y calidad de trabajo que cada quien aporte a la sociedad,
un sistema que no suprime lo individual en aras de lo colectivo sino que
concilia lo colectivo con lo individual; un sistema que incrementa
constantemente la producción para atender la demanda de bienes y servicios para
incrementar a su vez el nivel de vida del pueblo aumentando la comodidad
personal en el marco del respeto a la dignidad humana y de la libre expresión
de las idea
Un régimen social que
garantice un alto nivel de vida
de los integrantes de la sociedad sin excepción alguna: el nuevo régimen
garantizará el pleno ejercicio de los derechos sociales como: derecho a la
vivienda derecho al trabajo bien remunerado derecho a vacaciones, ascensos,
derecho al deporte, derecho a la salud,
derecho a la educación en todos los niveles. Derecho a la propiedad
privada personal y a la pequeña propiedades productiva del campo y la ciudad,
garantizara también los derechos de libre asociación enorganizaciones sociales,
sindicales, políticas que no atenten contra los principios generales del nuevo
régimen social.
Así concebimos el socialismo humanista y democrático por el que luchamos
en el Partido de los Comunistas Mexicanos.
Al existir plena congruencia entre el régimen social y el desarrollo de
las fuerzas productivas, y al eliminarse el obstáculo de la obtención de
ganancias como la medula y centro de la sociedad, podemos desarrollar sin
límite alguno, salvo la protección de la naturaleza y el medio ambiente, así
como la preservación de la vida y los derechos individuales y sociales, las
fuerzas productivas. Ahora si va a ser posible que al desarrollo tecnológico le
suceda de manera lógica un incremento en la calidad de vida de toda la
sociedad; ahora si va a ser posible que la cibernética, el genoma humano, la
biotecnología y otros adelantos científico tecnológicos se pongan al servicio
de la prolongación de la vida, se pongan al servicio de la eliminación de las
enfermedades, se pongan al servicio de la humanidad y de su progreso.
La robótica, la telemática, la bioingeniería, la nanotecnología serán la
base científica sobre la que se va a desarrollar el más grande humanismo jamás
imaginado por los seres humanos; porque va a ser un humanismo no para un sector
elitista de la sociedad como ocurrió en el humanismo de la antigua Grecia, sino
un humanismo para todos los hombres y mujeres del planeta sin excepción alguna.
Un humanismo que va a permitir desplegar lo mejor de cada uno en el que va a
florecer la cultura, la estética y la producción artística como el remanso
espiritual de crecimiento de la humanidad
II.
LA LÍNEA ESTRATÉGICA Y
TÁCTICA
La democracia popular como etapa de transición hacia una sociedad
superior: el socialismo humanista y democrático.
2.1. Precisado el objetivo histórico y de
acuerdo a las condiciones actuales de México, es necesario definir la estrategia
para lograr establecer el régimen de socialismo humanista y democrático por el
cual luchamos.
La burguesía nacional que surgió de la
revolución mexicana y que integro los regímenes iniciales a partir del
movimiento armado de 1910 prácticamente ha sido liquidada y ya no tiene fuerza
alguna al interior del poder público, ha sido sustituida por la burguesía
antinacional, interesada solo en hacer grandes negocios a costa de entregar la
soberanía política y económica de México. Este grupo político de ultraderecha,
corrupto y entregado al capital no se detiene ante nada y está dispuesto a todo
con tal de mantener los privilegios que les da mantenerse en el poder. De
mantenerse así, en pocos años y ante las inconformidades, luchas de resistencia
y manifestaciones del pueblo se va a profundizar y recrudecer el carácter
represor y fascistoide e esta clase antinacional, a la vez que México dejara de
ser una nación independiente para pasar a ser un país colonizado por los
estados Unidos.
Es hora de parar en seco esta ofensiva
reaccionaria que nos conduce a una situación de superexplotacion, represión y
pérdida de nuestra soberanía nacional. Ante estas circunstancias consideramos
que lo que es prioritario, urgente y
necesario es lograr un cambio de estructuras a partir de generar un proceso de
ruptura, una gran fisura, un resquebrajamiento del proceso de desarrollo
neoliberal que se ha mantenido desde hace ya tres décadas.
La lucha contra el neoliberalismo y por un
nuevo proyecto de nación libre , soberana, democrática e independiente, solo
puede ser exitosa si involucra no solo a los marxistas, socialistas y
comunistas sino a todos estos sectores que han sido violentamente golpeados por
las políticas neoliberales. Entonces el camino al socialismo humanista y democrático
transita por la unidad de las fuerzas anti neoliberales, antiimperialistas y
antifascistas de México, este es el principio de táctica y estrategia que
debemos poner en práctica para garantizar el éxito en el objetivo inmediato que
es abrir y allanar el camino para crear las condiciones para la construcción
del socialismo humanista y democrático.
Estas fuerzas unidas en un movimiento con un
programa amplio que garantice la eliminación de las políticas públicas que les
afectan, por un programa que castigue a los saqueadores, a los corruptos y a
los que desde dentro y desde fuera del gobierno han instrumentado políticas
antipopulares y contra la soberanía de México, como la reforma energética, la
reforma educativa, la reforma laboral, la reforma política, la reforma
hacendaria.
La primera condición para avanzar es echar totalmente a los neoliberales
del poder público. Sacarlos y someterlos a juicio político por sus acciones
contra el pueblo y la nación. Este es nuestro objetivo estratégico inmediato.
Es la hora del cambio de estructuras, dado que
a nuestro juicio existe ya una crisis de hegemonía pues la clase en el poder ha
perdido el apoyo de las grandes masas de la población, en estas circunstancias
el reto para la izquierda es articular y consolidar esta crisis hegemónica y
orgánica con el fortalecimiento de la conciencia de clase de los trabajadores y
su organización en el instrumento político revolucionario. Es importante
recordar que la sola actitud de no apoyo a la clase dominante por parte de la
mayoría no significa que esa gran masa de población esté dispuesta a luchar
para derrocar a la clase dominante. Estamos ante dos circunstancias que
conviene tener presente; Una posición de crítica pasiva y otra más avanzada y
superior que es una posición crítica activa y propositiva. Esta última solo es
consecuencia del trabajo del partido en las mases, de la educación política que
realiza el partido, de la formación de conciencia que realiza el partido.
La segunda condición es, llevar a un nuevo
bloque histórico al poder en México, integrado por todas estas fuerzas anti
neoliberales, un bloque histórico que integre un gobierno encabezado por la
clase obrera pero en el que participen representantes de todos estos sectores
afectados por el neoliberalismo y que tenga como principal tarea la creación de
un nuevo régimen de la vida social, un régimen en el que aún se mantiene la
propiedad privada de los medios de la producción pero que ha iniciado un
proceso de socialización de los mismos: El régimen de la democracia Popular.
III.
EL PROGRAMA PARA MÉXICO.
Programa:
El programa del nuevo régimen de democracia
Popular.
La Democraica Popular es el régimen que más se acerca a la definición de
la democracia: Un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, distinguiendo
al pueblo de sus explotadores. En nuestra definición de pueblo se incluye a la
clase trabajadora manual e intelectual, a los campesinos con tierra y sin ella,
a los pequeños y medianos empresarios.
Un régimen en el que se inicie el proceso de construcción de la nueva
democracia socialista, en consecuencia la democracia popular es el gobierno que
se establece para buscar el progreso del pueblo, y para defender al pueblo de
sus explotadores; para ello es necesario
trabajar la democracia en tres frentes; democracia económica, democracia
política y democracia social. A este régimen que no es el socialismo, pero que
si es un estadio más avanzado hacia la construcción de un régimen superior, le
denominamos el régimen de la democracia
popular. Y La única clase que puede conducir esta tarea y llevarla al éxito
es la clase trabajadora manual e intelectual del país, la que se debe ubicar al
frente, a la vanguardia del gran movimiento nacional anti neoliberal,
antifascista y antiimperialista.
La Democracia popular implica necesariamente construir la estructura
sociopolítica necesaria para garantizar que el pueblo todo participe en el
diseño y construcción de todos sus proyectos de desarrollo; Proponemos la
construcción de un Proyecto de Nación por la vida de cultivar, madurar y
fortalecer el pensamiento crítico de los mexicanos sustentado en saber lo que
México era y lo que México es hoy a fin de construir el diseño de lo que México
será.
El régimen de DEMOCRACIA POPULAR
enfatiza en tres cambios estructurales, tres ejes programáticos que son:
Democracia política, democracia económica y democracia social.
DEMOCRACIA POLITICA. La democracia política implica los siguientes conceptos sobre la base
de la integración de un nuevo bloque histórico y el carácter del estado en el
régimen de democracia popular, de acuerdo a los siguientes principios;
1. El gobierno lo integra la coalición de clases antineoliberales,
antifascistas y antiimperialistas con la preminencia de la clase trabajadora.
Es la clase trabajadora la clase dirigente de esta coalición en el poder.
2. Participan en esta coalición diversas clases sociales entre ellas
mayoritariamente la clase trabajadora, pero también la pequeña burguesía rural
y urbana, los pequeños y medianos comerciantes e industriales, los campesinos
con tierra y sin ella, los intelectuales progresistas, los estudiantes.
3. Una vez en el poder este nuevo bloque histórico, Establecerá las medidas
democráticas necesarias y suficientes para que sea el pueblo el que en todo
momento tenga la capacidad de decidir sobre los asuntos públicos, garantizando
la equidad en todo proceso de elecciones. Para ello todas las instancias de
dirigencia sean sociales, culturales o políticas deberán aplicar la democracia
de las mayorías, se emitirá la reglamentación correspondiente, eliminando hasta
su grado máximo la contaminación del dinero y el capital en estos procesos,
asimismo será la sociedad la que tenga en sus manos los medios de comunicación
para garantizar condiciones de equidad en estos aspectos.
4. Garantizaremos la plena independencia de los poderes de la Republica,
vigilando que se integren con personas de la más probada honestidad y
estableciendo severas sanciones que incluyan pena corporal a aquellos que
permitan la mediación del dinero y el capital en la toma de las decisiones que
les correspondan.
5. Haremos efectivo el artículo 115 de la actual constitución general de la
república acerca del municipio libre; el municipio será realmente libre en el
régimen de democracia popular. Los ayuntamientos recibirán la mayor parte de
los impuestos recaudados en su jurisdicción, y recibirán todo el apoyo para la
atención de los problemas y obligaciones que les marca la Ley.
6.
En el campo internacional nos pronunciamos por
el establecimiento de una paz mundial justa y duradera, por el principio de la
coexistencia pacífica y por el respeto a la soberanía de las naciones sin
injerencias del exterior. Consecuentemente impulsaremos una política de desarme
mundial y la proscripción de armas nucleares, químicas y biológicas.
DEMOCRACIA ECONOMICA.
7. Pondremos al servicio del pueblo y la nación mexicana las fuerzas
productivas y los medios de producción que están en manos extranjeras,
reservando la inversión extranjera a actividades selectivas que sean
complementarias del proyecto económico nacional y a condición de la
transferencia de tecnología así como a la creación de empleo mejor pagados que
los nacionales. Impulsaremos las exportaciones que realice la pequeña y mediana
empresa a las que se les dotara de financiamiento, entrenamiento empresarial y
asesoría para exportar.
8. Garantizaremos la propiedad privada personal y familiar. Esto significa
que en esta etapa los medios de la producción que van a pasar a manos de la
sociedad seda a manos del estado , a las cooperativas, a las universidades, a
los grupos y organizaciones sociales son lo que se consideran estratégicos como
los bancos y empresas financieras, la extracción de energéticos como petróleo y
minerales estratégicas; los relativos a las comunicaciones y telecomunicaciones,
satélites y retransmisores, los ferrocarriles, los puertos y aeropuertos, las
carreteras, la electricidad, la petroquímica básica y secundaria, las empresas procesadoras de alimentos para
consumo humano, las empresas de comunicación pasaran a manos de los grupos
organizados de la sociedad como universidades, cooperativas culturales y otras
y otras. Por lo que se mantiene la propiedad privada del resto.
9. Promoveremos un poderoso sector público de la economía, Las empresas del
estado, y aquellas que se nacionalicen en esta etapa serán administradas por el
estado y otras por los mismos trabajadores de estas empresas, en un régimen de
autogestión y autofinanciamiento asociados con el estado, y rendirán cuentas al
pueblo de forma que las fallas se corrijan y en el caso de fallas graves se
aplicara la justicia incluyendo las penalidades que correspondan cuando exista
daño patrimonial.
10. El desarrollo industrial atenderá a un plan nacional de seis años
11. El desarrollo del campo y de los campesinos se convertirá en uno de los
ejes principales de la democracia económica; regresaremos la legislación
agraria y agrícola a sus textos originales restituyendo al ejido su carácter de
inembargable, inalienable e imprescriptible. Crearemos un banco nacional exclusivo
para financiar al campo con créditos por debajo de las tasas nacionales, con
plazos favorables y beneficios como asesoría técnica, implementos agrícolas y
modernización de la agricultura que
promuevan un impulso a la siembra y cosecha de los granos, semillas, vegetales
que el pueblo requiere para su alimentación sana.
DEMOCRACIA SOCIAL.
12.
La democracia política y la democracia social
nada significarían ni tendrían sentido alguno sino es porque se orienten a
consolidar cada vez más un mejor nivel de vida de todo el pueblo mexicano,
erradicando para siempre la pobreza extrema. Para el partido de los Comunistas
Mexicanos el crecimiento económico, la producción, la técnica, y la ciencia no
son un fin en sí mismas, y solo tienen sentido puestas al servicio del pueblo y
de la mejora de su calidad de vida. Por estas razones lograremos un progreso
económico creciente para asegurar empleos decorosos bien remunerados; se
establecerá la escala móvil de salarios a fin de que se eleven los salarios en
la misma proporción que se eleven los precios de las mercancías que el pueblo
consume. Nos proponemos sacar al pueblo de la pobreza y construir una amplia y
creciente clase media.
13. Una
nación de Proyectos. El programa de Democracia Popular en sus tres
aspectos: económico, político y social se construirá permanentemente en
consulta directa y participación activa del pueblo, para este propósito nos
vamos a convertir en una nación de proyectos a través de miles de talleres que
se trabajaran en forma continua y permanente en todos los rincones del país a
fin de que el pueblo mexicano en su conjunto actúe a manera de consejo
consultivo del gobierno construyendo proyectos que le beneficien y que se
ordene al gobierno ponerlos en práctica, así trabajaremos: Proyectos
educativos. Proyectos universitarios, proyectos de la filosofía de México,
proyectos para las artes, proyectos para la ciencia y tecnología, proyectos de
economía comunitaria, cooperativa y social, proyectos juveniles, proyectos para
las mujeres, proyectos para hombres y mujeres de la tercera edad, proyectos
para discapacitados, proyectos para las familias, proyectos para los niños,
proyectos para la recreación y el deporte, proyectos para la maduración del
espíritu de colaboración cooperación y servicio, proyectos de actualización de
egresados de las universidades e institutos de educación superior.
14. a seguridad social tendrá como en Canadá, Inglaterra y Cuba un carácter
universal, ningún mexicano será excluido del servicio gratuito a la atención
médica gratuita desde la consulta básica, medicamentos hasta las más grandes
cirugías y servicios hospitalarios de primer nivel. De la misma forma se
establece el seguro de desempleo universal. Se restructura la comisión nacional
de Salarios Mínimos para que sea dirigida por verdaderos y auténticos
trabajadores y no por los líderes charros que hoy ocupan esos puestos; se eleva
el salario mínimo al triple del actual.
15. Estableceremos una política pública especial orientada a la protección y
garantía de progreso de niños, jóvenes y ancianos. Vamos a garantizar que todos
los niños mexicanos tengan acceso a un litro de leche diario desde le etapa
materna hasta los 12 años. De la misma forma vamos a garantizar la atención
médica, y la asesoría en cuidados maternales a las madres. Se establecerán
cuatro meses de exención de trabajo a las madres trabajadoras, asimismo la
ayuda para tareas domésticas mientras sus hijos están en periodo de lactancia.
La juventud recibirá atención central y privilegiada pues vamos a garantizar
que ningún joven se quede excluido del sistema educativo nacional. Se creara un
sistema nacional de becas con un amplio presupuesto para ello.
16. El estado asumirá como responsabilidad exclusiva y con fundamento en la
Constitución la garantía de que cada familia mexicana cuente con un espacio
digno para vivir. Las casas de interés social serán entregadas por el Estado
sin enganche alguno a los nuevos propietarios, el Estado aportará el 50 % del
pago de la vivienda y los beneficiarios solo pagaran la mensualidad de la
vivienda por el equivalente a un 10 % del salario mensual del trabajador. Las
casas de interés social se construirán con normas adecuadas de construcción
eliminando los diseños actuales que por su pequeña extensión y la mala
construcción son inhabitables para los seres humanos.
17. La política de saneamiento de las empresas del estado y de promoción de
la autogestión las convertirán en eficientes, por lo que los servicios públicos
de luz, gas y agua serán reducidos a un costo mínimo, de la misma forma es
crearan sistema de distribución de gasolina para vehículos familiares y de
trabajo a precios subvencionados más bajos que los registrados en el mercado.
18. México es un país en el que conviven
diversos grupos étnicos, De los 112.3 millones de mexicanos hay 15.7
millones que se consideran indígenas, pero de ellos sólo 6.6 millones habla una
lengua distinta al español, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda
2010, realizado por el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI).
Varios de los grupos étnicos están en vías de extinción, pero la condición
comun a todos es que viven en condiciones de pobreza extrema sometidos a
explotación, humillación y discriminación. Al respecto la política del gobierno
de Democracia Popular consistirá en abandonar el criterio de la
occidentalización, o la modernización de la vida de los grupos étnicos. Todas
las políticas públicas se realizarán en base al principio del respeto
irrestricto a su cultura y formas de vida y a la incorporación de los
representantes de estos grupos a la toma de decisiones para que construyan sus
propios proyectos.
19. En relación a la educación vamos a promover una reforma educativa que
previa consulta y atención propuestas de los profesores, enfatice en lo
pedagógico pero que se sustente en mejorar los ingresos, salarios, prestaciones
y calidad de vida de los docentes del país de todos los niveles.
Una reforma educativa que atienda los factores
estructurales como mejora de la infraestructura escolar de todas las escuelas
del país, reducir hasta eliminar la desnutrición infantil, modificar las
legislaciones para que los medios de comunicación transmitan programas que
contribuyan al logro de los objetivos de la educación; atender las causas no
estructurales como la formación de los profesores fortaleciendo las escuelas
normales rurales y urbanas, mejorando sus programas, atendiendo la mejora de la
infraestructura, y de la misma manera mejorar sustancialmente las condiciones
de vida de los internos. Crearemos más escuelas normales con estas
características en todo el país.
El financiamiento del proyecto de la DEMOCRACIA SOCIAL.
Y como vamos a financiar este proyecto tan ambicioso? En México se
desperdicia, se tira a la basura y se pierde por concepto de robos de los
funcionarios públicos una gran parte de la riqueza nacional. Esto se va a
terminar y vamos a obtener el beneficio de toda esa riqueza que hoy es pérdida
para el pueblo en una ganancia para incrementar la bolsa financiera de la
DEMOCRACIA SOCIAL.
Pero no solo eso, se van a reducir los salarios de la burocracia a
partir del nivel de directivo hacia arriba por lo menos a la mitad; con ello
vamos a aportar otra parte a esta bolsa. Además vamos a diseñar una política
fiscal que grave realmente más a los que más tienen y nada graven al que nada
tiene, con ello se van a sanear las finanzas públicas y se va a redistribuir la
riqueza incrementando también la bolsa financiera de la DEMOCRACIA SOCIAL.
Por otra parte todas las empresas del estado y las empresas privadas
nacionales y extranjeras de la mediana empresa hacia arriba pagaran un impuesto
especial del 5 % e sus ganancias para el desarrollo social obteniendo por esta
vía la parte más importante de los recursos para la bolsa.
IV. EL TIPO DE PARTIDO.
La izquierda marxista esta segmentada, dividida en una serie de
agrupaciones, cada una de ellas poseedora de la verdad absoluta. Algunos
incluso se resisten a conversar con el resto de las fuerzas marxistas. Al
parecer no nos hemos dado cuenta de que si no nos unimos ahora después nos van
a eliminar uno a uno y sin problemas. Si no luchamos para detener al fascismo
ahora, después va a ser imposible detenerlo.
No es posible, no es admisible que siga estando ausente de la vida
política nacional la gran organización clasista de la clase obrera mexicana,
ante los riesgos de que la democracia burguesa ceda el paso al fascismo, no es
admisible que no seamos capaces de construir la unidad combativa de los
marxistas mexicanos.
Hoy debemos ser capaces de superar el dogmatismo y el sectarismo; hoy
debemos ser capaces de superar la insensata autosuficiencia, hoy debemos ser
capaces de superar el surrealismo que inventa realidades y actúa como si
realmente existieran, hoy debemos superar el activismo y el pragmatismo sin
dirección, meramente coyuntural que va de coyuntura tras coyuntura sin un rumbo
estratégico ni proyecto histórico
definido. Hoy debemos superar también el economicismo y el desdén por la
teoría dando a la praxis revolucionaria el papel fundamental como la síntesis
dialéctica de teoría y práctica revolucionaria
Construyamos el partido que cumpla con la tarea de expulsar del palacio
nacional a la burguesía burocrática y neoliberal, entreguista y proimperialista
que hoy tiene la dirección del país; el partido que oriente la vida de México
hacia la nueva democracia socialista. El gran partido de los comunistas
mexicanos que se oriente a reconstruir el objetivo histórico de un régimen
social sin explotados ni explotadores, que junto a la clase obrera trace el
rumbo al socialismo considerando las particularidades y el contexto histórico y
geográfico nacional. El partido de los patriotas de México que inspirado en el
ejemplo heroico de Hidalgo, Morelos, Guerrero, Benito Juárez, Flores Magón.
Villa, Zapata, Lázaro Cárdenas oriente su lucha para superar el atraso en el que
viven aun millones de mexicanos.
El partido de los marxistas mexicanos que norme su vida interna por los
altos y elevados principios de libertad y democracia por los que lucha. Un
partido ajeno al dogmatismo y al verticalismo; un partido en el que la democracia
signifique tomar realmente en cuenta la opinión de cada uno de sus miembros. Un
partido ajeno a las decisiones de ordeno y mando. Y que sustentado en el
reconocimiento a la diversidad de pensamiento supere la nociva practica del
unanimismo en la toma de decisiones y las sustituya por el debate y la
razón, la crítica y la autocrítica
revolucionarias. Si somos capaces de esta elevada tarea podremos decir a las
nuevas generaciones misión cumplida y habremos entregado en sus manos un
valioso instrumento para garantizar un futuro y un presente basado en el buen
vivir para todos. Esta es la tarea y debemos cumplirla.
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Contenido
“No
hay mejor medio de
Alcanzar
la libertad,
Que
luchar por ella”
Simón
Bolivar
Reflexión Introductoria
L
|
levamos década
y media de haber incursionado al Siglo XXI, y la Nación Mexicana, se mueve en
un mundo drásticamente distinto al del siglo pasado, y junto a ese proceso de
mutación, que se maquilla con el cinismo histórico de la forma
“globalización”, el país continua en un curso de profundización y ampliación
de su propio drama y de su propia fatalidad, al estarse exacerbando sobre el
país, las condiciones de dominación, explotación y despojos de lo público y lo
social; al instalar como nueva autoridad nacional, a las “fuerzas del mercado”
y posibilitar que equipos técnicos de extranjeros funjan como virtuales
gobiernos paralelos al de la República; al haber quebrado la función del
Estado Nacional como contrapeso ante la violencia económica y los efectos destructivos
que despliega la acumulación de capital; al permitir que instancias e
intereses ajenos al país, aliado a un clivaje oligárquico local, hayan
convertido al Estado Mexicano en promotor de la violencia estructural
(económica, política, social, militar), pero también, al radicalizar la
violencia directa y simbólica sobre lo popular, nacional, emancipatorio y
alternativo al desastre nacional; al consolidar la procacidad histórica de
convertir al Estado Nacional, no en un “Estado Mínimo”, un “Estado Fallido” o
un “Narco Eestado”, sino en un Estado neocolonial, autoritario,
contrainsurgente y con graves componentes de una dictadura cívico-militar, que
a decir verdad, le dan cuerpo y forma a la traición nacional.
Este desastre
nacional, sin lugar a dudas, tiene dentro de sus causas, las prescripciones
del poder real tras el “neoliberalismo”, cuya vorágine depredadora se focaliza
en: la desposesión de campesinos e indios de sus territorios y saberes; en la
expropiación de recursos comunales estratégicos de los pueblos de México; en
la privatización del patrimonio y los recursos públicos acumulados por
generaciones de mexicanas y mexicanos; en la cesión del potencial y riqueza de
la biodiversidad del país a la perversa propiedad intelectual y, junto a ello,
desatar un proceso virulento de mercantilización y depredación de la
naturaleza.
Evidentemente,
este brutal proceso de desposesión, tiene como atractor principal la
maximización de riqueza y utilidades a favor de una pequeña parcela de la
burguesía nacional y extranjera, cuyo proceso reproduce también, la tendencia
a maximizar su poder, su autoritarismo y su violencia, contra el interés
nacional y social. Consecuencia de este círculo perverso, es la instalación,
despliegue y saturación, de turbulencias caóticas en todos los órdenes, al
constreñir la tasa de ingresos del Estado mexicano y con ello, estrangular sus
actividades; al profundizar los recortes del gasto público para la seguridad
social, la educación, la cultura, etc.; al recrear el desprestigio del sistema
político, junto a sus actores e instrumentos; al combinar la represión con la
corrupción y la institucionalización del narcotráfico, sin importar las graves
consecuencias en la moral pública; al instalar la competencia como el centro
de nuestras relaciones y con ello acentuar la pérdida de la noción de la
historia, de las distintas ideologías, de la ética y de los proyectos
políticos que se planteen ser alternativa a la crisis del capitalismo.
Lo anterior,
desnuda los actos de barbarie institucional y paramilitar, que la dominación
universal del capital financiero y la hegemonía norteamericana hacen caer
sobre nuestra República, pero también, sobre nuestras vidas, nuestras
culturas, nuestras solidaridades, nuestra relación con la naturaleza, nuestros
sueños y nuestras expectativas como pueblo que tiene hambre de justicia,
libertad y una sed por encarnar la soberanía nacional.
No olvidemos
que nuestro país,
viene de la
primera gran revolución social del Siglo XX, la cual abrió un horizonte
de época para la región indo-afro-latinoamericana y que sin lugar a dudas,
tuvo su impacto en las dimensiones de lo económico, político, cultural,
diplomático y geopolítico. En virtud de ello, es necesario la comprensión de
este proceso, porque nuestra revolución fue un eslabón en la historia
nuestramericana, sin la cual, esta se tornaría incomprensible en sus luchas
por un desarrollo económico autocentrado en el espacio nacional, así como en
sus respectivas luchas de carácter nacionalistas y de liberación. Pero
también, porque nuestra revolución ofreció un modelo político-social y de
estatalidad, previo a los planteamientos keynesianos, que América Latina creyó
largamente pertinente a sus propias circunstancias concretas, que marcaron la misma vez, sus diversas modalidades y
trayectorias específicas de vías de desarrollo.
Habrá que subrayar también que, la Revolución
Mexicana fue una experiencia histórica previa a una de las más grandes osadías
humanas: la gran revolución Socialista de Octubre de 1917, cuya irrupción
desde el Asia atrasada, tuvo un impacto ecuménico e histórico, donde las masas
de campesinos y obreros, hicieron de la utopía una historia viva, que
entrelazó desde muy pronto sus hilos emancipadores, primeramente en una sexta
parte del territorio del globo terráqueo –que era la extensión geográfica de
la Rusia zarista de aquel momento–, para posteriormente ir tomando cuerpo y
forma, en lo que se conoció como socialismo realmente existente y que llegó a
representar a una tercera parte de la población mundial.
Sin embargo,
ambos procesos revolucionarios que se propusieron resolver encrucijadas
históricas tan complejas, han sido derrotados –en nuestros respectivos países,
sin significar ello que, desaparezcan de la faz de la tierra como ideas
fuerzas y movilizadoras, que alimentan de manera permanente las insurgencias
plebeyas y las rebeliones de nuestros pueblos–, lo que, sin lugar a dudas,
lejos de cancelar históricamente los horizontes sociales y socialistas de la
humanidad en general y de las y los mexicanos en particular, nos colocan ante
la posibilidad de un replanteamiento y redefinición radical de ambas
aspiraciones, para la lucha del mundo actual y la Nación Mexicana de hoy,
cuyas circunstancias novedosas se asientan en una tendencia dialéctica:
i)
Por un lado, a la luz
del desastre que generan la voraz dominación universal de la desposesión
salvaje en la Nación; de la amputación del proceso de reproducción de la
sociedad mexicana y sus perspectivas de movilidad social; del andar cíclico y
la actual yuxtaposición de la crisis económica, energética, alimentaria,
migratoria y civilizatoria que cruzan la República; de la instalación de una
lógica neocolonial en México por parte de la hegemonía norteamericana y; de la
ocupación nacional que vienen ejerciendo las fuerzas armadas del país, con el
drama social que ello significa, en apego a la imposición de una nueva lógica
de seguridad nacional;
ii)
Pero, por otro lado,
de cara al acumulado de experiencias y memorias históricas alcanzadas por los
pueblos del mundo y de México específicamente, en sus procesos insurgentes y
rebeldes de alcance emancipatorios y revolucionarios, así como por el sentido
histórico para construir una nueva perspectiva de época, que supere con creces
el proyecto civilizatorio de la modernidad capitalista, que permita que el
bloque social popular, persistente e inteligentemente movilizado, pueda
encabezar un nuevo bloque histórico posneoliberal, con fuertes nodos
regionales de poder popular; que en juego inteligente de movimientos
estratégicos, derrote a la oligarquía nacional, transnacional y los intereses
geopolíticos del imperialismo norteamericano, valga decir, que nos permita
resolver, para nosotros, como Nación y como Pueblo, el ciclo histórico
Conquista-Colonia-República, para resignificar y reorientar nuestra lucha a un
horizonte de época y se supere la depredación que se ha hecho de los
fundamentos civilizatorios de la vida nacional y del desarrollo pleno de las y
los mexicanos.
Esta resolución
debe partir de lo que histórica, estructural y coyunturalmente es nuestra
Nación, en sus dimensiones geográficas, políticas, sociales, étnicas,
institucionales y estatales, es decir, a partir de comprender a cabalidad el
actual nudo histórico que procesamos, en su conducción neoliberal y
anticonstitucional, de desmantelamiento nacional y descoyuntamiento del Estado
Mexicano; en su complejidad de intereses, que son los que dominan en estos
momentos la estatalidad mexicana y el sentido común de la mayoría de las y los
mexicanos; en las alianzas que establecen con actores antinacionales y
fácticos; en los planes que despliegan en ordenes de carácter económico,
político, militar, etc.; en las reconfiguraciones políticas que se van estableciendo
a partir de tensiones y contradicciones en torno al despojo nacional; en los
procesos de subordinación e integración que se han diseñado para la
neocolonización de México; en los roles geopolíticos que se le asignan al país
para la dominación de América Latina y las confrontaciones en los escenarios
del Pacífico y el Gran Caribe; así como las decadencias del sistema económico
y el régimen político que se empiezan a configurar –cuya dirección es a una
crisis orgánica– y, las alternativas posibles que se construyen de cara a esta
encrucijada histórica.
Esta
complejidad del nudo histórico nacional, será la base material de donde
partirán nuestras reflexiones en torno a: i)
El sentido y concepción del Socialismo para México y que objetivamente es
posible recrear; ii) El andamiaje
programático para la transición y que sintetice las aspiraciones e ideas
fuerzas de las mayorías nacionales; iii)
La organización que se requiere, para contribuir a la construcción de un
sujeto político de calado histórico, no sólo para enfrentar esta encrucijada
histórica, sino para adentrarnos a la polémica estratégica de cómo superar el
objetivismo catastrofista y el subjetivismo voluntarista dentro del acumulado
marxista y de los movimientos sociales, así como; iv) Para trazar nuestros ejes estratégicos, nuestra línea política
y de trabajo para un periodo determinado, que bien puede decantarse en el
próximo año de 2018.
La Cuestión del Socialismo en México.
P
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rimeramente
hay que decir que, hasta el día de hoy, no hay otro planteamiento alternativo
a la modernidad del capital y al sistema mundo-capitalista, que no sea el
proyecto esperanzador del socialismo –con las variantes y denominaciones que
pueda asumir, Socialismo del siglo XXI, Ecosocialismo, Socialismo
Comunitarista, etc.– con el cual se contendría, tensaría, regularía y se
sobrepondría a la depredación y barbarie de la dominación del capital; sin
embargo, a partir de ese planteamiento, tendríamos que lanzar algunas
interrogantes que nos permitieran clarificarnos algunas cuestiones claves,
sobre el sentido del socialismo en y para México, más que decantarnos en una
definición o un dogma, para estar en condiciones de afinar nuestras bases
programáticas, precisar nuestros vectores estratégicos y para el trazo de
nuestras tareas políticas en entornos sumamente complejos en la palestra
internacional, indo-afro-latinoamericana y nacional:
¿Qué es en
realidad el socialismo y qué no debe ser y, cómo podemos arribar a esa
circunstancia en el país? ¿El socialismo es una realidad, una utopía, una
ciencia, un proyecto social o un modo de producción? ¿El socialismo se encarna
políticamente en la dictadura de una clase, el proletariado, que deberá
descansar forzosamente en un partido único o es en la reproducción
multidimensional de la democracia, la pluralidad política y el pueblo en la
gestión de los recursos comunes del país? ¿El socialismo se reduce única y
exclusivamente en la expropiación o estatización de los medios de producción?
¿El socialismo es un decreto o es un quiebre transicional en que se instala la
disputa entre una nueva forma de organizar el trabajo y la vida, por un lado,
o la restauración del dominio del capital, por el otro? ¿El socialismo se
reduce a ser exclusivamente un proyecto emancipador del trabajador respecto a
la lógica del capital, sin contemplar la dominación oligárquica de una minoría
social sobre la mayoría del pueblo mexicano o la neocolonización y el despojo
que padece el país por parte del imperialismo norteamericano?
De cara a las
interrogantes en cuestión, incursionaremos diciendo primeramente que, frente
al sentido capitalista, que en el momento en que llevaba prácticamente 400
años de despiadados despojos, genocidios, expoliaciones y guerras sobre
naciones, pueblos y trabajadores, irrumpió la osadía epocal de una nueva
narrativa y una practica emancipatoria, que dio paso a un nuevo siglo
histórico –el corto siglo XX de Eric Hobsbawn– y que se expresó en la
conformación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), en donde
las masas empobrecidas de campesinos y obreros, tuvieron una historia de
cambios significativos en el carácter de sus luchas, e inauguraron su presente
como una historia propia en cuanto a claridad y organización de sus
respectivas clases, que simultáneamente fue una poderosa fuerza y alternativa
al sentido y organización del sistema mundo-capitalista –además de que la
Revolución de Octubre, llegó a ser el referente de todas la revoluciones
democrático populares y de los partidos que luchaban por el poder en el siglo
pasado– que alcanzó su momento climático en la configuración del campo
socialista y la emergencia de los movimientos de liberación nacional.
Sin embargo, la
travesía del siglo corto y sus momentos claves, se abre desde finales de la
Primera Guerra Mundial, en que irrumpe la Revolución Rusa; que cruza y resiste
la Gran Depresión y las penalidades de las masas desempleadas, hambrientas y
sin viviendas del mundo capitalista; al fascismo y sus delirios de
superioridad racial, que supo acomodarse en los grandes negocios financieros,
industriales y militares; la Segunda Guerra Mundial, cuya conclusión
contribuyó a subordinar los viejos poderes europeos al poder industrial y
militar de EE.UU.; el ocaso y recomposición de los imperialismos, inglés y
francés, para ceder sus roles geopolíticos a una Alemania reconstruida; la
Edad de Oro del Capitalismo, que se expresó paradójicamente en crecimiento
económico y prosperidad, y simultáneamente fue un proceso desigual, que
excluyó sectores significativos de la población, aún en los países
desarrollados; los 45 años de la Guerra Fría y sus funestos resultados para
las luchas de liberación; la Pax Americana, en donde se pretendió modelar al
mundo a imagen y semejanza del estadounidense, promoviendo guerras regionales,
el espionaje y las operaciones encubiertas; para pasar a la fase de
deslizamientos y recurrencias de la crisis del capitalismo, cada vez más
estructurales y sistémicas, en lo económico, lo social y lo ambiental, hasta
cambiar el siglo, en términos históricos, con el colapso de la utopía más
grande de la humanidad, la descomposición del Socialismo Real. Con este
momento, se irrumpe, no temporalmente sino históricamente, al Siglo XXI y a
una nueva era de transición planetaria.
Este ciclo del
corto siglo XX, muestra las claves que subyacen en los hilos conductores que
entrelazan los conflictos, el caos, los extremismos del siglo pasado y las
incertidumbres venideras, para dar paso a la desposesión mundializada del
nuevo siglo, mediante la profundización, ampliación, generalización y
masificación de la violencia, oligárquica y empresarialmente organizada y sin
precedentes en la historia en términos tecnológicos, de inteligencia y de
alcance destructivo que haya conocido la humanidad.
Por tanto, y a
pesar de la desintegración del campo socialista (1989) y de la desaparición de
la URSS (diciembre de 1991), no podemos negar que esta experiencia histórica
de la construcción del socialismo, fue un hecho multidimensional: político,
intelectual, espiritual, ético y cultural, que intentó superar los agravios de
la modernidad capitalista y que emplazó a la humanidad de asumir la
reconstrucción de la gran esperanza de futuro, a partir de posesionarse del
presente como historia.
Tampoco podemos
negar que esta debacle del socialismo realmente existente, no solo trajo
aparejado un trauma económico, político y social, sino que abrió la puerta a
los conflictos étnico-nacionales, a la planetarización del capitalismo como
metabolizador rapaz de relaciones sociales. Pero también, posibilitó la
instalación de un componente novedoso de la nueva hegemonía del capital, que
fue una nueva narrativa sobre el imaginario social mundial, que sostenía las
tesis del fin de la historia, la desaparición de la lucha de clases, el choque
de civilizaciones, el triunfo eterno del capital sobre cualquier posible utopía, y su
despliegue a escala universal, que se maquilló de globalización; la expansión
de la acumulación por desposesión, inyectada con sigilo en el neoliberalismo;
el ocultamiento de la categoría del imperialismo con el nebulosos concepto de
El Imperio; en la invisibilización y sustitución de la categoría de clases
sociales por el etéreo concepto de muchedumbre, etc.
A partir del
cierre del Siglo Corto, en el activo militante y las organizaciones de matriz
marxista, se instaló una derrota intelectual y moral; se propició un
vaciamiento del horizonte alternativo al capitalismo; se fracturó
temporalmente, la posibilidad y la esperanza real, de una vida distinta a la
degradación de la vida humana y de la depredación de la madre tierra. Es
decir, se impuso un quiebre cultural de la esperanza histórica, que generó un
extravío de la voluntad de futuro, tanto a marxistas como no marxistas.
Por estas
razones, por esta ofensiva integral del capital, los marxistas, socialistas,
comunistas y revolucionarios de México, habremos de transformarnos en un
esfuerzo por repensar el socialismo, posible y deseable para este país; para
lo cual es imprescindible superar ese socialismo cosificado y fosilizado por
el ideologismo; acallado y silenciado por los dogmas; encerrado y secuestrado
por la ortodoxia; agotado y asfixiado por las citas; castrado de su potencial
emancipador por las realidades virtuales o las invenciones acartonadas. Porque
es urgente reconstruir la posibilidad de una opción al capitalismo realmente
existente; porque es indispensable construir un proyecto alternativo a la
barbarie neoliberal; porque es vital entregar la vida contra la
neocolonización de la nación, porque urge vivir por ese otro México posible y
deseable, fundado en lo común, lo de todos, en lo profundamente social de los
pueblos de México.
El activo
marxista, socialista, comunista y revolucionario del país, habremos de
reivindicar y hacer del socialismo una idea fuerza –porque no podremos hacer
del socialismo una fórmula establecida de antemano, para autolegitimarnos como
vanguardia, al margen de los nervios y
músculos sociales del país–, componente del sentido común de las y los
mexicanos, es decir, transformarla en una idea movilizadora de las mujeres y
hombres de este país, en donde concentren y movilicen esperanzas y energías en
torno a otra sociedad mejor en todos los órdenes que la actual; esto será
posible siempre y cuando, las y los mexicanos afiancen la conciencia de que
algo puede cambiar en su vida cotidiana y futura; que se concretice en un
proyecto esperanzador para las mayorías nacionales y que sea, simultáneamente
un horizonte de futuro, una alternativa con visión humanista, para el dolor de
los oprimidos de México y para la madre naturaleza.
Por lo tanto,
vayamos ensamblando una reflexión y aproximándonos al sentido del socialismo.
Lo que sí está claro, es que el socialismo no es un modo de producción ni un
simple recetario de cosas que vendrán, ni mucho menos un decreto; es algo más
simple y más complejo a la misma vez.
Inicialmente
podríamos cuestionarnos lo siguiente:
¿el socialismo es una idea?, sí, obvio, pero es más que una idea en
sí;¿es también una esperanza?, sí, claro, pero es más que eso; ¿es una
expectativa?, obviamente, pero es más que expectativa, ya que, es también una
materialidad, que se decanta en las posibilidades y esperanzas humanas, por
eso, el sentido del socialismo asume el rol y papel de una materialidad
movilizadora de nuestros pueblos, y por lo mismo, es materia organizativa, es
un hecho social, político y ético; es un potenciador de posibilidades, es el
catalizador y movilizador de esperanzas, es praxis.
Recordemos que
la gente se mueve por ideas. Demos un ejemplo, un pobre no se va a movilizar o
a luchar por el simple hecho de que es pobre, de su circunstancia y existencia
concreta, solo podrá haber como respuesta el rencor social, la indiferencia o
los actos de sobrevivencia; el pobre sólo logrará movilizarse y llegará a
luchar, porque sabe que puede dejar de ser pobre, porque sabe que hay una
esperanza en donde puede superar su situación de miseria, su circunstancia de
oprimido. Lo mismo podemos decir del despojado, del que sufre, del explotado,
del desempleado, del que le ocupan o colonizan su país, del oprimido,
etc.
Cuando estos
sujetos asumen la esperanza como posibilidad real, se reúnen, crean una
fuerza, un movimiento y se hacen sujetos de su liberación. Son ellos mismos
quienes elaboran una conciencia, un proyecto y se unifican; los marxistas, los
socialistas, los comunistas y los revolucionarios, entramos como aliados,
apoyándolos, caminando juntos, no como algo montado sobre de ellos o como una
vanguardia, sino mostrando que tenemos la talla de conformar esa conducción
junto a ellos.
En virtud de
tal consideración, habrá que reconocer que el sentido primario del socialismo,
es una idea que tiene una base material, que descansa en la multiplicidad de
luchas actuales, pequeñas o grandes, sectoriales o territoriales, temáticas o
sociales, políticas o ambientales, electorales o autonómicas; es decir, es un
movimiento real, que se desplaza al seno de este capitalismo –como en su
momento fueron los burgos al seno del feudalismo europeo–, pero impugnando y
adversando con la realidad social y material del propio capital, pero sin
plantearse suplirlo como relación social o como modo de producción; es un
hecho social que busca negar parcialmente lo existente, en las condiciones del
neoliberalismo realmente existente; es la emergencia de lo común y lo social
en pleno capitalismo salvaje.
Pero este sería
un primer
momentum del socialismo o un momento larvario de lo común, en donde se
asienta la base de aspiración, la esperanza y el sentido por superar de manera
puntual, parcial y dispersa, no el orden de cosas existentes, sino tal vez
evitar el despojo de una minera, la presentación con vida de un desaparecido,
la reinstalación de despedidos, alcanzar un incremento salarial, luchar contra
una imposición política o contra un fraude electoral, o tal vez la lucha tenaz
contra una contrareforma estructural, sin proponerse con ello, la
transformación del todo y sin poner en el centro de sus actuar el problema del
gobierno y el poder. Es este sentido, podemos decir que es la constante
tensión y el persistente choque y contradicción entre los gérmenes de lo común
y lo privado, en los marcos y al seno del propio capitalismo.
El segundo
momentum del sentido socialista, estaría
conformado por tres elementos clave: i)
Por el norte movilizador de las ideas en la que pueden concurrir los
contingentes y sectores sociales proclives al cambio nacional, es decir, es
aquella gran esperanza que se logra asentar al seno de la patria; ii) Por las luchas actuales y
concretas de los destacamentos de los pueblos de México, en sus ámbitos
nacional, regionales o locales y; iii)
Por la construcción y existencia de un poder político de carácter
revolucionario; de composición popular, plebeya y de trabajadores; amplia y
dialécticamente democrático en su sentido político –que combina la
democratización de decisiones al seno de los movimientos sociales y la
monopolización de decisiones al seno del nuevo Estado revolucionario
Mexicano–; que refuerza y potencia las luchas sociales, comunales y colectivas,
que busca su despliegue expansivo y su irradiación multiplicadora, en
contraposición del interés privado, el lucro y la ganacia.
Es aquí
precisamente, en este momentum, en donde se perfila el socialismo como un
periodo de transición, que oscila, por un lado, entre la relación social del
capital, como modo de producción, como un sistema de base
tecnológico-productivo y como una civilización y, por el otro lado, con la
gran hermandad o la comunidad universal –que avizorara Marx– que sería el
comunismo, como la gran esperanza de la humanidad, como un modo de producción
aspiracional e inexistente hoy en día; por ello, el socialismo sería un
periodo de constantes tensiones y contradicciones, como un escenario de guerra
social total, no armada, pero sí de ideas, de sentidos estratégicos, de
acumulado de experiencias, organizaciones, movimientos y posiciones.
Por tanto, el
socialismo es un abigarramiento de luchas sociales que se despliegan en el
territorio pero que también se contraen geográficamente, que avanzan en
posiciones pero que también las pierden, que emergen y fenecen, que triunfan y
se les derrota, para volver a renacer, permanentemente apoyadas por el Estado,
que no las sustituye, simplemente colabora en su expansión. Pero donde
también, el espacio de la estatalidad mexicana, como maquinaria correlacional,
se tensa en disputas y sentidos; donde las tensiones pueden ser creativas o
destructivas para el sentido socialista. Esto hará del Estado Nacional
Mexicano, un campo de batalla, en donde se mantiene la lucha por la hegemonía,
entre la aspiración emancipadora y la restauración desposesionadora y
explotadora, entre lo social y lo privado, entre la redistribución justa de la
riqueza y la apropiación de la misma en pocas manos.
En esta disputa
transicional, el socialismo no puede ser un tipo de civilización, ni un modo
de producción ni el paradigma social en que el Estado Mexicano habrá de poseer
y controlar los medios de producción, sino que es el espacio de
enfrentamiento, es el escenario de guerra política, social, cultural, ética e
incluso geoestratégica, entre el sentido y las fuerzas que procuran una vida
de intereses comunes y sin desigualdad o la que busca la privatización de las
ganancias y la riqueza y, la socialización de la mediocre cultura de
desesperanza mercantilizada.
En nuestro
periodo de transición socialista, que histórica y cronológicamente será
prolongado –hacia esa visión de futuro que punteo en el horizonte Carlos
Marx–, deberá de reencontrarse con las cosmovisiones mesoamericanas de lo
común, la vida, la muerte, el sentido de pertenencia a la tierra y a la
naturaleza; deberá fundirse con el acumulado de luchas históricas del país,
por resolver sus circunstancias de conquista, colonización y la aspiración de
ser una república soberna, popular y democrática; nos corresponderá fundirnos
en las reservas morales de nuestros pueblos, los trabajadores, los indios, las
mujeres, los jóvenes, los defensores del territorio, los ambientalistas, los
luchadores sociales y con todos aquellos que quieren una Patria nueva y mejor;
en donde se vaya desplazando al lucro de su rol de motor dinamizador, polo
articulador, eje ordenador y gran metabolizador de todas las actividades y
relaciones sociales.
Por esta razón,
el socialismo no es un punto de llegada, es la simbiosis de una realidad y una
utopía, que se materializa y permite caminar; es la ciencia, no la que predice
el paso histórico que vendrá, sino la que devela las contradicciones y plantea
el qué hacer para superarlas por el bien común; es el espacio de
conflagración, el ámbito de despliegue de hostilidades por disputar y edificar
el sentido común de la época, para cristalizar la justicia, la libertad y la
solidaridad.
Por ello urge,
que en este campo de batalla, se construya una nueva hegemonía y un nuevo
bloque histórico, que asuma el reto de nacionalizar al gobierno, construir una
nueva institucionalidad, una nueva estatalidad, que supere el despotismo
democrático liberal, que rompa la camisa de fuerza de la democracia
representativa y acentúe la gravitación de un modelo social en torno al bien
común, lo comunitario y el buen vivir, que transforme el sistema de creencias
individualistas, consumistas y depredadoras; que reconstruya la nación en sus
bases territoriales, económicas, políticas, sociales y de soberanía, para que
logremos la osadía de tomar por asalto, no sólo el poder, sino la historia y
construir el sueño de articular lo nacional con lo latinoamericano y de
alcanzar nuestra verdadera independencia y la justicia social para todas y
todos los mexicanos.
La Cuestión del Andamiaje
Programático para la Transición
P
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artiendo de la
reflexión del sentido del socialismo para el país, el movimiento popular en
México deberá articular todas sus fuerzas en un solo gran proceso nacional y
apuntalar la idea de construir una circunstancia de grandes rupturas, a partir
de una lucha democrática y construcción de sentido común, sustentado en
procesos de desbordamiento desde abajo que fracturen el nudo hegemónico del
país y den curso a una revolución de carácter político, que genere las
condiciones de un gobierno descolonizador, despatriarcalizador y con una
tendencia postneoliberal, que tenga en su centro, un nuevo compromiso
redistributivo con clases y grupos subalternos.
La razón es
básica, ya que, los movimientos sociales, los sectores del obrero colectivo,
las nacionalidades indias, las mujeres, los sujetos rurales, los
intelectuales, los activistas, los sindicatos, las juventudes de México, no
podemos renunciar a la batalla de ser nosotros los que conduzcan y articulen
el sentido de lo universal, el sentido de comunidad política de México.
En tal virtud,
la fuerza esperanzadora de una Nación distinta y el ímpetu social de los
movimientos disímbolos del país, deberán ir afirmando un sentido y una
armonización histórica, mediante el decantamiento de una base material con
perspectiva programática, que habrá de girar en torno a nervios vitales de la
transición y para resolver el nudo histórico de México, de quién y para quien
se conducen los destinos de la República y de cómo convertir las necesidades
de la sociedad mexicana, en propuestas universales capaces de articular a
otros sectores distintos a los creadores de la riqueza del país:
i)
La
recuperación del Estado Mexicano y lo que ello
significa en término de tensiones y confrontaciones con el bloque oligárquico
local (Televisoras, banqueros, Consejo Coordinador Empresarial, alta jerarquía
eclesiástica, narcotráfico, un sector de elite la Marina y la Defensa
Nacional, etc.), las multinacionales y la hegemonía del imperialismo
norteamericano y sus intereses financieros, energéticos y militares;
ii)
La
nacionalización de los recursos estratégicos,
propiedad del pueblo y la Nación, lo que atizaría la confrontación con las
multinacionales financieras, energéticas, mineras, de telecomunicaciones, etc.
y sus respectivos gobiernos metropolitanos, lo que tendría impactos inmediatos
en el escenario geopolítico regional y mundial;
iii)
La
redistribución de la riqueza, que no se puede
realizar sin la consumación de los procesos anteriores; la redistribución de
la riqueza, la desmercantilización de la vida cotidiana de las y los
mexicanos, los nuevos cambios estructurales, la modificación del modelo de
nación, su nuevo pacto social, sólo se puede hacer desde el Estado, así como,
el poder apoyar la expansión de la economía campesina, los sectores sociales,
comunales y cooperativos de la economía y la regulación, contención o
achicamiento de los sectores hegemónicos del capital local y foráneo;
iv)
Las tres tareas
anteriores, si se van cumpliendo, estaremos avanzando en la resolución del
nudo histórico del país y estaremos en la perspectiva de consolidar un nuevo
bloque histórico y bajo esas consideraciones, se puede y debe desplegar un proceso constituyente para México, en
donde elevemos a rango de ley suprema las nuevas esperanzas de la sociedad, y;
v)
Esta ofensiva con
asentamiento del sentido socialista, y no precisamente declarativo, nos
colocará en condiciones de redefinir el problema de la integración que
padecemos con los EE.UU., por ejemplo, resolver la dependencia del 80% de
nuestras exportaciones con esta metrópoli y, nuestra reconfiguración geopolítca con la región
Indo-afro-latinoamericana.
En tal virtud,
es necesaria la lucha política por el gobierno, por el Estado y por la nueva
orientación y sentido de la Nación Mexicana, que supere el “viejo sentido
común” de la ocupación nacional, de los despojos, de las contrareformas, de
las muertes y de que nada se puede cambiar en esta Nación. Aunado
a ello, urge luchar por más sociedad, así como desatar un proceso dialéctico
de descolonización-nacionalización-integración regional, lo cual será un
aspecto central del andamiaje programático de los marxistas del país, para
poder asentar una base material de sentido socialista.
Este horizonte
programático habremos de desplegarlo a contracorriente del pensamiento único,
en sentido contrario a la indiferencia masificada y el malestar pasivo –y que
hoy, significativos contingentes sociales, particularmente los estudiantes del
Instituto Politécnico Nacional y el magisterio democrático articulado en la
CNTE, vienen quebrando y superando con sus movilizaciones– y convoque a la
sociedad mexicana a articular nuestras muy diversas fuerzas para ser Nación en
el marco de barbarie, en torno al siguiente andamiaje programático:
a)
Desplegar una lucha
de carácter destituyente del actual gobierno de traición nacional y su
sustitución por un gobierno provisional de transición y reconsiliación
nacional, cuyas tareas inmediatas serán abrir la posibilidad de una nueva
elección democrática y generar las condiciones para perfilar un nuevo
constituyente;
b) El
nuevo gobierno de la República electo, asumirá como tarea central la
reconstitución de la base material de la soberanía nacional, para lo cual desatará un proceso de
recuperación de su territorio y renacionalización de recursos estratégicos
(petróleo, gas natural, agua, biodiversidad, minerales estratégicos, etc); la
gestión nacional sobre su propio espacio radioeléctrico; la soberanía
alimentaria; la seguridad nacional, en donde se reinstitucionalice y
renacionalice a las fuerzas armadas y abandonar la estupidez del “enemigo
interno”, para reencausar la defensa de la soberanía nacional.
c) Hablamos
también de una nueva política internacional, en términos
de geopolítica y geoeconomía, donde nuestra patria no dependa de hegemonía
alguna, sino que establezca relaciones
de igualdad, con naciones hermanas y basadas en la solidaridad, en los rubros
energético, financiero, cultural, militar, etc. Sin embargo, nuestro nuevo
relacionamiento, con el mundo en general y con América Latina en particular,
no puede restringirse única y exclusivamente a la solidaridad política, la
complementariedad y el diálogo de saberes, experiencias políticas y
culturales, sino que hay que plantearnos el reto y el horizonte, de nuestra
integración con Latinoamérica, y para ello necesitamos obligatoriamente de una
base material de la unidad: acciones conjuntas en economía, acciones conjuntas
en derechos, acciones conjuntas en política energética; esta es nuestra gran
tarea. Habrá de ser así, porque ninguna revolución y ningún proceso
emancipatorio y progresista va a poder sostenerse y continuar, si solamente se
mira así mismo y se aísla de otros esfuerzos liberadores.
d) De
igual manera, este periodo de transición deberá abordar la configuración
de una nueva economía cuyo centro sea resolver la integración
económica perniciosa con los EE.UU. y equilibrar nuestro comercio exterior; la
reactivación del tejido productivo nacional y sus vectores estratégicos; la
reconstitución del mundo del trabajo que tenga como centro, la recuperación
procesual de la pérdida del salario real de las y los mexicanos, para
garantizar el constante mejoramiento de la calidad de vida de quienes viven de
su trabajo; la reconstrucción y reanimación del mercado interno; paralelo a
esto se deben desplegar estrategias estructurales para el rescate del campo,
redistribuyendo en este sector, parte sustantiva de la riqueza nacional,
sustentadas con políticas de largo plazo y con una orientación estratégica,
porque es un componente de la soberanía nacional; esto se sustentará en los
equilibrios del desarrollo regional, así como, en una reinserción
internacional de complementariedad y no de subordinación alguna.
e) Un
eje más de este periodo de transición, debe ser el ejercicio de una nueva
democracia de amplia participación directa, Solamente, llegando a ser
mayoría nacional, ser gobierno y controlar los resortes fundamentales del
Estado Mexicano, podremos desplegar la iniciativa de un Nuevo constituyente;
desde esta posibilidad, podremos enriquecer la democracia representativa
liberal con la democracia plebeya, popular y de trabajadores, con gente en las
calles movilizada, exigiendo derechos, transformaciones y deliberando los
nuevos sentidos y sentimientos de la Nación; donde se garanticen la
reivindicación de nuestros pueblos, a sus raíces emergentes del disenso y su
bagaje cultural de experiencias acumuladas. Por tanto, esto habrá de ser el ejercicio de una democracia de amplia
participación directa, cuyo núcleo de actuación sea el cómo nos queremos gobernar
y no el cómo queremos que nos gobiernen, donde las representaciones se
subordinen a la rendición de cuentas y a la revocación de mandato, al sentido
más profundo de la Nación y lo popular, etc.
f) Es
imprescindible contemplar también en este andamiaje programático, los nuevos
derechos sociales, políticos, humanos, individuales, comunitarios y de
la madre tierra. Cubrir esta perspectiva de alternativa para el país, pasa
indudablemente por darle mayor firmeza a la lucha por nuestros derechos al
trabajo, la educación, la salud, la vivienda y a la tierra; a disentir del
destrozo de la Nación y que se presenta como política pública. Extender una
lucha por desplegar un financiamiento público multianual que fomenten el
desarrollo agropecuario e industrial; al trabajo con salario constitucional y
con la garantía del derecho a la organización al margen del estado, el
gobierno y los partidos, para que se supere el lastre del corporativismo y se
restituya la libertad sindical, en donde los mexicanos tengan acceso universal
a la seguridad social y nos apeguemos a los convenios con la Organización
Internacional del Trabajo; el derecho a la salud con instituciones públicas
integrales y de cobertura universal; así como el derecho a la vivienda digna,
a la alimentación suficiente y de calidad, a la educación pública, gratuita,
laica, científica, humanista y critica, desde la educación básica hasta
posgrados universitarios.
Esta iniciativa
de articulación programática, no es una iniciativa cerrada si no por el
contrario, es el llamado a que vayamos al reencuentro de todas y todos los que
sostenemos esta nación y generamos su riqueza; convoca a todos los que hemos
sido agraviados, social, política, cultural, territorial y económicamente por
la desposesión, la sobreexplotación, la discriminación, que porta el
neoliberalismo.
Por ello, es
indispensable llegar a la confluencia unitaria de todas y todos nosotros, en
un espacio en el que deberá replantearse lo común que nos une, en cuanto a las
emergencias nacionales: soberanía e independencia nacional; gobierno de
salvación nacional, con democracia participativa y soberanía comunitarias y
populares; nueva economía con redistribución justa de la riqueza nacional;
universalización de los derechos sociales, humanos, comunitarios y de la madre
naturaleza. Bajo estos ejes habrá de constituirse la voluntad general de las
mexicanas y los mexicanos, para preservar la integridad y soberanía del estado
nacional mexicano, frente a las ambiciones geopolíticas y geoeconómicas del
imperialismo norteamericano.
Este proceso,
deberá ser la más clara expresión para cubrir la necesidad estratégica, de
nuestra unidad popular; nuestra cohesión programática; nuestras
rearticulaciones orgánicas, de movimientos, luchas, resistencias, agendas y
temas de la esperanza; nuestra unidad de acción, para desarrollar una lucha descolonizadora y
despatriarcalizadora; que le dé curso a la conformación de una nueva mayoría
nacional, que genere un nuevo ciclo de luchas por nuestra auténtica y legitima
independencia, y que obligadamente tendrá que pasar por sacar de la conducción
de la República a los Gobiernos de Traición Nacional.
Sin lugar a
dudas, la clave de este proceso, radica en convertir la indignación de la
sociedad, el malestar que se ha construido durante décadas, la pobreza y la
precariedad que abruma a la mayoría nacional, en una fuerza colectiva
movilizada en torno a una esperanza, a un nuevo sentido común, a una
posibilidad que se decida nuestro pueblo a asumir y sostener, pero como
mayoría nacional y política; sin esta premisa, no hay cambio posible en la
Nación.
La Organización que se Requiere
D
|
e manera
inicial, habrá que reconocer que en nuestro país, existe una izquierda que se
reivindica marxista, que se encuentra agotada, abatida, ensimismada y, sin
embargo, se encuentra satisfecha de sí misma; pero a pesar de ello, se concibe
como la vanguardia política y que está llamada por la historia a entrar
primero a Palacio Nacional y tras de ellos vendrán como testimonio
revolucionario, las muchedumbres de trabajadores, bajo la consigna ¡Ahora sí,
por la revolución proletaria!.
Sin embargo,
habrá que decirlo, esa izquierda se encuentra huérfana de grandes dilemas,
porque todo ya está escrito y preestablecido, y sólo es cuestión de sustituir
y recitar, otra palabra y otro pensamiento único; esa izquierda de las
atalayas marxistas, se encuentra privada de horizontes y esperanzas, porque
suple la realidad cambiante y compleja, por las estáticas y simples frases
hechas; esa izquierda autista, solo alcanza a escuchar el deplorable ruido de
las pequeñas ambiciones de grupo y de los grandes apetitos políticos y, sólo
alcanza a mirar un destino manifiesto inamovible.
Frente a esta
circunstancia de una vertiente que se reivindica comunista, aunado a los cursos de acción neoliberal, también se
hacen evidentes sus significativas limitaciones y debilidades, de la cual,
tampoco se encuentra distante el bloque de los movimientos socio-políticos
extrainstitucionales, que se expresan
en varios órdenes y de los cuales, esta nueva tendencia socialista a construir
por los que concurrimos en este esfuerzo, no quiere reproducir y habrá de
comprometerse a su superación:
a.
Una correlación de
fuerzas desfavorable en la disputa del Poder Ejecutivo Federal y el Poder
Legislativo; lo mismo ocurre en los órdenes de gobierno estatales y
municipales, así como, una débil e inexistente incidencia en el tejido
institucional;
b. Al
encarnar solo una minoría nacional –con respecto de los más de 100 millones de
habitantes del país– que no ha podido contener la imposición de la apabullante
idea del “sentido común” de la globalización y la indiscriminada apertura
comercial; de las privatizaciones, las contrareformas y la pérdida del
patrimonio público; de los acuerdos partidarios al margen de la sociedad y de
los golpes de estado legislativos y constitucionales;
c. En
la incapacidad para perfilar hegemonía
–combinándolo con expresiones de victoria y convencimiento–, con un
pensamiento crítico y liberador, en las
universidades, los centros de investigación, en los sindicatos y en los medios
de comunicación, salvo reductos muy marginales en lo nacional;
d. En
las limitadas iniciativas, para contener, por un lado, la desestructuración de
partidos progresistas y su degradación en meros aparatos y burocracias
electorales; en la incapacidad para preservar organizaciones sindicales,
gremiales, sociales, populares e iniciativas frentistas, de articulación y
convergencia, y por otro lado, para impedir la imposición del abanico de
contrareformas (aquí coincidieron, curiosamente, la desmovilización de la
izquierda electoral en el 2012 y la no incorporación de las fuerzas de
izquierda extrainstitucional, como el zapatismo);
e. Las
fuerzas políticas, sociales, intelectuales, tanto de la izquierda electoral
como de la izquierda extrainstitucional, no han podido recomponer la
articulación entre la práctica teórica y la política, y contribuir al nuevo
movimiento popular, para que amplié y profundice la lucha por las
reivindicaciones económicas y sociales, en los planos étnicos, políticos, pero
en una clara relevancia por el poder nacional.
f. Estas
mismas fuerzas han estado distantes de la posibilidad de construir
o recomponer proyectos hegemónicos alternativos y de nuevos bloques sociales y
políticos, con lo que también han debilitado con creces su actuación en el
espacio de la política, en la disputa por el gobierno y el poder.
g. También,
la mayor parte de las fuerzas antineoliberales, han mostrado al extremo su
debilidad de análisis para releer la historia mexicana, en especial a partir
de la revolución de 1910 – 1917, descifrar sus significados, realizar sus
periodizaciones posteriores, hasta llegar a comprender las dimensiones de su
derrota y, por otro lado, no hay el menor asomo de comprensión de los ciclos
que están llevando al agotamiento y recomposición de la fase neoliberal en el
país y, junto a ello, no han encontrado respuesta de cómo superar los
equívocos de la izquierda tradicional sobre el imperialismo –que lo ignoran en
el diseño de sus estrategias o a lo mucho lo contemplan con un sesgo solamente
economicista– y sus estrategias de recomposición de su hegemonía; el
neocolonialismo, los análisis de la correlación de fuerzas, las alianzas
externas, los procesos de acumulación de fuerzas y la complejidad de los
sujetos históricos de nuestra realidad nacional.
h. Se
ha tornado en un problema congénito, la incapacidad para construir una
estrategia de poder, sustentada en el rico lenguaje de las contradicciones que
se establecen a partir del asedio del imperialismo norteamericano contra la
nación mexicana, en el sometimiento que impone la oligarquía del país versus el
pueblo en su conjunto y en la contradicción fundamental que se establece entre
el capital contra el trabajo; tampoco se dimensiona las tensiones que se
establecen entre la decadencia estructural y la crisis de expectativas de los
connacionales, en un cuadro de múltiples crisis del sistema mundo capitalista;
tampoco entran en el diseño de estrategias, los reacomodos geopolíticos de los
espacios del capital, la reconfiguración de bloques regionales y la escisión
establecida en América Latina en vertientes neoliberales, desarrollistas y
posneoliberales, y la actual restauración neoliberal con estrategias de guerra
no convencional.
i. Frente
a esta ausencia, el campo antineoliberal se está quedando sin armas para
responder al desafío de la crisis de hegemonía del régimen, cuyo agotamiento
viene reconfigurando su curso desde 1988 y, mucho menos se tiene una
estrategia para enfrentar la contrainsurgencia y el autoritarismo del régimen; y con ello, está restringiendo su capacidad
para construir iniciativas políticas nacionales bajo las nuevas coordenadas de
las formas de poder, particularmente en la fase de neoliberalismo de guerra.
j. En
la perspectiva de la construcción de una nueva mayoría nacional y de una nueva
hegemonía, no se ha resuelto los problemas de la lucha social, contrapuesta a
la lucha político electoral; de la lucha única y exclusivamente por la
democracia participativa en confrontación excluyente con la democracia representativa;
no se ha podido trascender el diferendo entre lucha por reformas o lucha por
demandas estratégicas; no se ha podido superar la dicotomía entre lucha por la
autonomía y la lucha por el Estado.
k. Hasta
el momento, estas tensiones se han querido resolver, por un lado, desde el
pragmatismo, el oportunismo y el utilitarismo, y por el otro lado, desde el
infantilismo, el radicalismo, la retórica extremista y la antipolítica; cuando
de lo que se trata, es de que, estas luchas se deben desplegar simultáneamente
unas y otras, y las unas para las otras; el nuevo espectro de las luchas
deberán girar en torno a una narrativa que reacuerpe los temas de la esperanza
de la gente; deberá gravitar alrededor de un horizonte programático y; con la
claridad de una estrategia de poder, que perfile un nuevo bloque histórico en
las riendas del gobierno, el poder y el Estado Mexicano, no para su control,
sino para su transformación y la sedimentación de una nueva hegemonía; que
pueda garantizar la redistribución de la riqueza nacional, la
desmercantilización de la vida cotidiana del conjunto de las y los mexicanos,
y finalmente, habrá que decir que;
l. Hay
sectores de la izquierda mexicana que adolecen de una ignorancia extrema, en
cuanto a la crisis del sistema mundo capitalista y la decadencia
civilizatoria; la configuración de los bloques regionales emergentes y sus
disputas por espacios vitales; la crisis de hegemonía norteamericana y su
ofensiva de guerras convencionales y no convencionales; en el desciframiento
de la historia contemporánea de México, sus enigmas específicos de la
coyuntura nacional, de la decadencia estructural y del agotamiento del
neoliberalismo en el país; quieren verlo e interpretarlo, desde la distancia
más corta entre las citas de los clásicos del marxismo, sin que se percaten de
que, guarecerse en las formulaciones de los textos clásicos –sin el mínimo
esfuerzo de construir nuestra propia teoría de la liberación nacional y la
emancipación social–, es evidentemente, el camino más cómodo, pero sin lugar a
dudas, es la ruta más segura para la derrota de dimensiones históricas.
El conjunto de
todas estas debilidades, son las que la nueva organización debe superar y
remontar política, social, cultural y orgánicamente, porque nos alejan de la
capacidad de proyectar la conjunción de las reivindicaciones de transición con
las estrategias de ruptura. Aquí hay que reconocer que, los movimientos
triunfantes para hacerse de él gobierno y desatar tareas de transformación de
sus respectivos Estados, han sido aquellos que han logrado escapar de las dos
lógicas contrapuestas y por el contrario, ha sido capaces de articularlas,
combinando la plataforma de reformas con modalidades de luchas destinadas a
conquistar el poder, para generar sus cambios y con ello, desplegar
iniciativas y tareas que nos permitan remontar los problemas clásicos del
capitalismo: la explotación, la opresión, la discriminación, la depredación
entorno-ambiental, la insolidaridad social y la antidemocracia y el despotismo
del Estado, para que en esta superación, construir otra etapa en la vida del
país, en donde hagamos realidad el derecho a ser felices.
No empeñar iniciativas, capacidades y voluntades
políticas en esta aspiración, es abrir la puerta para que se instale en el
escenario nacional, las visiones doctrinarias, anarquistas, ultraizquierdistas
y extremistas, que en todo el mundo han mostrado su incapacidad para
garantizar triunfos político sociales de gobierno; no han tenido la virtud de
convencer a las mayorías nacionales con una narrativa esperanzadora; y tampoco
han tenido la capacidad de construir organizaciones de vanguardia que dirijan
procesos de transformación profunda y revolucionarios.
En tal virtud,
se torna en una necesidad imperiosa que, en el acumulado de fuerzas que hoy
concurrimos en este proceso de encuentro y potencial articulación orgánica, se
abra un debate serio, maduro, de altura y con salidas políticas a las
debilidades extremas que han impuesto a la nación y que conlleve a la vez, a
superar la disgregación social de nuestro pueblo y la pasividad, domesticación
e indiferencia que se ha instalado en una mayoría social –que en términos
concretos, funge un rol perverso, al dar paso al “consenso por apatía”, que
viene a fortalecer los consensos corporativos y parlamentarios del régimen– a
pesar y contrapelo del despertar de la indignación nacional por el asesinato y
desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y la actual lucha de
resistencia de las y los maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores
de la Educación.
Este esfuerzo,
sin lugar a dudas, expresa un proceso de reconstrucción ética y patriótica,
para el relanzamiento de la idea política de buscar la confluencia de los
comunistas y socialistas; pero no solamente ellos, aquí debemos esforzarnos
porque concurran diferentes núcleos de formación marxistas y no marxista,
luchadores sociales, sindicales y de trabajadores, sectores de la teología de
la liberación y otra serie de revolucionarios del país, para encarar el nuevo
periodo y que nos permita ir al reencuentro de diversos procesos de unidad y
articulación y de configuración de movimientos e instrumentos políticos, con
el objetivo concreto de transformar la realidad del país.
Por tanto, el
esfuerzo de la organización unitaria que necesitamos, no se restringe a
definir cómo queremos ser, sino a lo que no queremos reproducir y cómo superar
sus limitaciones y fatalidades, para poder reconocer que los pueblos de México
y sus trabajadores, son portadores de una fuerza histórica –junto a la
sabiduría de los pueblos originarios, que también son portadores de una
sabiduría ancestral, particularmente a la cosmovisión relacional con la tierra
y el sentido comunitario de la existencia– y que son capaces de cambiar la
sociedad, nuestra convivencia, nuestras esperanzas de futuro y edificar una
nueva Patria para todas y todos.
Tal
razonamiento, exige que nosotros, junto a ellos, aceleraremos ese proceso, de
construcción de un liderazgo político-cultural general, de una lucha por
revolucionar los esquemas lógicos y morales profundos con los cuales las
mujeres y hombres de este país, organizan su existencia y su vida en la Nación
y, no se trata de una simple y huera ocupación del poder estatal de ese
pequeño sector de la clase capitalista, porque los revolucionarios no luchamos
por administrar mejor el desastre nacional que desarrolla el neoliberalismo,
sino por una transformación estructural de la correlación de fuerzas, que le
permita construir una nueva forma de propiedad y gestión sobre las principales
fuentes de generación de riqueza, en la perspectiva de su socialización.
Los eventos
extremos del país, en la degradación de las condiciones de vida de los
habitantes de la Nación, en el descoyuntamiento del Estado Mexicano, en el
despojo territorial y de nuestros recurso estratégicos y en la imposición de
un Estado neocolonial con rostro policiaco militar, exigen con urgencia
cambiar ahora, porque el reloj del tiempo histórico corre en nuestra contra.
Dentro de poco, será un camino sin retorno.
Valga decir,
necesitamos con urgencia convenir un derrotero, para ir esbozando
colectivamente algunos trazos programáticos para la liberación de México, para
construir la paz con justicia y dignidad, para alcanzar la soberanía y el
decoro de la Nación. Necesitamos un nuevo gobierno para salvar y reconstruir
México, para recuperar la dignidad mancillada.
Necesitamos una
nueva conducción de los destinos de la Patria, que proscriba la política
nefasta de seguridad nacional; que destierre las criminales políticas
neoliberales; que rescate la soberanía del pueblo; que reestructure el Estado
Mexicano con el fin de garantizar el bien común y conforme un ejército guiado
para amar al pueblo, la justicia social y la defensa de la Patria. Para ello, no nos queda otra alternativa que
buscar unidos el camino.
Ciudad de
México, a junio de 2016.
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